LA ROSA DE LA MUERTE.

Danny McGee

LA ROSA DE LA MUERTE.

Se me ha perdido la rosa de los vientos, la reina de todos los jardines, precursora de la única belleza que engalana nuestras noches. 
Se inicia hoy un viaje hacia el último horizonte y no puedo dejar de embarcarme. De seguro llevaré una cerveza conmigo (o un vino).
Hoy me veo enfrentado a un destino intempestivo, pero esperado. Voy por la gracia del formador de las almas renovadas.
¡Dios me ayude!

Se asoma la estación y el único vehículo es el paso que hay que dar, avanzando por cegadas y agrietadas carreteras. 
Hoy no me hará falta la campera desvaída ni el rabioso cuero negro de mis vagos pantalones. Tampoco crearé huellas con mis botas vaqueras. Iré descalzo.
¡Dios me ayude!

Iré descalzo. Desnudo completamente cruzaré el umbral de lo inhóspito, prometido y reservado.
Me harán llegar las rosas, pero no la de los vientos. Me harán llegar los vinos, pero no podré beberlos.
Solo fui un hombre. Un héroe maldito, payaso, descarriado, que le vendió su alma a la más mínima sonrisa.
Supe amar, pero no supe discernir el amor de los demás.
Me trajeron al infierno. No fue mi opción.
¡Dios me ayude!

Ver métrica de este poema
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.