Voz sin eco-.

Ben-.

Mientras en breves esquelas

se aproximan los fusilamientos.

Seres incongruentes que amenazan

ruina, decadencia, hostilidad, desmembrados.

En la laxitud de un miembro opaco

con su verosímil espacio lleno de lodo

y esta tristeza recurrente de poblar los ecos,

la voz instaura su reinado polar.

Yo, más adentro de mí mismo, reino

sobre sollozos y placentas, lo retirado

del sueño: su propia averiguación.

Convergen en mi mirada, los rayos

de un sol crepuscular, las formas incesantes

de una luz inacabable, donde instilo

los materiales de mi obra perpetua.

 

 

II-.

 

Pletórico y renuente, en la membresía,

conservan huesos y ataúdes disparados.

Osamentas de pretéritos sueños, sombras

ecuménicas de bolsillos vacíos. Su propagación

recupera las enésimas torceduras de pata.

Admito secuaces de ladrones, formas inacabables,

de aquellos que horadaron, el exordio implacable.

Meto el hocico, en todos los baños públicos:

soy de la congestión, su particular emblema.

 

 

III-.

 

 

Allí allí donde gobiernan

lodos y aplastamientos de cráneo,

donde suceden globos terráqueos,

se aproximan esquifes solitarios,

y la guerra no es sino una acentuación

del canto. Allí allí donde

las estructuras no perciben su medición

exacta, y los guardas acogen senos de maltrechas

apropiaciones. Allí allí

donde se suceden los lastimeros ojos golpeados,

marchitos, entregados

a las flores del subsuelo-.

 

©

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