Constante

 

 

Ecos del pasado que se incrustan
en la memoria de aquellos que buscan una verdad.
Todavía elegimos creer en la unicidad de la diversidad.
En esa manifestación inequívoca de las palabras.

Tan solo repetimos lo que vemos,
para no sentirnos solos en los tiempos.
Existimos como sujetos externos al tiempo del otro.
Somos una consciencia olvidada,
una irrealidad de la mente cansada.

Nos buscamos, pero nuestra identidad cambia.
Solo hay opiniones, trasformaciones del verso,
sombras en el día nocturno.

Soy dueño de la única sentencia que importa en mi mundo.
Todos me tratan de convencer, pero nadie lo hace.
Mi mente escapa del espíritu. Soy ajeno a mis acciones.
La fantasía de lo real se entremezcla con el lenguaje.

Con el texto cansino de la mañana,
que borra las verdades aparentes de ayer.
No sé si actué por mí, no sé quién me ve.
Todo lo que hago, es solo una búsqueda de lo que busco.

Exploro el camino, las realidades, mi consciencia.
¿Cómo trascender al sujeto?
¿Cómo escapar a lo esencialmente intrascendente?
¿Cómo salir de la percepción, sin perder la identidad de mi consciencia?

Exploro los límites, las grises llanuras ya explorada por otros.
Todo es igual, todo es distinto. La ficción es nuestro escudo,
la única garantía de realidad que nos excede.
Todo lo demás es circunstancialmente inaccesible.
Una azarosa posibilidad del error.
Una tragedia del sabio. Un verso fugaz del loco.
Una irrealidad en expansión. Me busco en lo que busco.

Cuando veo al otro, su reflejo es mi camino.
En el río me busco, en el espejo de los tiempos.
En reflejo del agua, en el pasado. Me busco, y me encuentro.
Y repito todo una vez más, como si algo se me estuviera escapando.
La esencia de la repetición, es destruir el cambio.