relato del gaucho Luna

Relatos del gaucho Luna

Me topé col Gaucho Luna,

una tarde en las cuadreras;

me miró como si viera

un fantasma y digo poco,

después me contó que el Loco

Le dijo que estaba “ajuera”

(¡El loco me dio por muerto!

Y él lo tomó por muy cierto.)

 Nos fuimo” a tomar un trago            

y a poco, empinado el codo

Luna  empezó a contab  todo

 lo acontecido en el pago.

Diez años estuve ausente

(mi campo siempre en la mente)

Y vuelvo  como “ el doctor”

Y quiero  ejercer aquí

sin fijarme en la ganancia,

 con mi china y mis purretes

en el lugar de mi infancia

Entre otras recuerda Luna

entre hipos y carcajadas

lo que pasó en la payada

cuando vino un forastero

con aire de pistolero

que empezó por compadrear

y molestar a las chinas.

Entonces se armó la bronca

 lo dejaron  en la esquina

Sin ganas de provocar .

                   II

Luna también me contó

del semental que trajeron

pa´fecundar el ganado.

Tenía fama e gladiador

Pero el toro a las vaquitas

las  miraba indiferente

a las gordas o a las flacas

como si fueran estacas.

Paseaba de prado en prado

Dándole vueltas al rabo

deshojando margaritas.

 sin asomos ¡ qué carajo!

de cumplir con el trabajo

de montarse a las vaquitas

Como los días pasaban

Y el semental siempre al pedo

Tomaron  la decisión

de llamar al viejo Zoilo

para hacerlo reaccionar

a ese toro maricón.

El viejo que  es medio brujo

Se prestó a colaborar ,

dijo que resolvería

el problema si tenía

pá cumplir con el trabajo

trapos, agua, dientes de ajo

y una rastra de choclos.

Armado de lo pedido

Con el toro bien atado

¡por Dios te juro, cuñado!

entró a frotarle el cogote

con los choclos  remojados.

Dale y  dale arriba abajo.

El toro se la gozaba

y al rato pegó un bramido

que nadies se lo esperaba.

Al afluejarle las cuerdas

con pasión y y diligencia

fue a montarse  las vaquitas

una a una , con conciencia,

No termina aquí la historia

porque sigue al otro día,

que en el aire se sentía

(Luna dijo ¡te lo juro!)

Un olor a choclo  y a ajo

que expelían ¡qué carajo!

todos los gauchos maduros.