CON LORCA ( I )

¿POR QUÉ ME LA LLEVARÍA AL RÍO?

 

Cuando me la llevé al río

nunca habló de ser mozuela,

solo fui yo quien lo dijo.

 

Ella miraba hacia abajo;

yo la arrastraba conmigo;

vi su expresión de pánico

al observar en mi cinto

la cartuchera y el arma,

y, obedeciendo a su instinto,

se zafaba de mi brazo

emitiendo un quejido,

acompasado a su temblor

y a su rostro estremecido.

 

Sea, o no sea, gitano

contaré lo sucedido,

cuando iba de mi brazo

hacia la orilla del río.

 

No me veréis mencionando

los cantares de los grillos,

ni confundir a sus pechos

con los ridículos lirios,

que ni conozco su color,

y menos, si los jacintos

tienen, o no tienen, olor;

más sus pechos ateridos

se los descubrí de un tirón,

rasgándole su vestido,

pues soy un hombre muy macho

perturbado por mi instinto

y, entre sus muslos, mis manos

ya se habían introducido,

destrozándole sus trapos,

quizás de seda o de lino,

o de un miserable algodón,

por como se hubo partido.

La monté como a una jaca

pues no soy un pervertido

que cabalgue sobre un potro

a la orilla de los ríos,

aunque sea oscura la noche

y no hagamos ningún ruido.

 

Y trotamos con gran saña,

con fuerte morbo añadido,

ya que, aunque ella lo callara,

–y nunca así me lo dijo–,

se sabía en toda España

que ella tenía marido.

 

Escondida en mis espasmos,

me clamaba al oído:

---

«Sabes que no soy mozuela

y que nunca te he mentido.

Solo eres un MACHIRULO,

un bárbaro poseído

por esa arcaica cultura

que ha marcado mi destino

y me ha convertido en ME TOO

al creer que he consentido.

 

Y, por si esto fuera poco,

tengo en casa a otro cretino

y allí me estará esperando

el repudio del marido,

que, al mirarse en el espejo,

con sus cuernos florecidos,

no podrá seguir viviendo

ni un minuto más conmigo

sin antes buscar la muerte

frente a su payo enemigo».

---

Y en estado de agonía,

una idea me ha venido

a la mente, tan confusa,

que está perdiendo el sentido:

 

«¡Qué más da, moza o casada,

cuando VIOLADA ha sido!»

 

(último grito castrado

por el filo de un cuchillo)