Pajareras y sueños

Edgardo Benitez

Del poemario Pajareras y sueños.

.

.

.  Cuando muera el tiempo 

y muera yo, 

morirán ellos también.

 

 ¿Y a vos cómo te mataron? ¿o quizás mataste?

Acaso te perfumaron los ojos con ajos,

o solo te rellenaron la boca con la cruz de la luna.

 

El murmullo del bosque depende de tu aspecto,

de tus dedos inmóviles,

tu cabeza separada.

 

Los árboles sollozan,

arrastran sus ramas,

orinan por sus raíces.

 

Y adentro de la tierra,

con gusanos,

con cucas.

 

Las culebras, los pájaros,

 platican adormecidos,

resguardados por discursos.

.

.

Quién podrá  arrullar al Viento que incesante, irreflexivo corre por el valle arrastrando todo a su paso, dando empellones por doquier como  ente insensato. 

 

¿Qué es lo que buscas, Viento? ¿qué es lo que deseas decirnos? ¿Has perdido a tu querencia y la buscas sin cesar, has perdido un hijo, un amante? Oh, Viento, ¿qué es lo que te sucede? te percibo sin escuchar voces ni lamentos. O es que esperas encontrar la férrea voluntad de un mesías,  o la intangible fuerza de un gigante. Posible esperas encontrar la  quietud de la montaña, la discreción de la palabra amiga, la suavidad de una caricia, o pretendes percibir  la inmortalidad de una profecía sentida en la transparencia de un poema. 

 

¿Sabes acaso de la humildad de la hormiga? ¿conoces acaso del cariño de la mano curtida del campesino? Dime, viento,  ¿qué es lo que buscas?

O es que escudriñas acaso el tesón caprichoso de un crío. 

 

 

 

Oh, viento, ¿podrá quizás aquietarte el incólume tono de voz de un anciano, o la simple alegría de la soledad  que inspira  un instante de silencio?

A veces pienso que te mueven los afectos del férreo pensamiento humano que tan solo pretende  el arrullo  del alma del viento mismo. No lo sé.

 

Si te mataron, serás emblema, 

si me mataron, seré olvido,

y nada más.

 

 

No camino por el bosque buscando un estanque,

solo sigo el rastro que deja el río.

Los rápidos son enérgicos y asesinan a cualquiera.

También los acantilados asesinan a cualquiera.

 

Los animales, celosos observan:

los patos, los lagartos,

las hormigas coloradas suben un árbol.

Las mazacuatas niños, vigilados por su madre,

comen   un conejo.

Pobre conejo comprimido.

.

.

 Las palabras encontraron

al fin,

el divino cauce de palabras.

Con suavidad las llevaba

hasta el mar de palabras,

pulcro y profundo mar de palabras.

 

Retozando con ellas,

las anidaba, las arrullaba, las nutría,

vivían y soñaban.

Alegres se clavaban en sus aguas

y recogían algas y peces de palabras.

Pero faltabas tú,

tú que también eres palabra.

Al fin,

te encontré,

escondida,

detrás del ignoto follaje de palabras,

jugueteando a soñar,

jugueteando a pulir estrellas 

en la frente de todos,

empapada y sin ropa,

danzando y cantando trinos,

como siempre te he visto,

sobre versos esparcidos, 

sobre tierra de palabras.

Quién podría imaginar

que es ahí donde te encuentras,

si nadie nunca te ha visto

si nadie nunca te alcanza.

.

.

La estrella que bajé anoche

ilumina mi senda,

aunque aun  es de día,

ilumina mi senda.

 

Es de cristal inmaterial

esplendoroso.

 

Camina  y alumbra,

día y noche,

camina y alumbra.

 

Al llegar a casa

me cuenta  historias en polvo:

“las circunstancias nada más determinan una influencia”,

y luego duermo,

sueño,

y despierto…

 y me cuenta más historias en polvo.

 

Camina  y alumbra.

La estrella que bajé anoche.

..

.

Recuerda que te recuerdo,

no olvides que nunca olvido.

 

¿Mis palabras? 

son las de siempre,

las que dominan, 

son las mismas que emite el viento a tus oídos

—como acercar sonidos a tu piel—,

 

sin ambages,  

sin aprensión alguna,

sin vago entendimiento

—eso sí, sin chantajes—

palabras al fin.

