El filósofo y la flor

Nuestras almas no necesitaron presentación pues ya se conocían. Llevaban varias vidas buscándose, soñando con el reencuentro aunque ellos mismos no lo sabían.
Tú, el filósofo griego que prefirió la taza de cicuta a negar lo que creía a ciencia cierta, yo la amante que siguió tus pasos al notar el vacío de tu ausencia.
Ahora tú, dominicano loco con palabras seductoras de verdades olvidadas en el tiempo. Yo, la aprendiz más aplicada que te entiende como nadie porque lee aún tu más largo silencio. Se desatan en mí tormentas de ira y de dolor, al verme como en siglos atrás en la misma posición, la que tiene que andar escondida por no ser la señora en el papel. 
 Si, soy la amante, soy la que llena tu cuerpo de caricias olvidadas, la que hace que llegues a la luna con tan sólo una mirada.
Te conozco como nadie lo hará en esta vida, porque tengo tu esencia mezclada con la mía desde hace varias vidas.
Y a pesar  del que dirán, prefiero ser la amante a la que nunca te podrás negar, a la ingenua que no sabe de lo que eres capaz.
Sólo espero que en la próxima vida lleguemos juntos al estanque, donde el filósofo y la flor volvieron a encontrarse.