Quién es él

Alberto Escobar

 

Sobria ebrietas.

 

 

Estaba estresada.
El sueño no le venía,
era hora de acostarse,
mañana madrugar, trabajo,
en su mente solo él,
debía negarlo, su marido cerca,
debía pensar con claridad,
el quehacer diario intenso,
la mente cansada, sin tiempo,
sin la calma precisa, algo de vino
le iría bien, lo bebió y pensó,
y Morfeo fue acudiendo poco
a poco a sus ganas de dormirse, 
no dejaba de pensar, él siempre
presente en su mente, a la hora
del trabajo, de la comida, cuando
los niños al colegio, cuando su marido
le insta al acto, sin ganas, abducida
por él, por su manera de hablar, 
por sus palabras, cogió el mòvil
a oscuras, el marido mirando a otro lado,
lo busca en sus palabras, lo lee y lo piensa,
le recuerda la cara y ríe discreta, no sea
que el marido, ausente, se cosque, lee
algo de una colina artificial que fue 
creciendo en Roma con los restos 
de las ánforas béticas de aceite, piensa
que con su marido, que vuelve la espalda,
no tiene la chance para hablar de esto
y de otras cosas, es una vida mecano
la que lleva, niños y marido, todo el día fuera,
y él ha venido para algo, supone. 
El vino de Rioja parece que hace su efecto,
ve más claro lo que antes era bruma, Morfeo
va haciéndose dueño y señor del aire
que le rodea y él, omnipresente, se duerme
al mismo tiempo —balbucea un buenas noches. 
Sigue estresada, ahora, ayer, mañana,
pero ya dormida, olvidada de esta apisonadora
que es la vida que lleva, tirar de un carro sin ruedas,
que los niños no echen en falta nada y sean
la comidilla del colegio, que no le digan de mayores
que no se esforzó por labrarles un futuro, silencio,
el marido ya duerme, ella duerme, él duerme,
los niños duermen, las ambiciones duermen,
el sentimiento de culpa duerme, la obligación
de mantener unida a la familia duerme...
Ayer fue su santo y no tuvo tiempo, mucha faena
dentro y fuera, ni un café con leche con churritos,
ni un pastelito especial que los niños inventaran
para ella, ni un te quiero mamá en una carta...
Para qué, piensa ella, y él rondando su mente
como una mosca que va y viene, para qué...
Antes de volver a dormir se echa un rioja,
sorbe muy lento, masticando para que penetre
fuerte en las papilas gustativas el tanino, el ácido
que va disuelto y que pica la punta de la lengua
como a ella le gusta, siente placer al fin, piensa
en él, en cómo sería con él una vida, y los niños qué...
No puede romper la familia, se prometió a sí misma
que los niños disfrutarán bajo el mismo techo
de su madre y su padre juntos, cueste lo que cueste,
que no pasarán por lo que ella pasó..., no.
Deja de repente la copa en la mesa, se acuerda
de algo urgente para mañana, se rompe la magia,
su intento de evasión muere otra vez. 

Ver métrica de este poema
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.