Cabritas en la ladera.

Luis E. Pedraza Rodríguez

Me he quedado sin prosas,

sin vocablos, sin la noción del tiempo

del cual todos se ufanan;
la juventud que danza sobre sus hombros,
a mí en especial, me deja nada.
Yo miro florecer sus cejas acentuadas:
dos dinteles sobre su cara;
par de columnas sembradas,
'hermosa yunta de alas',
pilares de piedra y sanjas,
son faros que me guían
aún en tierra extraña.

Un par de zorras sueltas en la profunda selva. 

Florezco cuando me hablas, porque en ellas expresas;
en cada palabrita, saltan, como pequeñas cebras. 
O, como esas tenues gotas que pulsan con fiereza;
que al tocar la frente, estallan, en tal veloz carrera.
¡Vaya placer más sublime!, abrazarte mientras duerme;
'dolor profundo pensarte, y, ni en sueños poder verte'.
Cuánto daría hoy por numerar
cada una, una y otra, cejijunta;
y perderme en el cómputo
volver a calcular, 'uniceja tu figura'. 

¡Cabritas en la ladera! 

Sus dos cejas sin par,
un cúmulo de estrellas sin dejar de fulgurar.
Parecen entrelazadas, sin tocarse entre ellas... 
sin embargo juntas brillan como el negro del ámbar.
A veces, una se pierde,
entonces, nacen diez más...
semejan multiplicarse, cuando
ella en las noches duerme,
y se muestran sonrojadas,
'tan solo al besar su frente'.
La hermosura puebla su rostro
como al huerto viste la higuera;
dos antorchas se encienden, cual celosa luciérnaga.
Yo, que vivo y desvivo por mirarte de cerca, 
desde ésta lejanía; ¡ahora maldigo su ausencia!.
Acaríciame al adormecerte,
transportame en sus mejillas,
delineame en su frente.
Esta noche de invierno iré,
allá, donde ud descansa... 
encontraré rebaños;
arriba de sus pestañas.

—✍️ Luis E. 🇨🇴

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