Guapondélig, Castellana Austral.

M.A. Rodrick

I
Orlada entre las campiñas, en las infaunas noches,
con faroles joyéricos, rebosantes de sueños místicos,
homenajeada, de flores enternecidas, por trasnoches,
de adoquines helénicos, en viejos portones endémicos.

II
Cúpulas catedráticas, maravillas de historia ecuatoriana,
antorcha inmortal; que fulgura, luz perenne cultural;
Atenas de casonas marmoleadas; te han llamado la decana,
aurea gloria lustral que albura, magno escudo perlar.

III
Versificación meliflua, a Santa Ana de los cuatro ríos;
cuadro magistral, cuál forraje perpetuo de colores andinos;
castellana antigua; saya señorial, bordando canos caseríos;
tradición ancestral, de inconmensurables cielos celestinos.

IV
Sinfonía inmarcesible; presea histórica, de noble vientre,
desde el valeroso vástago, inmolado en su airosa niñez,
hasta heraldos de estirpe noble, de sangre efervecente,
dejando un rezago, como temido león, cuál valiente alférez.

V
Valle florido, de estameñas pardas, y, de plomizos peñascales,
donde ornamentas de torres coronadas se alzan al universo,
enardecido, lugar ideal de antigua arqueología, apetitos joviales
de cultura sin igual, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

VI
El Tomebamba, el Tarqui, el Yanuncay y el Machángara,
cuatro austeros, de cristalino corte e inmaculado sentir,
bañan en artilugios a la pampa, donde el dorado sol llegara,
a coquetear con la Reina Austral, y, opacar todo redimir.

VII
Congratulo a Santa Ana de Cuenca, Guapondélig del Ecuador;
templo fortificado que hila su futuro desde las remansas manos,
hasta la bandera de ensueño, de carmín y dorado de esplendor,
pues el canto de todos, somos cuencanos de apasionado corazón.

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