Un poquito de Cádiz...

Alberto Escobar

 

Me paré a beber 
en esa fuente. 
Ella estaba sentada,
mirándome, las piernas cruzadas,
haciendo punto de cruz. 
La miré, me prendé de su belleza,
de su frescura y candidez femeninas,
de la promesa que dibujaba su rostro. 

 

 

 

Estoy más tranquilo.
La dejé en su casa,
en el portal del número siete 
de la calle de los Tornos, en Cádiz,
mil ochocientos doce, la Pepa en ciernes. 
En la ciudad se vivía una expectación nueva para mí.
Se respiraba por las calles céntricas una especie
de optimismo de nuevo cuño cuyo significado 
no se alcanzaba a calibrar.
El alcalde de la ciudad salió al balcón para inaugurar
la semana grande de los carnavales cuando el júbilo
llenaba las calles desde hacía varias jornadas. 
Cuando llegué a la plaza de los Caldereros, frente al edificio
consistorial, el pueblo ya estaba disperso, cada uno en sus quehaceres,
oyéndose las voces de los tenderos ensalzando su producto 
y las marías regateando hasta el último céntimo —no estaba el horno
para bollos—. 
es verdad que por aquellos tiempos se gozaba de un esplendor
que antes no existía; el comercio con las Indias dotaba a los mercadillos
de prendas hasta entonces desconocidas para el común del vulgo, y lo 
accesible de su precio alentaba el deseo de propios y extraños. 
Las Cortes estaban reunidas, y desde la calle aledaña a la Iglesia de San
Felipe Neri se podía hasta escuchar, con total nitidez, la oratoria brillante
y aterciopelada de los diputados que subían al estrado proclamando
los dones que la Constitución —todavía no bautizada como La Pepa—
proporcionaría al pueblo y a la nación. El júbilo se sentía resonando 
sobre el empedrado, y yo, curioso, permanecí frente a la puerta cinco
minutos intentando entender de qué se estaba hablando.
Decidí ir a la Caleta para echar una mano a Vicente en el pescado.
La lonja, a esas horas, era un bullir de particulares y comerciantes
en busca de la mejor pieza al mejor precio; la algarabía, ensordecedora. 
Os tengo que dejar porque Vicente necesita ayuda.
Volveré en otro momento para daros cuenta de este momento. 
Buen día.

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Comentarios2

  • Miguel Ángel Miguélez

    ¿Pero por qué no? Este fragmento te atrapa desde el principio... 🙂

    Un abrazo, Alberto.

    • Alberto Escobar

      Me alegro de que te atrapé, ese era el propósito Miguel. Un abrazo hermano,

    • Isabel Beltran

      Un paseo estupendo por ese lindo Cádiz tuyo

      • Alberto Escobar

        Mío no, porque en esa época todavía no estaba yo en el mundo jajaja. Gracias por tu visita Isabel.



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