FUE A LLENAR LA PAVA PARA EL MATE...¡Y TERMINÓ INUNDANDO EL EDIFICIO! Anécdota de trabajo

argentino nadies

Hacía poco que Jorge había llegado como contratado al edificio que concentraba al sector de telecomunicaciones.

Por lo general solía mantenerse en el interior de su camioneta, sin bajarse a conversar con los otros choferes, aguardando a que el personal del área para el que prestaba sus servicios bajara a abordarlo en la playa de estacionamiento.

Al cabo de algunos días, y habiendo ya ganado confianza, observando la habitual costumbre de la mayoría del personal de tomar mate por la mañana, decidió dar el paso hacia ese menester, para acortar la espera mientras aguardaba la salida de aquel día.

Como conocía poco y nada las instalaciones del edificio, decidió consultar con la primera persona que se cruzó en su paso. A quién solicitó pudiera indicarle donde obtener agua confiable para el mate. Esto debido a que ya estaba prevenido de que en algunos sitios de la compañía el agua no era potable.

Recorrió cansinamente la corta callejuela del interior del edificio, que permitía el acceso vehicular. La misma concluía luego de una veintena de metros, en una pequeña playa de estacionamiento improvisada en el patio abierto del mismo.

Con el afán de encontrarse con el dato preciso que facilitara su propósito matinal. Y cuando no hubo recorrido más que unos pocos pasos, pronto halló a un trabajador, quien desde el taller de la planta baja emergió enfilando hacia la salida.

Con un breve y altisonante saludo, Jorge concretó su propósito de captar la atención de Roberto, ya que de él se trataba.

Quienes le conocían, sabían que detrás de ese porte serio, y de su andar sobrio, Roberto era un reconocido bromista, que incluso solía ser temido por las chanzas que gastaba a sus propios compañeros. Tenía la habilidad y agudeza necesarias para lograr que una situación trivial se transformara en diversión ocasional, que luego todos celebraban.

Jorge, sin conocerlo, se animó a interceptarlo ni bien éste hubo transpuesto el umbral del taller. Luego del necesario saludo protocolar, y no sin un poco de vergüenza, pues ignoraba si su pedido era correcto en los términos de las costumbres allí establecidas. En rigor hubiera deseado que el hombre perteneciera al grupo de trabajadores que habitualmente él solía transportar. Sin embargo, viendo que otros choferes tomaban mate sin ninguna objeción por parte de los demás, y a la vista de todos, entonces con su voz entre trémula y temblorosa preguntó: ¿De donde puedo sacar agua para el mate?

Roberto interrumpió su marcha y se volvió hacia él, y con aire distraído, simulando estar desconcertado con la pregunta, indagó a su vez con una nueva: ¿Perdón, que necesita?

El chofer, sin saber si había cometido alguna imprudencia, decidió dar un preámbulo a la situación, y pasó a explicar que era contratado como chofer, para el área del taller de audio. Que hacía poco que estaba allí. Y no sabía de donde podía servirse agua para hacerse unos matecitos, mientras aguardaba a los compañeros de viaje.

Con un gesto expeditivo y conciso, Roberto avanzó unos metros en sentido hacia la salida, y antes de llegar al acceso a los vestuarios, le señaló a Jorge un gran grifo a mano derecha, al tiempo que le aseveraba con total acento de seguridad: -Saque de allí, ¡esa es buena!

Dicho esto, y apenas Roberto se hubo retirado del lugar, con paso campechano y confiado Jorge se aprestó a completar su tarea. Colocó la pava de aluminio bajo el grifo de metal brillante, y no sin poco esfuerzo comenzó a abrirlo. Al principio la manivela ofreció resistencia. Así que prevenido de que debería emplear más energía, giró la misma empleando toda la fuerza disponible en su brazo derecho.

De repente un fuerte chorro de agua, como de dos pulgadas de diámetro al menos, y con gran presión le hizo volar de la mano el culinario elemento de calentamiento. Lo primero que se escuchó fue el golpe de la pava rebotando sin solución de continuidad contra el piso de adoquines. El primero en asomarse desde la garita, fue el personal de seguridad patrimonial, que, sorprendido por el ruido primero, y del emergente chorro de agua después, no atinaba a saber hacia dónde correr.

Jorge con toda su ropa mojada saltó a un lado luego de recibir el golpe de agua fría, y tras unos instantes de estupor, reaccionó sonrojado intentando cerrar la válvula del sistema anti-incendio. Halló que la misma, una vez accionada era muy difícil de cerrar, así que optó por retirarse del lugar hacia el fondo, y tras una breve carrera se encerró dentro de su vehículo. Sus ojos desorbitados expresaban su sorpresa, desconcierto y desazón. Al mismo tiempo, miles de litros de agua llenaban la callejuela de la planta baja, de cordón a cordón. Y desde las oficinas comenzaron a asomarse cabezas intrigadas para apreciar lo ocurrido.

Muy pronto cayeron en la cuenta de lo que estaba pasando, y las risas comenzaron a brotar por todos los rincones del edificio de 4 plantas.

Todo sucedió en un breve lapso de tiempo. Y antes de que alguien atinara a cerrar el grifo, toda la reserva del sistema se vació en unos minutos.

Ahora formando violentos remansos flotaban todo tipo de artículos; bolsas, tachos, botellas, saliendo en franca retirada hacia la menor pendiente. Por fortuna, había un sumidero de aguas pluviales en la vía pública, a pocos metros del edificio de Montevideo 919. Lo que evitó que el incidente cobrara mayor envergadura.

Roberto, quien se dirigía hacia el quiosco más próximo a comprar cigarrillos, con cierta mueca irónica en la comisura de sus labios alcanzó a salir del edificio unos momentos antes de que el chofer accionara el grifo. El ruido, los gritos del propio Jorge, y los borbotones del chorro de agua le confirmaron que ese día había cobrado una nueva víctima….

18 DE ABRIL DE 2022

  • Autor: argentino nadies (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de mayo de 2022 a las 15:46
  • Categoría: Humor
  • Lecturas: 27
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