Como el volar de una mosca

Azhcari

 

Y sí señores, hacer reír, es por fin, dar a luz…

Y contrariamente a lo que indicaría una sana fisiología, hacer reír o ser gracioso es cosa comúnmente de hombres.

Entonces no te asustes si ves a montones hombres embarazados y con grandes pies hinchados, lo mismo que desbordantes de pedidos y llenos de antojos. Donde lo mismo que hacen memes ponen sus pies en remojo.

Porque para que salga la carcajada algo como un huevo debe casarse, abrirse, fracturarse, partirse.

Pero…

Entonces, tú dices… que hacer reír está emparentado  con romper los huevos…

¡Y sí!, ¿de qué otro modo habríamos de ser molestos?

Huevos, rotura y ligue van de la mano.

Por eso, para hacer reír,  primero que nada se debe aprender a ser molesto…

A ser sorprendentemente fastidioso.

Tan molesto como sea posible.  

Una mosca nos molesta, nos aqueja sin tregua, nos persigue como un satélite que da vueltas y claro está, ella no se cansa, tampoco se marea… está acostumbrada a estar de cabeza, voluble y su vida es un orbitar…. y así, ella, ya  cómodamente parada sobre la nariz o sobre nuestra cabeza nos da cosquillas, nos altera y enloquece, tan pequeñas y revoltosas, tan ridículamente molestas… hasta que, como ha de esperarse, algo suceda… Algo, como perder el control

Y sin quererlo nos volvemos contra nosotros y ya siendo nuestro propio peligro, es decir, un riesgo para nosotros mismos, enloquecemos y comenzamos a tonta y a locas a darnos golpes sobre la cabeza, dando cuenta de lo inútiles que somos en cuestiones tan efímeras como pequeñas.

 ¡Habrase visto!, ya bizcos intentando mirar a la mosca a los ojos para reconocerla e intimidarla con el único fin de querer eliminarla de la faz de la tierra. Pues ni los golpes, ni las cachetadas que nos damos pueden con ella. La tipa es rápida y vuela…

Y al fin y al cabo, ¿quién es el monigote? ¿Finalmente quién es el objeto de nuestra risa? ¿Será que tremendo moscardón buscando nuestra risa finalmente hace que nos riamos de nosotros?

Hasta que al fin, ebrios de cansancio desistimos para finalmente tendernos a  la mosca, como nos tiramos a una cama o al sexo, entregados y ebrios.

Porque hemos llegado a ese lugar auto fundado en que hallamos un modo de vivir, una risa, una austera y pequeña gran felicidad. Tan pasajera y liviana como el volar de una mosca.

 

 

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Comentarios1

  • alicia perez hernandez

    INTERESANTE SU LECTURA

    • Azhcari

      Gracias querida Aliđź’–saludos desde Argentina



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