Eres mi cielo

En el humo que envuelve las paredes,
te desvaneces, ignorando mi presencia.
Yo bebo el néctar amargo de la noche,
sin mirarte, jugando al solitario
con un mazo de cartas de póquer.
Sin faroles para engañarnos,
las dudas se agolpan entre el humo y el elixir.

 

 

"El cielo no existe", me susurraste.

 

 

Sentí tus ojos clavados en mi nuca,
con esa mirada que augura infiernos.
Las cartas sobre la mesa,
el cenicero lleno de colillas,
las botellas dividiendo el campo de juego.

 

 

(La vida... esa gran mentira en la que creemos
hasta que las verdades se pelean celosamente).

 

 

Tú apagas tu cigarrillo,
yo llenando la copa nuevamente.

Una carta cayó de la mesa, boca abajo.
La giramos al unísono.
Era el dos de corazones.
Tú abandonaste el cigarrillo,
yo apoyé la copa en el suelo.

 

 

Secándonos los ojos, nos contemplamos,
con la mirada más triste.

 

 

Tomaste mi mano entre las tuyas,
y yo te pregunté...

 

 

"¿Es cierto que no hay cielo?"

 

 

En el aire enrarecido, ondea el silencio,
y la respuesta se desliza entre suspiros.
En cada verso, se entrelazan nuestras almas,
como el viento que acaricia el mar,
como el sol que se sumerge en el horizonte.

 

 

En el abrazo de nuestras manos entrelazadas,
se enciende el fuego de la pasión,
como un verso prohibido en labios censurados.
La noche nos envuelve en su manto estrellado,
y el amor se hace eco en cada latido.

 

 

No importa si el cielo es un mito o una realidad,
pues en tu mirada encuentro el paraíso,
donde los sueños se funden con la eternidad.
Eres mi refugio en este mundo efímero,
mi luz en la oscuridad, mi amor verdadero.

 

 

Bajo la sombra de tus ojos,
desvanecen las sombras del desengaño,
y renacen los versos de amor en cada rincón.
Eres mi musa, mi inspiración divina,
mi eterno poema en cada línea.

 

 

En el baile de nuestras almas entrelazadas,
pintamos el lienzo del amor con ardiente pasión.
Somos los versos que se funden en la noche,
la melodía que se entrelaza en cada canción.

 

 

Así, juntos desafiamos las dudas y los miedos,
trascendiendo el tiempo en un abrazo eterno.
En cada verso, en cada mirada, en cada suspiro,
se revela el amor que nos une, infinito y verdadero.