Razón de la Vigilia (Benito Acosta)

Carlos Andrey Vargas Araya

Yo repaso mis años y recuento
los días y las horas instaladas
en mi respiración y observo algunas
costumbres de vivir donde habitaban
entonces emociones. Pero algo
transfiguraba mis fotografías
mientras faltaba tiempo para todo
y esperaba los rostros y paisajes
a pleno sol o en bares de relojes
lentísimos, y fui llenando toda
mi estatura de mí penosamente
hasta llegar a respirarme en días
de cielo tan glorioso que flotaba
sobre la mansedumbre de las nubes.
 

Después vinieron días destinados
al olvido global con argumentos
esenciales salvados en pateras
de consistencia milagrosa, días
de vigilante voluntad de ser
en medio de la asfixia, de sentirme
fuera del huracán sin voz ni voto,
o tan sólo con voz tal vez, ahogada
por gritos en papeles que la tierra
conduce, inexorable, al primigenio
limo.
 
Y, en tanto, laboraba algo
la arcilla de mi piel con comisuras
irreversibles y algo convocaba
en mi interior a ausencias sin remedio.
Eran días iguales. Maravilla
pensar que tantas cosas sucedieran
dentro y fuera de mí; que algo, de pronto,
sin historia aparente, comenzara
a fallar, el oído, la columna,
la vista, la tensión, y en el espejo
era difícil designar al niño
que se asombró del rostro que guardaba
desconocidas cifras en sus ojos.
 

Ahora en mi tertulia se ha sentado,
silenciosa, la muerte. No sostiene
conversación alguna ni demuestra
sentimientos ni prisa. Está presente
y mira o no y escucha o no y observa
no el reloj de todo lo empezado
para poner tan torpemente a salvo
tanto dolor de noches intentando
dictar a mis papeles cómo arde
todo mi ser de enigmas amorosos
y terribles, y miro en vano el ceño
de su rostro –ya sé que, sin que valga
apelación, pronunciará mi nombre
y todo quedará inconcluso– y diluye su presencia
en el trajín del día.
 
 
Yo por eso
perfilo el inventario de mis calles,
silencios, olas y constelaciones;
anoto luz por luz todas mis horas
y nube a nube los atardeceres
más lejanos y siento que es un campo
sagrado, un equipaje que no tiene
ninguna otra criatura, y que no puedo
dejar a la intemperie de la muerte.
  • Autor: Hugin & Munin (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 27 de noviembre de 2022 a las 15:33
  • Comentario del autor sobre el poema: Razón de la Viligia de Benito Acosta. Para que disfruten como yo lo he hecho al leer esta obra maestra. Enjoy it😊
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 27
  • Usuarios favoritos de este poema: Omaris Redman, alicia perez hernandez.
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales


Comentarios2

  • Carlos Andrey Vargas Araya

    Reseña:ACOSTA GARCÍA-QUINTANA, BENITO
    Benito Acosta (Zalamea de la Serena, Badajoz, 1937) es sacerdote y poeta. Es autor además de una importantísima obra de reflexión y de estudio sobre lo sagrado y sobre las sagradas escrituras mismas. Su obra ensayística mayor la constituyen sus Ensayos sobre el Nuevo Testamento, una monumental obra que consta de 11 tomos, publicados la mayoría por la editorial Manantial entre los años 2011 y 2015. Su devoción por la poesía está plasmada igualmente en los más de treinta títulos publicados a lo largo de sus casi cincuenta años de dedicación. De esta ingente producción poética destaca el ciclo Oráculos para días inciertos (1992), compuesto por cuatro libros. Otros títulos destacados son: Lecciones de cosas (1987), Cosmografía Provisional (1998), Cántico rodado (1991), Humano tiempo (2006) o Auronzo di Cadore (2012). En esta misma editorial publicó en 2003 su libro de poemas Costumbre de vivir. Al igual que sus ensayos y sus estudios, la poesía de Benito Acosta está atravesada por una honda reflexión sobre el significado del mundo en contraste con la dimensión sagrada del ser humano

  • Carlos Andrey Vargas Araya

    Costumbre de vivir
    Benito Acosta Garcia-Quintana
    Editorial: Ediciones de Aqui, 2004



Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.