Donde se esconde mi alma

Cristian Gil

Quizás no me escuches en la noche cuando te acuestas y miras el vacío del techo, quizás no me escuches, pero subo las escaleras despacio, casi de puntitas de pie y me paro bajo umbral de tu habitación. Te veo y te contemplo pensativa. Te miro y también pienso, siempre son las mismas preguntas.  

Quizás no me escuches en la noche, cuando te giras en la cama y te destapas, mis dedos rozan tu acolchado y abrigo tu espalda para que no sientas frio. Quizás no me escuches, pero veo tus lagrimas, esas noches que te pienso y me pregunto en que piensas. ¿Me piensas?

Quizás no me escuches en la noche, cuando cierras tus ojos, me acerco y hago un recorrido por tu rostro, empezando por tus labios, soplando tus pestañas y quedándome con la intención de besar tu frente. Quizás no me escuches, pero en las noches antes que te duermas te pregunto ¿por qué? Vos… ¿te lo preguntas?

Quizás no me escuches en la noche, o quizás sí, quizás ya sabes que en las noches cuando cierro mis ojos, y antes de que te duermas, te hago una visita fugaz de toda la noche, me siento a tu lado para hacerte compañía con mis preguntas silenciosas. Y todas las mañanas antes de que despiertes te susurro, te miro y me desvanezco una vez más.

Quizás no me escuches en la noche, pero cada una de ellas voy a verte, cuando cierro mis ojos, cuando mi cama me sostiene para no caer más bajo, cuando el silencio invade todo, cuando el vacío de mi pecho se llena de tus ojos, cuando todo el día se hace un siglo y espero a que oscurezca para volar hasta ahí, ahí donde estas vos... sin mí, ahí donde se esconde mi alma que juega con tu pelo hasta que despiertas.

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