El triste oso gordo solitario

Ed-win

El oso despertó de su hibernación

 a una primavera que él sabía 

que  ya  no podía disfrutar.

Estaba atrapado 

por su propia circunferencia, 

en su propia cueva,

 donde no quedaba nada más

hacer que morir.

Sus patas  eran tan cortas,  

en comparación del cuerpo

 hinchado, demasiado débiles

para moverse, 

solo eran lo suficientemente fuertes

como para desear y soñar.

Un día pensó en aventurarse,

salir a la cálida luz de primavera,

volver a la felicidad 

donde abundaba 

el zumbido de las abejas.

Donde el podría ver una vez más

a la hermosa abeja reina,

pero por desgracia;

 el oso nunca podría abandonar

 su cueva de tristeza.

Desde esta prisión eterna,

  él quería poder decir

a la abeja reina

 que él lo lamentaba, 

y se había dado cuenta de su error.

El oso en su glotonería cegadora

 había destruido la colmena de la abeja

 y sufrió  de ese  exceso del

 hombre rico, aburrido

 y disgustado con su riqueza.

El oso quería prometerle a la Reina

que lo haría mejor, 

qué sería diferente.

El la cuidaría y protegería

hasta que el muriera,

 porque no quería vivir sin ella.

Pero el oso sabía que nada más

 él podía soñar con todo esto.

Soñar con su reina y su colmena,

la que daba la cálida luz

 de la primavera,

 la luz que quería sentir

una vez más.

La luz que  permanecerá

solo en su mente, para siempre. 

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