Sin título - Horas invocando al viento

Arturo Velásquez Campos

 

Horas y horas invocando al viento, sin saber lo que hacían, bailando al contraste de la luz de la Luna, semidesnudas, el sudor resbala en los ejes de una simetría casi perfecta, consumidas con los sonidos de la noche, conjuraban, sin saber que eran observadas; la más joven de ellas era casi violentada por aquel demonio que recibió la invocación del antes mencionado ritual. 

 

Enfermizo, obsesivo y travieso recorría con sus garras y lengua el pálido y tibio cuerpo de la bruja.

Aquella mujer sólo se estremeció al sentir el viento frío en sus pechos, sin saber que eran los labios de aquel demonio al que habían conjurado...

 

————

 

Siento que estoy flotando, mi cuerpo está inerte, pero en éxtasis sordo y lleno de deseo. Algo me toca los pechos, se siente frío e invasivo, no puedo moverme. 

— Déjate hacer — su voz era grave, con un raspado parecido al crujir de las brasas de nuestra hoguera — y responderé tus inquietudes.

Si aceptaba entregaría mi virginidad a un demonio, pero tenía muchas preguntas.

— ¿Es real el cielo y Dios?

— Sí, tan real como el infierno y Yo.

— ¿Le temes, a Dios?

No quería hacerlo enojar, lo sentía ansioso, tocando con dos dedos mi intimidad que ya se iba humedeciendo.

— Cuando Dios me creó eliminó mi capacidad para sentir miedo, no puedo sentir muchas cosas.

— ¿Qué es lo que puedes sentir?

— Lujuria y dolor.

— ¿Quiénes van al cielo?

— El cielo está abierto para todas las criaturas de Dios sin excepción.

— Entonces todos vamos a ir al cielo, incluso tú.

— Yo podría, pero tendría que irme sin mis creaciones, mis ángeles están destinados a crear sufrimiento y destrucción, por lo cual Dios dictaminó que sus almas sean confinadas al infierno por toda la eternidad.

— Tus ángeles son los demonios, pero nosotros tenemos una oportunidad.

— Tú no podrás, de hecho, ninguno de ustedes puede hacerlo.

Una lágrima recorrió mi cara, y se esfumó al llegar al aire, sentí un calor abrasador invadiendo todo mi cuerpo, el miedo se convertía poco a poco en deseo mientras era poseída.

— No entiendo — dije confundida.

— A diferencia de los animales y plantas de este mundo, ustedes no son una creación de Dios, son una creación mía. 

 

©2023 🌙 Luna Küfer✍️ 

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