Inspiración.

Pasá que te cuento - Miriam Venezia

Qué tristeza, es desconcertante el sentimiento de haber perdido mi inspiración.

Salí temprano a caminar con este desánimo en la mente y en el corazón dando vueltas en mí.

Recorrí las calles de mi pueblo hasta que llegué a un camino de tierra en las afueras. A partir de ahí todo era campo y soledad.

Hacía calor, divisé un único árbol en el camino, fui hacia él, y me senté a su sombra recostándome en su ancho y confortable tronco...

Pensaba en qué me estaba sucediendo cuando, sorpresivamente, el cielo se oscureció; estaba maravillada, y el asombro por lo que observaba no me permitió moverme a pesar de la inquietud.

Estaba tratando de poner claridad a mis pensamientos cuando, a lo lejos, apareció, difusa y pequeña, una luz que cambió por completo mi foco de atención. Cada vez se aproximaba más y no podía dejar de mirarla, cuando comencé a distinguir una silueta de mujer, cuyo lento pero firme andar parecía sostener una danza acompasada con la luz. Ésta se hacía más nítida, al igual que la silueta, a medida que se acercaban.

Cuando estuvo a unos metros de mí, distinguí el hermoso y tallado farol que colgaba de su mano, en cuyo interior se veía lo que parecía una llama intensa con destellos de colores.

Me saludó amablemente mencionando mi nombre. Lejos de asustarme por no entender la situación, le devolví cordialmente el saludo. Se detuvo. Le pregunté por qué sabía mi nombre, ya que no la conocía. Al parecer, y aunque no se veía muy anciana, conocía el nombre de todos los vecinos del pueblo.

Comenzamos a conversar, se sentó a mi lado, y al instante, sentí tanta afinidad con ella, que le confié mis sentimientos, casi sin darme cuenta. Me sonrió y me miró largamente.

Me sentí en paz, liviana, como suspendida en el aire...

Una intensa ráfaga de viento me moviliza, me hace parpadear.

Siento que me envuelve un calor ardiente y agradable a la vez.

Refriego mis ojos, un poco confundida quizá, el sol se está acercando al horizonte, me levanto y recorro el desolado camino, esta vez volviendo sobre mis pasos.

A poco de andar, tirado a un costado, encuentro un viejo farol, con un poco de herrumbre, pero hermoso y tallado; es extraño no haberlo visto antes; lo levanto y lo llevo, con intención de limpiarlo y colocarlo como adorno cerca de mi escritorio.

Pondré en él una lámpara a modo de vela; y me aseguraré de que nunca se apague.

 

Miriam Venezia

06/09/2023

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