 

Palabras que abrazan tus cabellos,

tus ojos, 

palabras que añoran tus caderas.

 

También mis manos te recuerdan con palabras,

 

también mi piel te recuerda con palabras,

 

como las roza el viento.

 

Palabras todas para ti,

recuerda que te recuerdo,

recuerda que nunca olvido.

.

.

Tu rastro,

deja tu rastro,

prometo seguirlo,

seguirlo hasta donde la aurora se apaga,

lo prometo.

Deja tu huella,

deja tu orina de terciopelo,

déjala por el sendero,

déjala.

Prometo seguir tu rastro,

y orinaré tu coto,

para que nadie te sojuzgue,

para que nadie te tiente,

para que nadie te dañe.

Deja el rastro.

Deja tu orina.

.

.

Atrapado en un instante 

donde no entra el sol.

 

Camino solitario, 

cundido por la aglomeración de silencios.

 

Encuentro mi edén mencionado, 

en la urbe,

entre las puertas de montañas de concreto,

de ríos de ladrillo y asfalto,

entre la gente de a pie, 

de canasto corrompido.

 

De céspedes de coches humosos

en las marismas de oficinas.

 

Me busco y me encuentro

 

en tres instantes de silencio;

y abordo el bus,

 

y sigo en mí.

 

Ruido, bulla, guasa.

Gente, gente, gente.

 

y sigo en mí,

tres instantes de silencio.

 

2

 

Preso del concreto y el hormigón,

de la gente humillada,

degradada a cosa,

muerte a pausas por tener,

huyendo al ser;

 

sin conocimiento.

 

La ciudad habla.

.

.

 

y emerge,

y sucumbe,

ante el ser,

doblegada ante el ser,

por ser.

 

Preso en el silencio del tiempo

el instante es en silencio.

 

3

Camino y avanzo sobre la cuerda floja,

con un pie, 

a veces con los dos,

Con los mundos ajenos y equivocados a los lados,

de saberme aguerrido y continuar andando,

insufrible, 

insobornable,

directo al reinado.

 

Injerto por instinto,

aceite del pensar.

 

Avanzo sobre la cuerda floja,

 

con un pie, 

a veces con los dos.

 

4

 

Escudo

Has saltado  con las garras de ímpetu

sobre los que sueltan piedras de agua,

 con tu carita de espejo roto, 

lanzas miles de rayos de fosforescencia.

Ajena del mundo, Libertad de ciudad aguda y sincera,

 esperanza desesperada.

Injusta medida de antaño.

Tu mirada cruza la lluvia de fuego. Y nada rompe tu escudo.

La crítica y la alabanza no te hacen perder el equilibrio.

Y caminas frente a mí, sobre los que sueltan piedras de agua.

 Y nada rompe tu escudo.

 

5

Anoche que tenía las manos transparentes vi tu pelo.

El cotillón abrió sus puertas y volvió la  luz.

 

Has vuelto de nuevo con tu carita de espejo roto 

Aguda y Sincera.

 

 

Tus olas,

cúmulos de espuma tus olas.

 

Ajuar salado de tus entrañas,

festín  floreciente de los once de luna llena

     acunada cerca de mis pies.

 

Engulles la noche con tus abismos

 

mojada de albores lejanos. 

 

Eres dadiva divina que no necesita recompensa.

 

 

 

El sentido de la lógica,

tenue sensación de perder el tiempo que no se tiene,

estereotipado;

inadvertido,

Avanza sobre la noche

estrujándonos el cuello.

Broche adherido a un nefasto pañuelo blanquecino.

Grito de voces a manos llenas,

 

un ¡ay! maldecido para el olvidado sentido de la lógica;

 

¿y respóndame alguien?

 

¿Quién grabó esta información?

¿fue usted? 

¿yo? 

¿Habrán sido las incomodas y molestas piedras del camino?

¿Las espinas o los pétalos de las rosas del jardín?

 

De la lógica me reservo el derecho de admisión

y toco madera,

y miro al cielo,

paso por paso,

hacia el cadalso

y cedo mi cabeza.

 

.

