SUCEDIO EN UN JACAL

Feliciano Cantu

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Al fin me resolví a ya no estar tan triste,
Acerté la manera de salir de mi pereza,
Y esa manera fue tan sencilla y natural
Que no encontré mejor mejora que ésa.

Solitas ellas se me empezaron a acercar
Sin tenerlas que buscar venían a pedirme
Que en la dolencia les pusiera ungüento,
Y mientras tanto les contara algún cuento.

Ya ven, las mujeres tantas cosas inventan,
Una y mil, para lograr todo lo que anhelan,
Y yo pa’socorrer gente no me puedo negar,
Pues así ha sido mi vida desde el comienzo.

Pos ai me tienen poniéndoles el ungüento
Y contándoles un cuento de libros que leía.
En ponerles ungüento y contarles cuento,
Cosa poderosa yo siento, y tanto lo siento,
Que siento que reviento, y si no reviento,
Seguro el pantalón sí que se me revienta,
O reventamos los dos al mismo tiempo,
Y al ver ellas tal presión en la observación,
Y en su desesperación, y en mi inocencia,
Me quitan la camisa para relajar mi tensión,
Ellas quieren sentir palpitar mi corazón,
Y para que me dé buen aire, no vaya a ser,
Luego, que de repente me dé un retortijón,
Y entonces sí, ¿cuál va a ser la explicación?

Con su cara y oreja prensadas a mi pecho,
Con mayor razón la emoción se me sube
Yo me dejo caer en el lecho, donde ya allí,
Oyendo lo que tan fuerte está palpitando
Y que casi del pecho se me está saliendo,
Viendo lo que ellas están fijamente viendo,
Suavecito tocando lo que está creciendo,
No se dejan esperar y empiezan a hacer
Cosas que ni sé que hacer, ni que pensar.

La mera verdad no sabía cómo reaccionar
Sólo una cosa yo veía y claramente sentía,
Era que, esa cosa que uno tiene muy oculta
No puedo decir qué, ni tampoco enseñar,
Por no querer ofender, ni comprometer,
Sentía que crecía, sin al menos controlar,
No vayan a creer que esto era cosa mía.

Algún demonio o algún ser del Averno,
En ese tiempo por el jacal suelto andaría,
¿Y cómo controlar a una arpía como tal,
Que yo veía en el rostro de aquella mujer
Y con un cuerpo de ave de rapiña…?

Curioso es que de repente se me borraba
La efigie diabólica, y una cara bella surgía.
Absorto me quedaba y sin saber qué pensar
Ni proceder, con los brazos bien estirados,
Como si fuera condenado, ojos cerrados,
Y la cara bien tapada con una almohada,
No quería ver lo que podía suceder…

No, si no crean… También se me fruncía,
Como que sentía que me iba a ahogar,
O que acaso me iba a desangrar, no sé.
Lo que sí pude observar es que ella
No paraba de actuar ni de maniobrar
En lo que estaba a punto de explotar.

Y como yo pensaba que me iba a matar,
Y no, no tenía intenciones de matarme,
Sino que parece que intentaba curarme,
¿De qué? No lo sé, quizás de ese mal
Que me estaba reventando ese asunto
Pues en la maniobra usaron mi ungüento
Todo completito juro que me lo untaron.

Vaya que funcionó el ungüento condenado,
Tan pronto el sol saliera y el día alumbrara
Perdió presión aquello tan desesperado,
Y convencido me dijeron que el linimento
Sus funciones había bien realizado.

Oculto y sin ver nada de lo que pasaba
Sólo sentía paz y una eterna relajación
Luego de aquel momento de exaltación,
Y como parecía que casi me dormía,
A todas pedí que se salieran del jacal,
Y que ya no me vinieran con el cuento
De contarles cuentos y ponerles ungüentos.

Mas, caso omiso de esta orden hicieron
Pues desde que empezaron a visitarme,
Yo a ellas ungüento les aplicaba y ahora
Ellas vienen seguido a curarme de mi mal
Que les digo que creí que iba a matarme,
Poco a poco me hice muy buen paciente
Y ellas también tan buenas pa’atenderme,
Que muy pronto agarramos confidencias
Y me empezaron a gustar harto sus terapias.

Y como lo que en el jacal sucedió
Creo que se lo contaron a mucha gente,
Porque sus amigas, vecinas y sus primas
Y hasta sus tías, y hasta sus hermanas,
O quién sabe qué parentesco serán d’ellas,
Si no van las noches, van en las mañanas
A cuidarme y verme para mi mal tratarme
Al tiempo están siempre muy al tanto.

Y las quiero tanto, que me dan mis sobaditas
Y cada una su calorcito me transmite,
Ellas dicen que con eso el mal no se repite
Y que no me vuelve a dar, pero se repite,
Y de que el corazón y lo otro se revientan,
Dicen ellas que de eso se van a encargar.

Desde entonces, como que he encontrado
Un gusto a eso del ratito que dura la cura,
Y poco a poco me he puesto a pensar
He descubierto, a pesar de mi poca cordura,
Que eso de la cura que me dan las mujeres
Me vuelve loco y me saca de mis cabales.

Hasta me he vuelto celoso y selectivo,
Y de las mujeres que curan mis males,
Unas entran y otras no quiero, y no recibo.

Quizá hay una cosa en la que no me fijo,
Pues la diferencia no resuelve el acertijo,
Es la ocupación a la que ella se dedica,
Pues he entendido que el remedio no radica,
En lo que ella practica, ya siendo verdulera,
Cocinera, barrendera, no importa lo que fuera,
Tienen buena mano en el secreto de la cura,
Sólo me fijo que lleve faldas y la dejo entrar
Con premura cuando la cosa a mí me apura.

Porque cuando no llega ni una enfermera,
Y si pasan más de cuatro o cinco horas,
Ando como si el mal me estuviera matando
Debo echar el motivo que me está ahogando.

Es por eso que quiero que me entiendan,
Así se fue dando el orden de mi proceder.
La verdad no sé cómo queden las ecuaciones,
Ella mujer pa’curar, yo hombre pa’ser curado,
Y resulta que pa’pronto todo queda saldado,
Que el resultado fue algo muy bien logrado,
Sin cuentas mochas, correcto, exacto, cerrado,
Sin fracciones, ni un tanto por ciento sobrado.

 

  • Autor: Feliciano Cantu (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de noviembre de 2023 a las 14:39
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 13
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