El teatro de la vida

Joseponce1978

Título de la obra: Los 2 borrachos

 

Personajes de la primera escena:

El hombre impertérrito

Primer borracho

Semáforo providencial

 

Primera escena:

Se abre el telón. Sobre el escenario el público sentado en sus butacas. No queda ni un asiento libre. Donde debería estar el público, se puede ver la entrada a una gran avenida metropolinana bastante concurrida por peatones y transitada por vehículos. Una calle que se aleja en perspectiva desde el escenario hacia delante.

El hombre impertérrito espera en el centro de la avenida sentado en una parada de autobús. Desde el fondo de la calle aparece un señor de unos 50 años, con aspecto desaliñado, ataviado con ropa de trabajo, bajo evidentes síntomas de embriaguez, caminando en zigzag por la acera en dirección al escenario. Después de trabajar, se ha parado en un bar y se le ha ido la mano con la cerveza, viéndose apresado por las garras de una aguda congestión etílica.

Los miembros del público, desde su alzada posición, no tardan en fijar su atención en el borracho, y siguen la escena sin perder detalle. A medida que el señor alcoholizado se acerca al escenario, la fuerte marejada se acrecienta, y la acera se le inclina más de la cuenta hacia la izquierda, mientras aletea con su brazo derecho para tratar de hacer contrapeso. La tempestad le lleva a perder las medidas de su carril, calcula mal la anchura de la acera, y cuando está a punto de caer a la calzada justo en el momento que pasaba un coche a gran velocidad, consigue asirse a un semáforo y lo abraza con fuerza. El coche hace sonar el claxon y despierta la curiosidad del hombre impertérrito, que hasta entonces permanecía abstraído, sin reparar en el drama del borracho, y al verlo aferrado al semáforo, no comprende lo que está pasando.

El público, enmudecido, se pone en pie ante la crítica escena, y al momento de disiparse el peligro, aplaude antes de volver a tomar asiento.

El borracho permanece durante varios minutos abrazando al semáforo como si se tratara de una amante a la cual lleva años sin ver. A continuación, pensando que la ventisca ha amainado, se suelta del semáforo  y levanta las manos para pedirle disculpas antes de reanudar la marcha, pero lejos de disiparse, la tempestad se intensifica y se ve en la necesidad de avanzar apoyándose en la fachada de los edificios del borde derecho de la acera para mantener la verticalidad. Así pasa por detrás de la parada de autobús mientras el hombre impertérrito lo sigue con la mirada.

Apoyándose en la pared, sigue caminando unos metros hasta detenerse en un portal situado a unos metros del escenario. Se tantea en la chaqueta y los pantalones y saca un manojo de llaves del bolsillo. Acercándoselo a la cara, selecciona una llave e intenta abrir la puerta, pero el orificio de la cerradura había sido reducido a dimensiones microscópicas.

-¡UY!- grita el público a cada intento del hombre por introducir la llave en la cerradura, como si se tratara de un partido de fútbol y el balón saliera lamiendo el poste. -¡Vamos, campeón, a la próxima la metes seguro!- Corean unos. -¡Estás ahora mismo para ponerle la vacuna a un mosquito!- ovacionan otros, entre carcajadas generalizadas.

Ante el escándalo, el borracho mira a un lado y otro sin comprender, y al ver junto a la puerta el buzón de la publicidad, mete la llave por la ranura y comienza a girarla al tiempo que empuja la puerta.

-¡Gol en fuera de juego!- Atrona el público disfrutando del espectáculo.

Ante la imposibilidad de abrir con la llave, intenta llamar al portero automático pero los botones se habían caído al suelo. Desolado por la impotencia, el borracho desiste de abrir la puerta, se sienta en un escalón y rompe en sollozos. El hombre impertérrito, que desde el percance del semáforo no le quitaba ojo a la escena, decide que ha llegado el momento de poner fin a la función. Se levanta de la parada para dirigirse hasta donde está borracho, se para a su lado y le pide las llaves, y este se las entrega sumisamente. Tras probar con varias llaves del manojo, consigue abrir la puerta. Cuando el borracho ve la puerta abierta, mira al hombre impertérrito como si se le hubiese aparecido dios por duplicado.

- ¡Muchas gracias, señor. No sabe el favor que me ha hecho!- le dice, mirándole con devoción.

- No hace falta que me dé las gracias. Pase usted y acuéstese, no sin antes echar el ancla, porque en el estado en que se encuentra, no me extrañaría que la cama saliera volando. Y tenga usted cuidado con la ingestión de alcohol. Se nota le que no es mala persona pero en una de estas se descalabra usted-

- Descuide señor, lo haré como usted dice. Muchas gracias- concluye el borracho antes de entrar en la casa y cerrar la puerta tras de sí.

El público abuchea al hombre impertérrito, que observa con cierta desazón como se le escapa el autobús. Se cierra el telón.

 

Personajes de la segunda escena:

Segundo borracho

El hombre impertérrito

El hambriento de tragedias

 

Se abre el telón. Al igual que en la primera escena, sobre el escenario el respetable. En el lugar reservado para los espectadores, el amplio aparcamiento de un supermercado.

El hombre impertérrito sale de hacer la compra del supermecado con una bolsa en la mano. Abre el maletero de su coche para dejar la bolsa y cuando se dispone a montarse en el coche es abordado por el segundo borracho, más joven que el anterior, de entre 20 y 25 años.