 

Deseo que crezcas, 

que levantes la frente en cualquier parte del océano.

y disfrutes de los delfines, cetáceos y equinodermos,

 

  y vos, aún  con tu sien plagada de       olmos y laureles.

 

En mi vida tú jugueteas sobre las olas

y cuentas los granitos de arena con tus sentidos.

 

En mi vida tú encuentras las estrellitas de mar con los dedos de niña preñada,

preñada sin escrúpulos.

 

Eres vida de las crestas levantadas.  

 

  Ruégale a las marismas que no nos desconozcan un día cuando tomados de la mano veamos su monstruosidad.

Ruégale,

 por favor,

 ruégale.

 

.

de la ranchería

 

.

mamacita linda

india refajada

quiero beberte en sopa de besos lloricones

ensalada de tomates gordos de la huerta

vainas de frijol y mazorcas de maíz pintado de blanco y  azul

 

ven y verás que la cosecha fue buena

que la cuma y el corvo los tengo bien afilados

 

que afuera está la yunta recebada

que la montura nueva es de piel de animales del Petén

que los surcos del cañal se aporcaron a tiempo

 

que el once de luna llena es hoy

 

pero antes miraré tu mirada

por años

por siglos

 

y  bésame gota de lluvia

gota rabiosa de lluvia 

que no quiere soltar su pezón

te lavaré la tierra negrita de la barranca

humilde gota de lluvia

 

vení y enciéndeme el rancho con cuetes de vara

para ahuyentar de la milpa al cenzontle y al picaflor

 

.

Azabache por corona,

 duermes,

sobre la límpida estela de sueños,

enraizados.

.

.

Los vozarrones untaban las paredes 

 hasta la madrugada,

y pensaban que era temprano, 

que importa el tiempo,

si ella no alcanza el zenit con alaridos de diabla.

Los hornos no abren sus cazuelas.

¿Por qué vivir en este encierro si es una voz de luto

de dolor,

acorralado el oído ante las notas groseras 

 y sonriente ante la algarabía popular.

 

Un disparo RESULTA nervioso,

necesario,

apuntando para allá

para acá,

disparo al fin.

Boquiabierto el grosor del lamento

del disparo,

del sueño en las paredes

de la habitación. 

 

Del ocaso

vienes saliendo,

ahora camina,

sin estamentos, 

 sin delicadeza,

solo camina.

 

No mires atrás y descubre la inocencia 

 de tu regreso, 

ahora.

Plegaria de piernas abiertas.

insomne creación, 

plegaria de sal y arena.

 

Mientras tanto,

pasa nada y ocurre algo,

el aire libre ronronea sin prisa,

bicicleta estacionaria indolora.

Incrustaciones metálicas en las piernas de veleta

y los brazos colgados en cadena.

avaro intentar crear dolor

Gota ficticia de sudor

con sabor a sal.

Derramada sobre el suelo,

sobre la tierra,

mientras corre el tiempo,

tiembla el músculo,

tiembla el cuerpo, 

 tiembla la sangre de la diástole,

de la sístole afligida.

 

Y de reojo,

las pesas

esperan al músculo,

y el sudor salta

con sabor a sal.

.

.

Crees que es un sueño.

Te sientes caminar por los aires

¿y aún crees que es un sueño?

Tu mirada ha llegado hasta la ventana

para contemplar los árboles reír

¿y aún crees que es sueño?

Y todo desde tu cama,

de tu sosegada cama.

¿Boberías?

 tampoco son boberías

 

Quizás solo sean 

 los efectos de tus ánimos caldeados de anoche,

 

de las veces que rumiaste el cielo, 

de las veces que gritabas “¡locura!,

¡locura esta la mía¡”

 

locura de los dos,

caminar por las nubes

y no creer.

 

 

 

¿Y ahora, por qué lloras? 

¿qué jardín riegan tus ojos?

 

¡Un ruego nada más!

que no invoques memorias.

Qué la noche consiga su demencia

y no eleve plegarias al viento.

 

  ¿Cual camino debes tomar?

anoche no estabas segura…

imagino que la niña Guadalupe que cuelgan en tu pared

siguen mandando suerte

y abundancia  

 a tu esencia y atrevimiento.

.

.

Lluvia sobre mi rostro,

cadente,

 mezquina.

Sobrecoge la lluvia

en la estación,

en la habitación,

por las calles,

sobrecoge en el campo.

