Sir Lancelot, un caballero muy hombre (6ta parte)

Vito_Angeli

(escuchar la música en el reproductor encima de esta aclaración para leer el poema)


CAPITULO VI

 

  Mi garganta era un nudo indescifrable que no podía desatar, los latidos de mi corazón inundaban los tímpanos haciéndose cada vez mas fuertes, traspiraba como si nunca hubiera peleado contra alguien. Caballeros, arqueros, mujeres, granjeros aguardaban el viaje hacia Avalon. Todo estaba preparado pero Arturo también quería ir con nosotros. Serenado y ya mas tranquilo, ordené que no lo dejaran salir del castillo. Mis motivos eran obvios: la descompensación que había sufrido por última vez dejó muy debilitado la respiración de su majestad y eso atentaba en lo mas mínimo contra la salud del mismo. Yo sabía que tarde o temprano lo iba a entender. Llame a Merlín para que nos acompañara en la odisea y se alistó con su corcel disfrazado de soldado. Nada más quedó dar la orden de emprender la aventura de mi vida. Frente al ejercito que me acompañaría, mire las caras de todos y de cada uno. Montado en mi corcel me saqué el yelmo, levante Excalibur con decisión y con Dios como testigo exclamé:

  -Hombres y mujeres de Camelot, sabéis que no hay un mañana sino que el mañana es hoy. Y justamente ese hoy debemos forjarlo dejando de lado todos los miedos para que nuestros hijos nunca más tengan que padecer el horrible sueño de un Camelot y de una Inglaterra sin libertad ni justicia para todos. Ese es mi compromiso que he forjado con la corona del Rey Arturo y sobretodo con vuestro pueblo. A pelear! –

  Como si un hechizo se hubiera apoderado de todos, comenzamos a transitar el camino que nos llevaría a reconquistar nuestra libertad. A medio trayecto decidí que era conveniente realizar una corta parada. Dí la orden y nos detuvimos cerca de un grupo de arbustos que se encontraban aislados del bosque, el cual ocupaba la mayor parte de nuestro recorrido. Parecía mentira que toda una población se mostrara decidida a resguardar con uñas y dientes tan solo un pedazo de tierra porque, en definitiva, Camelot no es ni el castillo ni las riquezas ni siquiera Arturo. La grandeza de este reino que dejó perplejo a cada visitante habido y por haber, reside en la magnanimidad que su gente comparte, improbable de ser valorada por los ojos de los simples mortales. Un mundo aparte en el que todos vivían su propia fantasía pero era cuestión de horas para que se volviera un espejismo. Noté que entre nuestra gente había una cara que nunca antes había visto. Mas que nada me resultaba sospechosa por lo que me acerque sigilosamente hacia él, quien se encontraba bebiendo un poco de agua para recuperar fuerzas. Aproveché que había varías hombres cerca del mismo y les ordené que lo rodearan de forma tal que no le permitieran escaparse en caso de que me viera. Tendida la maniobra lo miré y dije:

-Buen hombre, el que esta tomando agua, ¿podríais mostrarme vuestro rostro porque la noche me impide reconocerlo?-

  Apenas terminé de hablar, se levantó y salió corriendo hacia un caballo que tenía cerca en búsqueda de su espada para matarme. Suerte que previne este acontecimiento y sin mayor dificultad los soldados que estaban rodeándolo lo atraparon al poco tiempo. Mientras mis hombres lo tenían tomado de los brazos, levanté la capucha negra que escondía su rostro y para mi sorpresa tuve la desagradable pero no inoportuna visita de Callahan, la mano derecha de Magnusson. Saque provecho de la situación e interrogué a nuestro aventurado visitante sobre dónde tenían presa a Lady Güiniber (porque sabía que Magnusson no la pondría en peligro por su propia seguridad y además, para jugar con Arturo). Pero él no sabía que antes de pasar por sobre Arturo, lo estaba yo.

-Maldito, escupe la palabras que quiero oír o juro por esta espada que descansa en mis manos que nadie reconocerá siquiera tu alma.- le grité

-Muero de ganas por ver la cara del gran Arturo cuando se entere que su fiel Lancelot sucumbió ante el puño de hierro de Magnusson. Púdrete en el infierno y si te interesa, a estas alturas, vuestra mujer se encuentra muy ocupada demostrando su fidelidad al nuevo rey de Camelot- expresó envalentonado.

  Una última oportunidad se le dió pero fue inútil por lo que los soldados se encargaron de darle muerte como el perro que era. Esto nos retraso en nuestra marcha. Retomamos nuestro camino y el amanecer amenazaba con hacerse presente, razón por la cual doblamos el paso y pudimos llegar en tiempo. Envié a dos espías para que recorrieran la zona y me dieran un panorama del campo geográfico. Magnusson se encontraba del otro lado de Avalon, en las afueras, escudado por una guardia permanente de 10 hombres que se turnaban de a ratos en la vigilia.

