Pintura y Poesía

Alberto Escobar

 

Ut pictura poesis
ut pictura musica. 

—la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda
Horacio. 

 

 

 

 

Ayer por la noche las calles desiertas,
las familias en sus casas 
viendo venir el nacimiento.
Ayer, de noche, casi nadie, yo,
buscando almas, algún mendigo
me deseaba una felicidad que ya tenía.
Sevilla casi para mí —y para algún viajante
deseoso de arquitectura y con hambre
de saber de lo que yo ya sé. 
Las calles no hablaban, solo algún pitido
a destiempo rompía un silencio de petardos,
algunas voces celebrando encuentros
que en otras fechas no se dan, más de lo mismo.
Acabé en la plaza de la Alameda, en un único bar
que se dignó abrir para el deambulante sin hogar. 
Allí, pandillas de jóvenes brindando al aire,
un aire frío y cálido a un tiempo, cual oxímoron
que me atrevo a recoger ahora, en este espacio.
Yo, haciendo tiempo para ir donde siempre
—no viene bien que esta fecha caiga en sábado...
Miré como por un periscopio a la concurrencia y vi
un pelo largo rizado, ojos negros, joven, delgada,
acompañada de una amiga y de un amigo que llegaría
más tarde, al lado un extraño que por el atuendo 
parecía un vagabundo pero a juzgar por el móvil 
que apretaban sus manos no podía serlo. 
Yo de pie, tomando algo, haciendo que el tiempo
se entretuviera conmigo mientras pasaba de largo.
La miraba —me gusta decir con la mirada lo que 
mi boca no se atreve, es de lo más sugerente. 
Decía que la miraba, con ganas, disimulando, 
guardando pausas para no molestar, para despertar
el interés de ella, y así fue —ella me correspondía.
Me cambiaba de lugar a manera de juego, me entretenía
ver cómo ella mordía el anzuelo —fue lo único que mordió
muy a mi pesar— y me secundaba de aquella manera
tan peculiar que tienen las mujeres, una manera que reúne
una pizca de pasión y recogimiento, no fuera que me diera
cuenta y no era menester llamar a los fantasmas.
Me gustaba ponerme en lugares donde si quería mirarme
tenía que hacer una torsión con el cuello nada aconsejable,
pero la hacía, de esa manera que haciéndola parece que no. 
Me tomé dos copas durante el tiempo que permanecí 
jugando en ese bar, en la parte externa del mismo para ser
exactos, donde colocaron unas estufas verticales para abrigo
del bebedor que se acercaba con sus manos o de espaldas,
como era mi caso y el de ella —yo iba solo con una camiseta
larga, como es mi costumbre, el frío es ya un viejo amigo. 
En un momento de la estancia, hablando con el amigo 
que faltaba por venir por el móvil y para indicarle el lugar,
se levantó y se dirigió hacia mí, como queriendo contactar
ya de una vez después de tanta miradita y decirme
algo que rompiera esa magia, que ya se cortaba de tensa. 
Solo me miró y se disculpó porque al pasar un coche en ese 
momento casi se choca conmigo. ¿Fue premeditado?
Cuando llegó el amigo se olvidó de mí, o así lo entendí.
En ese momento me retiré del lugar con la cerveza
que llevaba en las manos y me fui a donde siempre
con una pregunta en la boca. ¿Quizás si..?
Entre que el juego me gustaba y que entrar sin permiso
en su espacio me parecía una invasión, me quedé 
para mí con el qué hubiera pasado si...
Pienso que no hay que romper la magia bajo ningún
concepto, con lo que dejar la pregunta en el aire
es de lo más vital y conveniente. 
Quien no se consuela es...

P.D. No sé por qué cuento estas cosas.

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de diciembre de 2022 a las 12:14
  • Comentario del autor sobre el poema: Me está dando por escribir en plan diario, no sé, quizás le he encontrado el gusto a expresar por escrito, a modo de conjuro, aquellos sentimientos o sensaciones que se me han quedado en el tintero, como si tuviera la necesidad de defecarlos para quedarme en paz; no sé...
  • Categoría: Fecha especial
  • Lecturas: 42
  • Usuario favorito de este poema: Lucía Gómez.
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