Somos parte de un todo

Alfonzina

Observo a mi alrededor y duele. Me siento estancada en un mundo que no entiendo, del que dependo y que me resisto a abandonar. Un mundo en el que la sinergia productiva responde a un entramado extraño y pernicioso de redes, necesarias unas con otras, altamente contaminantes, destructoras y lamentablemente esenciales. La consigna de un mundo más verde, ecológico y sustentable no es más que la misma destrucción, pero con otro nombre y otra cara.

En estos tiempos, donde la relación entre la madre tierra y el ser humano colapsan, me cuestiono la (im)posibilidad de tener una conexión real con la naturaleza. ¿Cómo generar un cambio si la atención está volcada al teléfono?, ¿Cómo explicar que la dependencia tecnológica está directamente ligada a la destrucción de la naturaleza? Es absurdo protestar en rechazo a un proyecto extractivista si no se está plenamente dispuesto a abandonar las comodidades a las cuales se nos ha condicionado.

Soy tan culpable, por permitirme ser parte del maldesarrollo, porque viviendo en la era de la información y la instantaneidad, no he buscado la manera de cambiar mis prácticas. Soy tan culpable, por no haber plantado un árbol, por no ser consciente de lo que consumo, porque es más sencillo ir a un supermercado y pagar el doble por lo mismo que podría producir con mis propias manos. Soy tan culpable, por no cuidar el agua, cuando hay miles de personas sin acceso a ésta, por sentir que el mundo se detiene cuando la electricidad se corta, porque viviendo en una época donde se expresa el rechazo hacia todo, son pocos los que con actos han demostrado que es posible vivir en armonía con la naturaleza, donde uso y protección están en la misma sintonía.

Quienes nos antecedieron, consideraron que enseñar matemática era mucho más importante que saber cultivar el propio alimento, mucho más importante que transmitir el conocimiento y los saberes tradicionales, los mismos que se han ido perdiendo poco a poco y que se nos fueron arrebatados mucho antes de nacer; lo esencial se ha vuelto invisible a los ojos. Las horas en familia han sido suplantadas por tortuosos viajes al trabajo, el tiempo fluye como el agua y transita efímero en torno a largos tacos, entre personas enojadas, en accidentes, en violencia. ¿Dónde quedó el ser social?, el significado de ‘humano’, su lazo con la tierra, la unión simbiótica que los conectaba se ha fragmentado. La cualidad humana también se ha erosionado y construye con cierta distancia una relación con la naturaleza meramente estética. No la entiende necesaria, no la observa indispensable y niega constantemente su valor intrínseco.

Pero existe aún, quizá, un atisbo de esperanza. Reconstruir no debiese ser una tarea tan compleja. Observar el entorno es aprender de la naturaleza, la cual ha demostrado ser adaptativa, aprender de su evolución constante es tarea de todos, porque trascender es también la naturaleza del ser humano. Al fin y al cabo, somos parte de la naturaleza, una pieza más de este rompecabezas. Le pertenecemos, no somos amos, ni dioses, aunque hemos pretendido jugar a eso todo este tiempo.

  • Autor: Alfonzina (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de febrero de 2023 a las 09:49
  • Comentario del autor sobre el poema: Tras los incendios vivido en Chile, nace esta reflexión sobre la forma de vida que llevamos
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 47
  • Usuarios favoritos de este poema: Omaris Redman, Ed-win, C. Eduardo Barrios (Ex-Toki), Nitsuga Amano.
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