 

 Pasado, presente y futuro en tan solo un momento se definirían para siempre. Mire al cielo y pedí a Arturo su protección para con nosotros. Excalibur cobró súbitamente una entereza que no se apreció en otras oportunidades y eso me llenaba de convicción para pelear. Los roles se invertían: nosotros, los seres humanos, siempre fuimos concurrentes de los espectáculos que con tanto esplendor nos ofrece a diario la madre naturaleza, cuando sobre nuestras tierras hace su presencia la lluvia que, acompañada de truenos y relámpagos, concluye con un elegante arco iris como broche de una velada única. Ahora, hasta los dioses del más allá, atestiguarían el estoico enfrentamiento entre maquinas de guerra que consumen aire y se alimentan de sangre para sobrevivir. Tan simple como la ley de la selva: los débiles deben hacer paso a los más fuertes.

  -Arqueros, vosotros os dirigiréis por el flanco derecho de Avalon, rodeando toda la ciudad hasta llegar al campamento de Magnusson. No atacaréis hasta oír la señal que será dada por el cuerno.- les ordené.

 Mientras tanto, yo me dirigiría a caballo por el flanco izquierdo junto a los escuderos que nos abrirían el paso entre los soldados enemigos. Y, finalmente el grupo de arqueros a caballo esperaría en el bosque, en las cercanías de la entrada de Avalon, para el caso de que nuestra compañía requirierasu auxilio. A medida que nuestras dos fuerzas se acercaban al objetivo, Merlín sin informarme siquiera a mi, comenzó a conjurar su hechizo que cautelosamente nos fue haciendo no visibles al resto. Los arqueros se transformaron en aire. Como la brisa nocturna se entremezclaron con el viento y así llegaron hasta el acantonamiento donde se encontraba Magnusson. Por el otro lado, para nosotros que íbamos a caballo, creóla ilusión de que éramos árboles y así nos escurrimos también sin ser notados por nadie. Ubicados en nuestras posiciones, dí la orden y sonó el cuerno que avisó a los arqueros para comenzar el avance. Como perros de caza salieron al acecho, siempre bajo el manto mágico elaborado por Merlín. Cientos de flechas en llamas como aves de fuego se abalanzaron sobre las carpas donde los hombres de Magnusson pasaban su descanso. En un santiamén el campamento se transformó en una hoguera y dentro de ella se cocinaban dulcemente nuestros enemigos. Un grupo de ellos pudo imaginar nuestro ataque y se mantuvieron alerta, gracias a lo cual se encontraban preparados y replicaron nuestro ataque con el suyo. Entre ellos estaba Magnusson, siempre tan penetrante, con su odio afilado listo para cortar cabeza de todo aquel que atente en su corazón con el cuchillo de la pasión por Camelot. Justo cuando Magnusson se dirigía hacía el lado donde se manifestaron nuestros arqueros, hicimos nuestra aparición. Ya no era necesario el manto mágico que nos cubría, a lo que Merlín rompió el conjuro y nos evidenciamos para que nos atacaran. Toda la caballería esperó mi señal formando una fila rígida que no se rompería hasta tenerlos a cinco metros de distancia. Se acercaban más y más, pero todavía no. Cien metros, cincuenta metros, veinticinco metros, diez metros. Excalibur impaciente me seducía para desenvainar su filo pero resistí unos segundos más la tentación.

  Saquen espadas, preparados, en posición, rompan ya! – grité desenfrenado y la artillería de golpes comenzó a proliferar. 


continuará...

  • Autor: Vito_Angeli (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de octubre de 2010 a las 00:47
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 182
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Comentarios4

  • KALITA_007

    poeta... yo tengo mi espada afilada..pués estoy encantada coneste cuento.... y epero pronto....el...................continuará.....................
    muy bueno..
    kalita..

    • Vito_Angeli

      Amiga Kalita, tu espada está afilada, cuando escriba el próximo capítulo la vas a usar. Un beso y cariños amiga.

    • STELLA_CRISTINA

      BELLO HABER PASADO POR TUS LETRAS TAN ESPECIALES .ABRAZOS .STELLA

      • Vito_Angeli

        Seguis con la tendinitis amiga stella? Gracias por pasar. Un beso amiga

      • Graciela Dantes

        Cien metros, cincuenta, veinte diez, que batalla tan atroz se va a desatar..... Si que hay que tener tiempo y paciencia para poder
        escribir como lo haces. Me agrado. saludos cordiales

        • Vito_Angeli

          Hay que tener eso que dices amiga Graciela, aunque a veces uno puede hacerlo en menos también. Besos y cariños amiga

        • LAURA ZYANYA

          MI ADMIRADO VITO....
          ME TIENES EL ALMA EN UN HILO!
          SIN DUDA TU MENTE GUÍA PERFECTO TU PLUMA,ES DELICIOSO LEERTE Y SUMERGIRME EN ESTA HISTORIA, DONDE COMIENZO A VESTIRME MEDIEVAL.
          MI APRECIO Y RESPETO,MUY BUENA NARRACIÓN.
          ZYANYA@



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