Bajo el árbol no llueve,

bajo el caballo,

bajo el ganado.

La tierra sobrecoge a la lluvia,

sobre el rostro,

mojado el rostro.

Ríos de lluvia sobrecogedora;

entrelazada.

 

Tierra húmeda y mojada,

sobrecoge los insectos adormecidos,

pasan de largo los pies de las mujeres,

 desnudos pies de las mujeres,

mojados sus vestidos de colores,

pelos largos cortos rizados,

mojados y sobrecogedores,

ojos, cejas, pestañas, mojadas,

gotean las blusas en las paradas de bus,

endurecen los pezones mojados,

entre las piernas el goteo es intenso,

sobrecogedora la lluvia entre las piernas al atardecer,

el cielo se humedece y sobrecoge las miradas,

cascada de lluvia de tormenta de gotas,

truenos y relámpagos,

nube gris y oscura,

lluvia fría sobre mi rostro.

.

.

Soy  culebra vieja

que ha crecido a la  sombra

enroscada en raíces    de antaño.

Soy culebra vieja que le brilla la piel nueva

de manos achuladas 

y crisantemos  en tu mesita de noche.

No persigo regresar al virus que fui,

no quiero volver a ser polvo y arena del desierto blanco,

solo ser culebra vieja,

de dientes corroídos y curtidos

por el habano,

por el alcohol.

Curtidos por el tiempo que muere a cada instante,

solo añoro ser culebra vieja que       deshoja la piel

y crece,

y brilla en las noches de luna asoleada,

solo quiero ser tu culebra vieja

y acunarme en tus cepas,

cepas viejas también.

 

Soy  culebra que no mira,

naci sin ojos verdes,

camino por las sendas y tiento con las manos a los árboles secos,

y las personas  lanzan piedras,

y las personas tiran monedas,

y más me arrastro y les pido más monedas.

 

 

Soy culebra        pordiosera,

soy culebra limosnera,

acurrucado con los santos del templo,

extiendo las manos de cristal

y me persigno por más  monedas viejas.

.

.

Chalchuapa

I

Oscuridad en los atajos. 

Arcilla.

Húmedos.

Pies lodosos

corren los senderos. 

Piel de maíz.

 

Al pie del cerro de la serpiente,

 

hace falta rocío para recibir al sol.

 

Treinta 

 o cuarenta

 de puños apretados y manos sueltas,

lanzas y vasijas en los hombros.

 

Alzadas las miradas sobre los ríos de jade,

agazapados en silencio.

 

Se alza la señal de los oleajes fuertes.

 

Los alaridos anuncian,

hablan

a los botes

a hundirse de lleno, 

 

a brazo partido  y ojos cerrados.

 

 

En las humedades,

caminar erguidos por el cementerio de los zacatales,

se alzan las voces de los mil pájaros,

en sus bocas

hace falta rocío para recibir al sol.

 

II

Hijos del lodo,

 arcilla,

los venados,

el cenzontle,

guarumos,

la hondonada,

mujeres y niños, 

entre los cerros,

madre de añil,

 

agua aclamada y sierpe sagrada.

 

III

De la ciénaga  

pies descalzos lodosos 

arcilla

de las vasijas de sangre y cuerpo 

entero

manos levantadas

al sol

en las espaldas.

 

Cruzan las piedras verdes

alzan las entrañas a su favor,

sangre  derramada,

sangre del maíz,

 

sangre mía,

 

serpientes emplumadas.

.

.

¿Perdiste tus alas?

Al fin te veo derrotada.

Al fin.

El amor vence,

derrota,

subyuga,

hace llorar,

mancilla,

oprime el pecho,

aprieta el estomago,

humedece la vagina,

pero enaltece y sublima,

arquetipo del siniestro encuentro.

Al fin te veo en el suelo,

enamorada

y yo contigo, vencido también.

 

.

Vengo a engullir tus cabellos,  

a cruzar el torrente, 

a pie descalzo sobre tus caderas anchas,

y sostengo una y otra vez tus labios  

que descansan placidos  sobre mi pecho.

 

Ahora me lleno la boca de versos,

sensatos,

 y mojas mi garganta con lamentos

acoplados, entregados

al unísono,

gemidos llanos a la salud de nuestras suplicas.

