SEGUNDA NEGOCIACIÓN

Raúl Voltavayeros

SEGUNDA NEGOCIACIÓN 

 

En virtud al acuerdo entre el sindicato

de perdedores y los dirigentes

de América latina, con especial cuidado

en las cláusulas

donde se destaca el hecho de continuar con la derrota

por un ínfimo reconocimiento del Estado,

nosotros, el otro sindicato,

el de vuestras pesadillas,

el que aguarda en las selvas de la Amazonia,

en las calles de Colombia,

en las periferias del Cuzco,

en el corazón mismo de Buenos Aires,

en las tiendas y las oficinas hondureñas,

en la oficialidad del ejército boliviano,

en las carreteras y las minas de Chile,

en las cárceles paraguayas,

en los barcos y las universidades de Venezuela,

en las iglesias y en las cornisas de los edificios

apuntando, esperando una sola señal

¡una sola!

resolvimos entrarles a tiros y chingarlos.

¿La razón?

Leoncia Pérez, madre de “Tunecito”,

ayer se murió de hambre a sus 92 años.

 

No solo eso:

a la población El Progreso la incomunicaron 

para que nunca se supiera sobre la matanza, 

veinte años atrás,

de treinta obreros en las canteras de azufre.

 

Entre otras cosas:

pusieron precio y cruces

a la educación de nuestros hijos

pasándose a Rousseau por las pelotas,

lo que vendría a ratificar que,

la Revolución francesa y la Declaración

de los Derechos del Hombre

para ustedes significó

una maldita y latosa materia que leyeron en el colegio

cuando todavía había esperanza

de que no fueran unos hijos de puta

como sus padres y abuelos.

 

Además:

vuestras gestiones de tinterillos masones

y tarugos

permitieron la entrada a los corsarios de Europa

y a ese maldito buitre que se cierne

sobre nuestras cabezas,

día a día,

con su atractivo irresistible,

con la simplicidad capitalista de un cuadro de Warhol,

con su “speaking english”,

con su alter ego a la cart,

y aquí a los chiquillos les salen espinillas,

comen marraquetas con mantequilla;

se pintan el pelo porque nunca ha habido

una inteligencia capaz

que les enseñara a pintar sus nombres

con letras doradas

en la alta frente de su identidad.

 

*

Mis camaradas,

dispuestos a lo que sea cuando 

otra Leoncia Pérez muera 

porque un corrupto hombrecito de la capital,

que engaña a su jefe, que engaña a su vez

a un tal Mr. Horton, de Ohio,

que para no ser menos engaña a sus socios,

ligados todos a la venta de drogas y armas homicidas,

cuando otra Leoncia Pérez se quede sin comer

porque a “Tunecito”,

como lo llamamos de cariño sus compañeros

de la vez que se trepó a sacar tunas

y lo único que consiguió fue

una tan pequeña como los testículos de un gato,

cuando a otro Tunecito lo echen a la calle

por reclamar una indemnización

con que alimentar a Leoncia Pérez, su madre,

que mientras a él lo fajaban en la trastienda

de una fábrica,

ella no había comido hace tres días,

y que cuando Tunecito llegó, irreconocible,

borracho y derrotado,

la muerte ya la arrullaba tiernamente

sobre sus piernas de oro invisible…

cuando pase eso,

cuando a ustedes se les caigan los pantalones

(y ahora las faldas)

al clamor de la unidad,

y saquen viejos tratados de límites

para justificar los lindes que pusieron los burócratas

del pasado

y no las generaciones americanas de hoy,

separando así las piernas, el tronco y la cabeza

de todo lo que es el continente americano…

cuando pase esto,

cuando se declaren neutrales

ante las invasiones de los bárbaros marines,

cuando vuelvan a sitiar Cuba, cuando traigan a Chile

a otro gorila homicida

y en Europa sigan bebiendo té y recibiendo exiliados,

pintando cartelitos de la época de los hippies…

cuando usted, usted o usted

no se juegue hasta el cuello

por la completa defensa de Tunecito y de su madre,

de Leoncia Pérez que se murió de hambre,

vecina del profesor asalariado,

del chofer taciturno

adicto a la cocaína para amanecerse en los caminos

y entregar a tiempo su carga

en los mercados donde el siútico, el dispar cliente

alimenta el orgullo de la mayor de las muertes

que es la muerte

de la fraternidad y la sencillez humana…

cuando eso ocurra,

habremos tantos de nosotros en las calles,

en las selvas, en los ejércitos,

en los congresos, en las iglesias,

en las trincheras, en las fronteras,

en los caminos, en los barcos,

en las plazas, en las cornisas,

en las calles y las grandes alamedas…

que entonces lamentaréis haber jurado

sobre la bandera

de nuestro pueblo traicionado. 

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Comentarios2

  • Martha patricia B

    Extraordinario me inclino ante este testamento de real y válida protesta. Gracias por publicarla.

    • Raúl Voltavayeros

      Agradecido de sus palabras. QUIERO TAMBIEN LEER SU TRABAJO. Un abrazo enorme.

    • Aida ☘️💟💥💫

      Cuánta verdad! Un manifiesto poético corajudo, de aplaudir y aliarse al mismo. Un abrazo

      • Raúl Voltavayeros

        Me alegra sinceramente que le guste. Que el sol la aleje siempre de las sombras. Un abrazo.

        • Aida ☘️💟💥💫

          Siempre voy de cara al sol. Muchas gracias



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