El valor de una promesa

Pedro Perez Vargas

El valor de una promesa.

Nunca imaginó que después de tanto tiempo, ocurriría que aquella rama, sobre la cual había construido su nido, y sobre la cual se había posado cada tarde, luego de cada ardua faena de vuelo agotador, ya no estaría disponible.  No pensó que el viento iba a ser tan cruel e indolente, que en un abrir y cerrar de ojos, y tan sólo en un instante, iba a arremeter con tanta violencia sobre lo que era su único sustento. Ya no era posible llegar y descansar el dolor de sus alas, a pesar de que otros árboles habían quedado plantados luego de aquella noche aterradora de lluvia y tormenta; y que en aquellos árboles aún quedaban ramas, muchas de ellas con nidos abandonados. A pesar de que aquellos nidos no habían sido ocupados por otros pájaros, se rehusaba una y otra vez a posar su vuelo sobre ellos, sin importar que ya no sólo le dolían las alas, sino que ahora dolían cada una de las escasas plumas que aún quedaban en su adolorido cuerpo, el cual se consumía cada día al paso del tiempo.  Sin embargo, este dolor que ya no solamente destruía con lentitud lo que quedaba de su reducida anatomía, dejando de ser un dolor puramente físico para convertirse en una hoguera que devoraba su alma, no le impedía mantenerse en vuelo, a la espera de encontrar su antigua rama, donde quiera que haya caído. 
Así se mantuvo cada día, cada tarde, cada noche fría, como si mantener sus alas sostenidamente extendidas fuera infatigable; con la mirada en el horizonte, simulando tener un vuelo sereno y un rostro relajado para no dejar salir una lágrima que le acompañaba cada instante en ese vuelo interminable. Su vuelo no pasaba desapercibido al pasar delante de las demás aves, quienes solían descansar sobre la primera rama encontrada en el camino luego de haber tenido varias horas de vuelo.  Otra vez había amanecido y un nuevo rayo de sol golpeaba nuevamente su rostro, dejando al descubierto el brillo de sus ojos, cubiertos por aquella lágrima indecisa. En esta ocasión, Juan, quien era el ave más vieja de un grupo de aves que descansaba sobre la copa de un frondoso árbol, donde habían pasado la noche, como suelen hacer las aves, decidió levantar su vuelo para seguir a esta ave de vuelo interminable, con la intención de establecer con ella una conversación y conocer por qué se mantenía volando de un lugar a otro, si descansar, como si estuviera desorientada, volando sin rumbo fijo. A pesar de la avanzada edad de Juan, no fue difícil alcanzar a Justino, quien esta vez volaba lentamente, casi a ras del suelo, mirando de un lado a otro, en busca de su rama perdida.
-Hola, soy Juan.  Te he visto pasar cada mañana volando sobre el árbol donde se encuentra mi familia.  En principio pensé que era un simple vuelo casual y que probablemente te dirigías a tu casa, con los tuyos, quienes deberían vivir cerca de aquí, pero me he dado cuenta de que siempre vuela solo, como si no tuvieras familia y como si buscaras algo desconsoladamente. ¿Quién eres? ¿Por qué vuelas de esa manera, sin rumbo fijo? ¿Estás perdido?
-Hola, me llamo Justino. No estoy perdido. Busco mi rama que fue desprendida por el viento de aquel árbol solitario que está en aquella ladera. Allí se encontraba mi nido...
Le decía con voz pausada, como quien no quiere perder la calma, mientras se asomaba otra vez aquella lágrima indecisa, la cual, más que indecisión, se había convertido en su única compañía y no se atrevía a dejarse caer y ser arrastrada por el viento implacable,  el mismo que había destruido el hogar de Justino, convirtiéndolo en un ave nómada, que había perdido su nido, y con él,  y la orientación de su vuelo.
-Quizás la situación no sea tan grave. Te invito a venir a nuestro árbol.  Allí hay muchas ramas donde puedes volver a construir tu nido..., le interrumpió Juan, en un esfuerzo inútil por hacer que Justino cambiara la dirección se su mirada.
-Sé que hay muchos árboles y que contienen otras ramas, quizás más fuertes que la mía, que no serían desprendidas cuando al viento se le ocurra otra vez querer dejarme sin nido. Se que se puede construir otro nido; incluso, sé que hay miles de nidos abandonados por otras aves, pero no quiero otro nido. Quiero el mío.
