MONÓLOGO DEL SUICIDA

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

Ahora, cercana la muerte escucho ese sonido tan molesto y sé que a su encuentro no hará más que intensificarse, pero eso quiero, me he cansado de vivir, recogí momentos gratos en el camino pero ninguno memorable, tan sólo fueron distracciones momentáneas, eso que arrastro desde que vi la luz me ha hartado, mi tedio añejo no me permite disfrutar plenamente mis escasos placeres y en unos momentos experimentaré el gran salto; he de reconocer que tengo miedo, muchísimo miedo, pero si es cierto que gozamos de libre albedrío ésta será la prueba definitiva: permitir vivir a quien ningún deseo tiene es un atentado contra la vida misma, no juzgo, tan sólo opino, si he de ser recordado como cobarde así sea, después de todo es la verdad, porque hay quienes en la desgracia se aferran fuertemente a la existencia aunque parezca que la desgracias se ensaña no pierden la fe, o debiera decir la certeza en algo que otros no vemos, los admiro, por mi parte siempre vi la muerte como algo normal, a veces cruel, caprichosa y temible, otras bondadosa, justa y hasta dulce, pero tan normal como cualquier otro evento aunque tratara de esquivarla como los demás. El último momento es el que me aterra, tan sólo imaginar cómo quedara éste cuerpo me eriza todos los poros, hay que ser sinceros para morirse a gusto. Deben ser momentos intensos, dolorosos incluso pero definitivos; quién lo iba a decir, yo consideraba a los suicidas unos irresponsables por dejar que sus familias se las arreglaran solas con sus problemas y encima cargarles el gasto y el sufrimiento de su partida en lugar de tragarse su orgullo y su miedo para dejarles por lo menos un recuerdo grato durante su paso con los vivos, la diferencia conmigo es que yo me alejo a morir dejando mis escasos bienes perfectamente repartidos, si después inician sus pleitos no será culpa mía; un viaje que a nadie mencioné, un paraje solitario, la ausencia de identificaciones y la bala expansiva son suficientes para desaparecer casi sin dejar huella, es cansado caminar hasta mi última morada, pero vale la pena sabiendo que no hay retorno, todas mis pesadillas infantiles de oscuridad y engendros diabólicos, todos mis amores gozados, todas mis frustraciones, todas mis alegrías y sufrimientos caben en esa bala, en la cueva donde con suerte me pudriré a solas, devorado por gusanos y escarabajos. De tener un verdadero motivo me atrevería a dejarme llenar de arrugas la cara y la piel secarse y colgar grotescamente, pero no lo hay, en mi juventud tuve ilusiones, planes, pero mi voluntad se estrelló contra la apatía de mis congéneres, sus costumbres y sus reglas, fui paciente hasta el hartazgo y lo único que me quedó es el hastío absoluto del fracaso. Las ilusiones se hicieron añicos y los planes se fueron por la borda, mi memoria es muy mala pero eso lo recuerdo perfectamente, de la desesperación a la desesperanza, del apasionamiento a la frigidez, de la alegría al abatimiento, realmente no fue mi intención ser mediocre, puse empeño en representar un buen papel cuando me vi forzado a ello, pero eso de las interacciones personales no se me da y tuvieron que pasar décadas para convencerme, por eso decidí dejar de ser en la primera oportunidad, cuando ya mi ausencia no tuviera serias repercusiones, las despedidas donde el llanto abunda, la gente se apelotona siguiendo un cuerpo inerte y hasta transmitido por radio y televisión son de mal gusto, salvo honrosas excepciones, seres de gran calidad humana por cuyo mérito propio se vieron afamados sin que eso menoscabara su humildad, fuera de ellos solo un puñado de gente tuvo trato constante con esos ilustres desconocidos a cuyo velorio van por mero compromiso, los demás son tan sólo ilusos borregos arreados por su propaganda, en pocas palabras, sin vela en su entierro.

