Aprender a Querer

Ella

Querer

hablan todos de querer,

¡Acaso sabrán lo que es!

Querer no es que te den bombones o rosas,

querer es algo que no controlas,

que ni inicias ni frenas.

Pero qué sabrán de querer, 

si no sirven para querer,por ello te consume.

Que sabrán que se siente,

si ya nadie se arriesga a sentir

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Comentarios1

  • César C. Barrau

    Querer, si es que te quiero, es por dignidad el sentir que te quiero y por digno de ello, te quiero, más que por cualquier otra cosa, te quiero.
    Ya que digno me siento al quererte, porque digna de quererme te siento.
    Ya que el corazón es la voluntad, y mi corazón está encarado al tuyo, y tu corazón está encarado al mío, mientras la voluntad sea, es y sigue siendo lo que de la voluntad se ha producido.
    Por tano, querer, lo que es un verdadero "te quiero" no es más que eso: un te quiero sin necesidad de argumento, tal cual el corazón lo expresa, pues el corazón es la voluntad.

    Este también me gustó mucho.

    Saludos. Gracias!

    • Ella

      Hola César.
      Tu lo has dicho, lo que es un verdadero te quiero. Pero creo que a veces algo que el corazón expresa por mucho que no queramos acabamos argumentándolo para encontrarle el sentido o lo que creemos que podría darle sentido, entonces ¿crees que dejaría de ser un verdadero te quiero por intentar explicarlo?

      • César C. Barrau

        Hola Ella,

        Al contrario. Creo sinceramente que argumentar el amor que se produce y practica \"entre dos personas\" (buscarle lógica [argumento válido] a la pareja sentimental del tipo que sea) es la vía más práctica para valorar y calificar su verdadera constitución, pues en sí mismo, el amor entre dos personas establece un fenómeno que es atributo y produce causa y efecto.

        Dicho atributo es el producto de dos voluntades, por tanto, es un objeto variable según las voluntades se expresan en devenir (en forma, intensidad, calidad, et.). Te quiero es una expresión que declara una intención. Te amo sería lo más justo a expresar, pues no declara un interés explícito. Pero “te quiero” no deja de ser una expresión cultural que se expresa de forma incondicional y que engloba “te amo” y “te deseo” en una sola alocución.

        Si atiende a una norma de las cualesquiera culturales; es decir, si el argumento es para dar sentido al compromiso que por “voluntad mutua” se está generando, dicho “te quiero” está condicionado a tal norma o paradigma cultural, el cual se asienta en unos valores y principios que ambos practican, respetan y por los que se desarrolla cierto sentido del deber, el cual, a su vez, les permite construir el fenómeno (su vínculo) de forma y manera que el propósito se aprecie desde ambos mundos (subjetividades) como un objetivo a cumplir y por el que se dan en común acuerdo. Esto les permite, no sólo desarrollar un proyecto común por el cual sentirse motivados, sino la oportunidad de enmienda en caso de apreciar, en cualquiera de las partes, un sentido diferente al propuesto en común y que en parte constituye el compromiso (promesa común), ya que el crecimiento personal (profesional, social, etc.) es en cada individuo uno muy íntimo y particular, y desde su propia estructura personal condiciona la variable que, junto a la otra parte que a su vez crece igualmente de forma particular, constituye el fenómeno que significa su amor “oficial” (pareja del tipo que sea); en fin: familia.

        En mi investigación personal llegué a la concluir una hipótesis que formulo en forma de axioma: “el amor es, en mayor medida, el reconocimiento de lo propio en lo ajeno y viceversa”. Partiendo de esta base establezco que un ser en esencia, a lo largo de su vida, construye una estructura sobre sí que define su identidad entre “los suyos” y ante su entorno, de la cual surge su personalidad y carácter; esta estructura no deja de ser, en parte, una “fortaleza” que protege al ser esencial (su más sentido íntimo de ser: su particular ser en cuanto a ser; su propia naturaleza) de los peligros y desafíos que en su entorno se producen y de los que es parte activa, inherente, e, incluso, congénito, por pertenecer a dicho entorno como uno de sus constituyentes. Eso le lleva a olvidarse de sí mismo en esencia, y, según la hipótesis que planteo, al vincularse sentimentalmente con otra persona (igualmente fortaleza de su propio ser en esencia) reconoce su propia naturaleza en él (el otro/a), y, en su propia persona, reconoce una naturaleza que no es propia y por la que se reconoce a él (el otro/a), al mismo tiempo.

        En este sentido es el amor. Eso pienso. Descubre el alma de las personas o cosas de forma contemplativa. Contemplo ([con][templo]): común sagrado. El amor verdadero, bajo la teoría que desarrollo, es contemplativo y permite descubrirse a uno mismo en el otro y al otro en uno mismo, de ahí que se tiende a cuidar del otro por encima de uno mismo, ya que lo que se siente del otro en uno mismo es motivo de expansión. Y eso conlleva No pocos problemas, ya que, de no argumentarse y acordar la forma y desarrollo de la relación; es decir: de no consolidar el compromiso en forma de constitución convenida (lo cual genera un acuerdo, un acorde; en fin: cierta armonía) lo que se suele producir es un efecto destructivo de dichas esencias, por causa del egoísmo o la falta de empatía que producen falta de comprensión, algo que lastima profundamente a las partes en su esencia; lo cual deriva en un sentimiento de traición.

        En fin: a mi parecer, argumentar el amor es de vitral importancia. Ya que todo es en devenir, incluso aquello que parece “hecho” no deja de hacerse, por tanto, requiere de comprensión constante si es que se quiere como se expresa que se quiere. Querer bien es comprender qué se quiere.

        Espero no haberte dado mucho la chapa.

        Saludos poeta.

      • Hay 1 comentario más



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