Delator

Margarita García Alonso

La tira de seda en la blancura del ojo,

el iris como peonía

rasgada sobre la creencia.

 

El puñal, aquel puñal

de puño en madera

donde tallamos iniciales,

pulido el interior con letras

de labriego en celo

el puñal que surcaba mi espanto de matar,

mi secreto de rea

ha aparecido sobre el mantel

de la vieja que lleva cuentas

en casa del inquisidor.

 

Este silencio de amanecer presagia atropello.

El agua caerá -si existe corredor

también existe laberinto-

pero es solo pasillo sin escapatoria

en un apartamento gogolizado 

para dejar seña en el universo.

 

Con ese puñal raspo el muro de cuarzo

donde escribo:

 

sálvame, sálvense

 

entre escandalosos pensamientos

que corren como blues de N. Orleans,

en sordina descompuestos

mezclados a otros ritmos,

a otros pensamientos.

 

Me han expuesto como mal ejemplo

y la uña partida cae, desgarra la tierra

-es perceptible el hueco-

en forma de madriguera

esconde al conejo

y a los a ratones de invierno.

 

Por necesidad,

por hambre

por miedo

la anciana ha entregado mi cuchillo.

 

Después regresa

con el pelo electrizado,

desde entonces no duermo,

estoy como ella,

en espera del golpe.

del cuaderno El centeno que corta el aire, Betania, 2013

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