La extraña historia de un ascensor...

Esteban Mario Couceyro



El ascensor, como un ser desesperado, recorre su hueco, el único mundo que conoce. Espiando en cada agujero, buscando en la angustiosa ausencia de cada nivel. 

El zumbido rumoroso de su paso, en armonía con el silencio, se pauta con los chasquidos de los relés. Por fin, en vertiginoso descuelgue, se dirige al bajo…, un breve silencio, las puertas laten, palpitan y se golpean, en sucesivos cierres. 

El largo silencio me abruma, hasta que el rumor sube dejándome una inevitable sensación, que por mi cuello asciende en un dolor que oprime. 

El ascensor, se detiene en mi nivel, parándose sin su rumor, el silencio se espesa, cargando mis hombros hasta que no resisto más y voy a la puerta, abro y no encuentro a nadie.

 

Regreso a mi lugar y por detrás el ascensor zumba aburrido hacia el último piso, dejándome nuevamente solo.

Miro alrededor, entre las penumbras de la habitación…, mi lugar, mis cosas. El sillón donde me sumerjo en la seguridad que brinda todo lo que formó la vida de mis padres y mi propio recorrido por la vida.

Siento nuevamente al ascensor, en su constante e inútil recorrido…, hace ya una semana que el edificio fue desalojado.

Todos los vecinos, se fueron, supongo que alarmados por el comportamiento del ascensor y su incesante ir y venir, absolutamente vacío.

El sistema, fue revisado por los técnicos y no encontraron falla aparente,

pero en ese punto comenzaron los infortunados accidentes, donde algunos vecinos, cayeron por el hueco del ascensor, en forma inexplicable.

Me aconsejaron abandonar mi departamento, pero me niego a pesar que el ascensor representa algo que temo, dadas las circunstancias.

Cuando debo salir, utilizo las escaleras y cuando lo hago, siento al ascensor trasladarse enloquecido en la prisión de su hueco.

En las noches de insomnio, que son todas, mientras siento el incesante traslado del ascensor, pienso en qué pasó para que ese artefacto, se comporte de esa manera.

Recuerdo, que la última vez que lo abordé, mirándome en el espejo, noté que no se reflejaba mi imagen, me llamó la atención y me acerqué al espejo, viendo reflejado el interior, con la vecina del segundo “C”, yaciendo en el suelo del ascensor, con una expresión de marcado estupor.

Me asusté mucho y no se lo pude contar a nadie, que un día antes de ese encuentro, descendiendo en el ascensor, este se detiene en el segundo piso y al abrirse lentamente la puerta, sube la vecina del segundo “C”, tan hermosa como siempre y tan distante de mi.

Tras el saludo, ella se puso de cara al espejo, mirando como se mira un lejano horizonte. Ostensiblemente evitaba hablarme y no forcé el dialogo. Al llegar a plata baja y abrirse la puerta, esperé que ella saliese primero, pero no lo hizo y fue así que yo abandoné el ascensor y nunca más la vi.

Desde ese momento, el ascensor comenzó su extraño comportamiento, sumándose la desaparición de la vecina del segundo “C” y los lamentables accidentes de los vecinos del quinto”A” y tercero “D”, que originaron el éxodo forzado de todos los vecinos.

Personalmente, permanezco aquí, paralizado por el miedo, en absoluta soledad, mientras el ascensor, lo controla casi todo.

 

 

  • Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de octubre de 2022 a las 12:28
  • Categoría: Surrealista
  • Lecturas: 35
  • Usuario favorito de este poema: Haz Ámbar.
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