El que niega

Margarita García Alonso


El que niega mancha, detalla,
cruza y acuchilla el rostro.
Es un veedor de candelillas,
oledor de carroñas entre los pies
y la cabeza ajena.


Por Madrid me comió el mal,
tenía en el ojo un desgarrón
y tuve que hincar brasa, morder
hasta destrozar dientes,
enviarle al Poniente a pescar flores
en la mesa de señoras con carta.


Cuando se fue tuve que postilarme,
escaldarme la úvula, ahogar al riñón,
traducir taquicardias, perforarme
el pulmón con trementina, cocerme el sexo,
arrancarme las uñas y no sentía nada.


El que niega capa al buey y parece que salva con el gesto.
Tsunami decía: es la ciudad, la ciudad más bella,
donde las yerbas nocturnas ponen los semáforos en verde
y las manillas del reloj marcan Retiro.
Noches de Dos de Mayo, albas fire, amaneceres Fénix
mientras metía la partitura de Holguín
en las nalgas de niñas abrumadas por el encanto de la isla


yo hambrienta de polvos intrascendentes
vomitaba en la habitación, metiendo miedo al pie.
Como en los viejos tiempos, montabas
yeguas despotricadas por un par de zapatos,
licuabas cerebro hablando ruso en Francia,
francés en España -cualquier extranjero es de buena saña-

Cazador cazado en el temblor del caos:
no tener un maldito papel que nombre
ni en órbita un trabajo, multiplicaba desprecios,

decía razón donde había falta.


Caldo curado en el hueco del cráneo,
generación de los ochenta descubriendo al
cordobés sin huevos en la mesa.


El que niega traspasa el poder y en lo negado
queda chulo pirulero abastecedor de ladrillos,
graznido de Ucrania frente a margarina
margara sana curas acusando
el maleficio de La Habana.


Se podría decir que desparasito Madrid
con una frialdad que desgarra.
De no poner pies enferman mis talones.
Ahí voy caballeros,
pudriendo ovulación en falos tubulares,
iluminada e ingrávida en las sombras de Atocha,
quiero cerveza fría, tallarines calientes,
los dos del mismo saco
conspiración china a un euro el Mau.


El que niega espera el alba
con la nariz en el polen
sin primavera aprueba mi fluir constante,
mi ligereza golpeará en la baranda,
me atará un instante si pongo voz suplicante
y ojos de costurera.


No hay absenta, flores de campanilla,
líquidos fluorescentes, pastillas, resinas
que hagan en mi vena
un impacto mayor que sus ojos.
Pero a estas alturas, en el patio quedan
pocos mastodontes y
monstruos por clasificar.


El que niega
dice que no es el hombre,
y no lo es.

 

de Mar de la Mancha, 1992

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Comentarios1

  • Alberto Escobar

    Me gusta tu rollo. Se te ve raza. Un saludo Margarita y un placer descubrirte.



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