Mirada de mariposa

el brujo de letziaga

Yo era el niño aquel,
con el oído pegado a una vía de juguete,
intentando escuchar la venida
de un tren invisible,
que a mi persona nunca llegaba.

 

Como ese amor al que siempre espero,
y que lo busco todas las noches por los bares de mi pueblo.
Al que imagino desde hace tanto tiempo,
como si fuera la manzana
que un día estalló, en el sexo rosa de Eva.

 

Amor al que espero sin ninguna esperanza,
como espera el viejo muelle
a ese barco que navega lentamente,
cruzando la noche
con su luna como vela,
y que elegirá
un puerto más joven y grande.

 

Y es que solo la quiero a ella,
a nadie más,
a esa mariposa que nunca veo,
y que vuela entre las rosas imaginarias
de hadas y princesas,
con cisnes y rocas nevadas.

 

Y que, si algún día la encuentro en su vuelo,
y la miro..., y la siento,
seguramente ya estaré muriéndome
sin haber terminado el poema,
que nace, de todo ese amor que la tengo,
y que está de manera constante
en la mente de este pobre y triste pensante.

 

Y es que posiblemente
entre Dios y yo... el amor sea invisible,
y no haya tren, ni barco,
ni tampoco mirada de mariposa que conocer,
ni mirar, ni saber.

 

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