 

Vibro, vibramos,

tiembla la luz

la energía siembra energía,

temblamos.



Rompí el silencio con las manos vacías.

No acababa de entrar y ya llorabas.

Sabías que la faena estaba dura y la paga era escasa,

pero aún así, llorabas cuando me mirabas,

.

como si yo fuera el malnacido dinero,

.

como si fuera yo… el oprobio mismo.

.

No es un lindo amanecer vivir entre sales y la curtiembre,

entre el sol apagado y la noche nueva

y salir a la calle con lar arcas hasta el suelo

y la pena de un hogar desesperado.

.

Y tú aún lloras,

.

porque las criaturas lamentan por la noche y por el día.

.

Leche tienen hasta la madrugada

y tus manos calientan sus barrigas mientras chillan.

.

Pero no lloriquees las manos vacías del obrero, por hambre

las manos vacías del deudor de penas.

.

Y tú aun lloras cuando me miras.

.

Te extraña mi piel y mi razón,

entre menjunjes de tálamo ajo y miel

de las viejas brujas de  oriente,

 entre banderas azul y blanco

y puros curados con sal y limón;

 

polvos del que no llegó a la cita,

polvos del muerto de la alta hora de la madrugada,

 buscando a su amante

 traicionado.

 

Me doy la pócima de tu ajuar,

la del agua dulce de tu calzoncito,

la que sintieron  los que se ahorcaron  por vos,

los que se tiraron de la Puerta del Diablo y nunca los encontraron,

los que nunca te tuvieron,

los que les dijiste que si y nunca los orinaste de pie.

 

A esos quiero llegar; 

y entre tus tetas quiero morir,

de amor embrujado de amor embrujado.

.

.

wellcome to the USA

 

Quiebra la voz el llanto al recordar el llanto 

de los tres que se marcharon.

 

  Abrazados regresaron para siempre.

 

Maldito el viento que golpeó sus pasos.

 

Narran las arenillas del desierto que,

el horizonte los miraba con los ojos embravecidos

 y les contaba cuentos de infiernos. 

 

Que  no besaran los pies  de los demonios, 

que corrían junto a ellos

y les dibujaban signos en la frente.

 

Horizonte maldito.

No quisiste recibirlos,

no quisiste saber nada de ellos.

 

Nunca les dijiste

que las perlas de agua que había 

no eran para ellos.

 

Horizonte asesino.

Los has devuelto embolsados

a los tres que se marcharon.

.

.

¿Y dónde diablos voy a poner mis lágrimas?

 

Yo sé que el llanto reconforta la pena de no estar contigo; y  no encuentro otra salida a este laberinto de jazmines y rosas.

 

También sé que la muerte reivindica cada unos de los estados del alma, y los calma, apacigua los ventarrones del tiempo, pero aún no encuentro donde poner mis lágrimas.

 

Que digno es llorar, cuando es sobre la tierra que adoras, que digno es llorar cuando es sobre la dulce  morada de mis ancestros.

  

 Digno es venir a esta tierra tuya, ardiente tierra tuya,   hasta ti, cuando aún no sabes si decidirás trascender en mí, a mis brazos de fuego,  un día…

Y si regresas a tu tiempo… Que sea llorando, llorando, posible que yo ya conozca, dónde poner tus lágrimas, donde poner tu llanto.

.

.

 

Pensé que sería un problema.

Acariciar tu pelo 

Frente al espejo.  

Las luces quiebran 

rompen corrompen

Desde la cama. 

 

Solo veo tu espalda 

Desde la cama 

solo veo tu espalda. 

 

Y el negligé color negro.

 

Lloran tu ausencia los errores 

cometidos. 

Desde mi cama

solo veo el tejado vecino. 

 

¿Estarás allí? 

¿Sobre el tejado?

Como gata ocre morado. 

Con negligé color negro. 

 

Pienso que es un problema. 

Acariciarte el pelo 

en el techado. 

Con el camino partido 

y el destino.

.

.

¿Cuándo   nació la vergüenza de tu desnudez? 

Acaso no sientes el viento cuando te quitas el blúmer, 

o crees que son las piedras las que se excitan al verte. 

Si es así,

me convierto en piedra entonces.



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