MADRE

Luisa P

Recuerda la sensación de agradecimiento, que le hizo tener el saber que sería la madrina, nadie le podía quitar la sensación de que iba a convertirse en la tía favorita, la que lo malcriara y le diera consejos, la que le ayudara a salir de los problemas, jamás imagino estar en la posición en la que se encontraba, nunca quiso el papel de madre de esa pequeña criatura que ahora solo la tenía a ella, y debía ser fuerte, no podía dejarse llevar por el dolor de perder a sus amigos, casi sus hermanos, aún recuerda la llamada que le cambio la vida, se supone que serían solo una pocas horas, en lo que ellos iban y volvían, pero… Nunca regresaron, ella tuvo que reconocer los cuerpos, tuvo que verlos tirados en la calle, se sintió perdida, no podía ser cierto, tenía que ser un chiste de mal gusto, no a ellos, estaba en shock, a punto de gritar hasta vaciar su voz cuando sintió el llanto del niño que dejo en su coche, eso le devolvió de golpe la cordura, para recordarle que él si estaba, que la necesitaba, que acababa de quedar huérfano, con solo ella para cuidarle, debía moverse, sacar fortaleza de donde fuera, no lo podía dejar solo.

Desde ese momento si vida dio un giro de 180°, cambio la bebida por teteros, las salidas a bailar por salidas al parque, las idas a cine por controles médicos, tuvo que dejar mucho de lo que era antes, para centrarse en él, tuvo miles de momentos en los que sintió que no podría más, que fallaría en la tarea y aun así continuo, fue a miles de reuniones de padres, estuvo presente en cada uno de sus pasos, en el primer diente que se le cayó, la primera pesadilla que tuvo, cuando ganó el premio de atletismo, (irónico, pues su madre a penas y trotaba cuando salía tarde a una cita), en su primera pelea, con su primera novia, graduándose del colegio y de la universidad, sintió que estaba haciendo un buen trabajo, que el dolor del pasado había valido la pena, que su hijo… si, su hijo, era su hijo desde el mismo momento en que se hizo cargo de él, se había convertido en la luz de su vida, pero se equivocó, creyó alejarse de todo dolor, que la vida le sonreiría indefinidamente, olvido que todo cambia de un segundo al otro, que un pequeño lunar salido de la nada, se podría convertir en el monstruo más atemorizante de todos, lo vio en sus terapias, lo vio perder el cabello, la fuerza, la vitalidad, volverse retraído, callado, dejo de sonreír, pues le faltaban fuerzas, lo vio apagarse poco a poco, vio cómo su piel se volvía blanca y apergaminada, vio al médico negando con la cabeza mientras su corazón se rompía, el mismo día que debió ser su boda, él estaba en sus brazos, con sus últimas fuerzas, mientras lagrimas corrían por sus mejillas y le mojaban el pecho a su niño, él la miro, le dio un débil apretón en las manos y con la garganta seca, en casi un susurro pronuncio a últimas palabras que diría en su vida

– Gracias mamá, te amo – le dio una sonrisa cálida, como las de antes

– Te amo hijo – le respondió devolviéndole la sonrisa y acariciándole su cabeza – duerme, estaré allí cuando despiertes – Fue su último adiós, antes de que se soltara su agarre y su pulso se desplomara, el dolor de antes no fue nada comparado con aquel, sintió su corazón roto, recordaba estar llorando tendida en el piso, sin más ganas de luchar, no quería sufrir más, pero se lo había prometido días atrás, “Luchare, seguiré adelante, lo prometo”, esas fueron sus palabras y como siempre por él lo haría, por él viviría, aunque se le desgarrara el corazón cada vez que volviera su recuerdo

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