No hay más, morirse cuando a nadie le hago falta es hasta poético, se presta a innumerables conjeturas, algunos asumirán mal de amores, otros una inevitable bancarrota, los demás temor a represalias por negocios turbios e incluso habrá quien lo achaque a enfermedades vergonzosas y fulminantes, por eso no escribiré una larga carta echando pestes a la vida, pormenorizando sufrimientos ficticios ni deslindando responsabilidades a todos de mi muerte, tan sólo un breve epitafio, ese todavía no lo defino, mis últimas palabras deben ser precisas, ¿Será cierto lo que dicen del túnel de luz? Estoy tan cerca de comprobarlo, la boca del cañón con sus metálicos labios abiertos me atraen como una amante sedienta, unirme a ellos y apretar el gatillo es excitante, escogí a propósito ésta bala expansiva, casi una pieza de museo para no correr el riesgo de que otra simplemente me atraviese sin dañar órganos vitales y me ocasione una agonía grotesca, ésta bala en cambio promete literalmente deshacerme la cabeza y dejarla tan irreconocible como una calabaza aplastada, así que la acaricio entre mis dedos pues ella me desligará de ésta monótona realidad, después de todo yo no soy un suicida cualquiera, mi relación con el mundo no es tormentosa, tampoco plena, transité casi invisible y así me voy, porque ya no tengo nada útil que hacer, la vida ha secado mis facultades mentales y espirituales, no soy héroe, no aspiro a que se me recuerde, no pedí vivir, o tal vez sí pero ya lo he hecho demasiado y ahora decido morir. Es cómodo ver ocultarse poco a poco la luz, en éste lugar tan tranquilo y bello, sí, bello en su paisaje, en sus formas, en la intensidad del verdor, en sus sonidos, lástima que en poco tiempo yo tenga que afearlo al salpicar de sangre mi última morada, llenar sus tenues aromas a humedad y flores silvestres con mi hedor, pero no será por mucho tiempo, la naturaleza hará su labor para deshacerse de mí y yo seré ya parte de las memorias de Akasha.

  Hay gente que prepara su funeral con tiempo y hasta compra seguros de vida, en cuanto a lo primero me parece loable cuando la persona se sabe desahuciada y decide como yo salir de escena sin dramas, en cuanto a lo segundo tengo mis dudas, ponerse un precio puede acelerar el fin si este es lo suficientemente codiciable y vaya que hay personas inescrupulosas alrededor, por otra parte ese invento no sería necesario si fuese tan engorroso morirse intempestivamente, los trámites y tarifas para tener un lugarcito donde dejar el cuerpo o reducirlo a cenizas me agobian de sólo imaginarlos, más aún el ver desfilar un río de gente de la cual sé muchos irán más movidos por la curiosidad de ver cómo se ve el difunto que por el pesar de despedirse de su envoltura inerte, los rezos para mí salen sobrando por más bien intencionados que sean, a cada quien la jalarán las orejas o lo meterán al horno de acuerdo a su comportamiento, de eso no me cabe duda y precisamente pero dudo que como suicida acabe rostizada mi alma, cada caso es distinto, por eso la escopeta está lista, esperando a que defina mi epitafio y lo escriba con carbón en la pared.  “Aquí no yace nadie, porque nadie fue”, sí, eso suena maravilloso, eso es perfecto para mí, hasta creo que debe quedar grabado en la roca, éste es mi último acto y lo realizo con gozo, como si fuera una travesura, grabo las letras con sumo cuidado para que se vean bellas, porque a pesar de todo estoy en paz, no fui feliz pero sería ingrato decir que sufrí demasiado, simplemente es mi voluntad partir.

 Ahora sí estoy listo, ya hice esperar mucho, hace fresco, el sol comienza a ocultarse, los pájaros lo despiden, es hermoso morirse escuchando esos sonidos, dejar un cuerpo que tanto estorba para flotar por fin en el infinito hasta que me llamen para leerme la cartilla y encerrarme otra vez.

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