-Acaso, ¿Un nido no es igual a otro nido?
-No, ningún nido es igual al mío.  En él construí mis sueños, aprendí a tener esperanzas, en él descansaba al final de cada día y olvidaba el dolor de mis heridas. Mi nido es único, construido con pajas exclusivas, colocada cada una con la pasión de un amor que sólo él comprendía.  Mi nido me escuchaba, me abrazaba cada vez que me sentía triste; hasta me hablaba y me sonreía.
-Nunca supe de un nido que hiciera eso. Todos los nidos dan calor y cobijo, que es lo que necesita cada ave al final del día.
-Te equivocas, vieja ave. Lo que hace esencial a mi nido, es que, al construirlo, me fui reconstruyendo yo mismo. Cuando mi nido era pequeño, no le gustaba a ninguna ave amiga. Me criticaron.  Me dijeron que yo estaba loco, que sólo yo podía creer en un nido construido en una rama tan fina. No me importó cada cosa fea que dijeron de mi nido. Yo estaba convencido de que mi nido iba a ser el nido más cálido, a pesar de estar sostenido por una rama delgada. Nunca tuve miedo a que la rama se quebrara porque sabía que, si eso llegara a ocurrir, mi amada iba a volar conmigo y nunca íbamos a care en el abismo. Que nuestras alas serían tan fuertes que no nos iban a dejar caer.
-Entonces, ¿Qué pasó? ¿Dónde está tu amada? ¿Por qué no vuela contigo?
-Mi amada salió a un vuelo inesperado.  Le tomará mucho tiempo en regresar, pero aunque me encuentro en un abismo profundo, en una oscura soledad, sé que algún día mi amada volverá; y no quiero que al retornar, no encuentre nuestro nido.
-Ella sabrá entender si construye un nuevo nido para ella. Sólo debes decirle que el viento se lo llevó.
-No, no es posible construir otro nido igual. Ese nido lo construimos ambos, con nuestros aciertos y nuestros desaciertos, a pesar de tener en contra a muchas aves a quienes no les gustaba nuestra rama, convencidos de que no necesitábamos una rama robusta, de esas que le gustan a cualquier ave que sólo le de valor a las cosas triviales de la vida.
-Entonces, ¿Qué vas a hacer? ¿Continuarás volando de un lado a otro, sin rumbo fijo?
-Mi rumbo no está perdido.  Mi rumbo está junto a mi amada, en mi nido perdido. Estoy convencido que donde quiera que haya caído, mi nido me estará esperando. Es más, sé que mi nido está tranquilo porque sabe que no descansaré hasta encontrarlo otra vez.
-Pero, dijiste que tu amada salió a un largo vuelo inesperado. ¿Qué pasaría si no regresa?
-No es posible vivir sin una esperanza.  Nunca pienso que mi amada no volverá. Tengo la certeza que cumplirá con su promesa de volver.  La estaré esperando con las alas abiertas.
-Pero, debes estar cansado de tanto volar. No morirá tu amor si decides hacer una pausa y recobrar energía. Quizás otro día tengas suerte y encuentres tu nido.
-En el amor no se siente cansancio. Un ave que ama no siente pasar el tiempo, no siente dolor, no deja de volar detrás de su amor, aunque para eso debamos atravesar siete océanos.  Sólo descansaré mi vuelo sobre la rama que sostuvo nuestro amor. Seré leal a mi promesa de esperarla y estoy seguro de que encontraré nuevamente nuestro nido.
Un hondo silencio se apoderó de los dos y sólo se escuchaba el sonido del viento que corría debajo de sus alas, mientas Justino recordaba una vez más el rostro de su amada. Entonces una nueva sonrisa se dibujó en su rostro, mientras sus ojos volvían a brillar. Esta vez, sin que se asomara la lágrima.  Fue cuando Juan comprendió de donde surgía la energía que había mantenido en vuelo a esta famélica ave durante tanto tiempo; Y comprendió, además, que ni las adversidades del destino, ni siquiera la voracidad del viento, el mismo viento que desprendió la rama donde posaba su nido, sería capaz de detenerlo. Justino sólo tenía un destino y no pararía hasta encontrarlo, sólo aferrado a la promesa del retorno de su amada.


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Comentarios1

  • Yalibari

    Una promesa es un compromiso sagrado que se lleva en el corazón. Muy emotiva narración ❤️

    • Pedro Perez Vargas

      Muchas gracias, Yalibari por tu gentil comentario. Me alegra mucho saber que fue de tu agrado. Bendiciones.



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