¡FUE A BUSCAR LAS LLAVES A UN HOTEL DE CITAS! Anécdota de trabajo

argentino nadies

Hacía poco que Julio había ingresado a la compañía. Se notaba su apego a la disciplina y el trabajo. También su gusto por las costumbres de la vida militar, que incluía la celeridad en la acción.

Formaba parte en esta ocasión de una cuadrilla que se dirigía a la subestación La Plata. Cuando al fin llegaron y el chofer detuvo la camioneta, antes de que nadie se lo encomendara, Julio salió disparado en busca de las llaves de acceso a la sala de Telecomunicaciones.

Los demás integrantes, que ya conocían la consabida rutina de detención en el almacén para aprovisionarse de alguna comida ligera para el día, no repararon en la trayectoria del nuevo compañero. Sólo el chofer, que había decidido ese día no comprar, una vez que los demás hubieran bajado del vehículo, alzó la vista y reparó en una curiosa situación.

Junto al almacén, donde solían comprar galletitas, yerba, fiambre y pan, la figura solitaria de Julio se apostaba junto a la puerta de servicio del edificio lindero.

Casualmente, allí funcionaba un hotel de albergue transitorio. Que, al no contar con ningún cartel, y por tratarse de la parte lateral y secundaria del mismo, solo ofrecía una puerta de servicio.

Ya había tocado insistentemente el timbre, aguardando a que personal de la guardia de subestaciones le franquease la puerta. Para su sorpresa, vio asomarse con cierto desdén a una mujer mayor, con un balde y un escobillón. Vestida de la habitual ropa color celeste para realizar limpieza.

Sin caer en la cuenta de su error, Julio intentó progresar en su propósito, e intentó ingresar al edificio para hablar con el encargado.

Fue entonces cuando la buena señora le explicó, con paciencia y firmeza a un tiempo, que ese lugar no era una subestación eléctrica, sino un hotel de citas.

Mientras tanto Argentino el chofer, sin quitarle la mirada al curioso diálogo evitaba reventar a carcajadas dentro de la camioneta.

Julio volvió ofuscado al interior, y avergonzado se la tomó con el chofer, que ya no podía disimular sus risas, por no haberle advertido de su error.

Mientras discutían acaloradamente, los demás regresaron de sus compras. Al enterarse de lo ocurrido, todos comenzaron a reír con verdaderas ganas, imaginando al nuevo compañero abriendo imprudentemente la puerta de alguna habitación en busca del encargado de la subestación...

 

 

  • Autor: argentino nadies (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de noviembre de 2022 a las 14:11
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 20
  • Usuario favorito de este poema: alicia perez hernandez.
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