- Hola, señor. ¿Me puede dar un euro o comprarme un bote de cerveza?- pregunta el borracho

- Si me lo hubieras pedido cuando entraba, te lo habría comprado, pero me he tirado un buen rato en la cola porque una señora que iba delante de mí ha descargado en la caja 3 kilos de céntimos mezclados con pesetas al momento de pagar, y ahora llevo prisa porque mi hijo me está esperando para que lo lleve al parque. Un euro sí llevo pero no te lo doy porque con 1 euro te compras 3 botes de cerveza, que sumados a la cogorza que ya llevas encima, nada bueno te puede deparar- le contesta el hombre impertérrito.

Esta contestación desata algunas risas entre el público, aunque no es del agrado del borracho, que insulta a su interlocutor, quien decide hacer oídos sordos y subirse al coche.

El borracho, sin despegarse del coche, continúa lanzando improperios, e incluso llega a dar algún leve golpe en el capó. El hombre impertérrito empieza a cabrearse, y baja la ventanilla para decirle al borracho que se aparte del coche porque va a salir.

El público va ocupando de nuevo sus asientos después de haberse retirado en el entreacto para ir al servicio o a comer algo, y algunos de sus integrantes se detienen antes de llegar a sus butacas ante la apremiante espectacción que les genera la escena.

El hombre impertérrito, viendo que el borracho no se apartaba del coche, arranca y el vehículo comienza a moverse despacio marcha atrás. Al notar el movimiento del coche, el borracho se tira al suelo sujetándose la pierna derecha con las 2 manos.

-¡AY! ¡AY! ¡Me ha atropellado!- grita, revolcándose por el suelo delante del coche.

Conociendo las intenciones del borracho, el hombre impertérrito sigue dando marcha atrás para poder salir. De entre el público, baja del escenario de un salto el hambriento de tragedias y se sitúa detrás del coche.

- ¿Es que no va a detenerse?¿No ve que ha atropellado a un hombre? ¿O pretende darse a la fuga? ¡Váyase si quiere pero que sepa que he apuntado su matrícula!

Ya con la yugular hinchada, el hombre impertérrito saca la cabeza por la ventanilla del coche para decirle al hambriento de tragedias:

-¡Quiere apartarse y dejarme salir, que tengo prisa! 

- Tiene usted poca verguenza. Acaba de atropellar a un hombre y pretende fugarse dejándolo aquí dolorido.

El borracho, consciente del revuelo que ha levantado, conseguidas ya sus pretensiones de llamar la atención del público, eleva el tono de sus gritos.

-¡A este hombre no le duele nada, se lo puedo asegurar!- Replica el hombre impertérrito.

-¿Ah, no?¿Y cómo lo sabe? ¿Aaso es médico para saber si le duele o no?

-¡No soy médico, soy anestesista!¡Ahora mismo le voy a demostrar que este desgraciado no tiene ningún dolor!

Acto seguido, el hombre impertérrito se baja del coche, se acerca al borracho, y le lanza una patada en la espinilla de la pierna izquierda con la fuerza necesaria para llevar a cabo su demostración, pero teniendo cuidado de no fracturarle la tibia. El borracho, instantáneamente, al sentir la punzada del puntapié, lanza un grito salido del estómago del alma, esta vez de auténtico dolor, y se suelta la pierna presuntamente atropellada para sujetarse la izquierda. Tras lo cual el hombre impertérrito se gira para decirle al hambriento de tragedias:

- ¿Ves como no lo he atropellado? compara los gritos de antes con este último. La diferencia salta a la vista, o mejor dicho, al oído. Y ahora borra la matrícula de mi coche, apunta el 47 de mi pie y apártate si no quieres ser tú el atropellado- Remacha el hombre impertérrito antes de marcharse.

Los miembros del público se miran entre ellos sin comprender bien si la función ha terminado bien o mal ni desentrañar quien era el bueno y el malo en el reparto. Se cierra el telón.

FIN

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de enero de 2022 a las 01:16
  • Comentario del autor sobre el poema: Hay quien bebe para olvidar los problemas y quien lo hace para buscarlos. Quisiera decir que la poesía y yo hemos decidido darnos un tiempo.Llevo unos meses con falta de inspiración y, lo que es peor, con falta de motivación por escribir, y tal vez lo segundo lleve a lo primero. No lo sé. Lo mismo mañana se me monta la vena y sigo escribiendo, aunque mi idea ahora mismo es dejar de escribir un tiempo. Dicho así, puede sonar pedante, básicamente porque tampoco tengo detrás de mí legiones de lectores, pero solo con que haya 1 persona que lea mis escritos, no quiero dejarla esperando sin darle una explicación. No es cuestión de hacerme el interesante ni nada por el estilo. Esa no es mi manera de actuar, pero para dar un paso en cualquier faceta de mi vida necesito que me salga de dentro, y en estos momentos he perdido la apetencia por la escritura. Empecé a escribir aquí para dedicarle algo especial y único a mi hija, y en este sentido estoy satisfecho con mi labor. Aunque ella sepa leer ya, creo que aún pasarán unos años para que pueda llegar a entender la profundidad de mis dedicatorias. Yo no quiero más o menos a mi hija que otro padre que no le escriba poemas a sus hijos. Cada cual quiere a su manera y demuestra ese amor de un modo distinto, y a mí me pareció bonito hacerlo así. En este tiempo le he cogido cariño al portal de poemas del alma y seguiré leyendo a menudo. Me gustan mucho las letras pero no me considero experto ni pretendo ser crítico de nada, y desde mi entendimiento, he leído aquí poemas o escritos en prosa que me han dejado con la boca abierta. Por eso espero seguir haciéndolo. Las letras son para mí como un vicio sano y es de las pocas cosas que me dan la oportunidad de liberarme de una realidad que a mí se me antoja un tanto gris, y en este portal he encontrado esa tabla de salvación en numerosas ocasiones. En un mundo donde prima el teatro por encima de la poesía, un espacio así es un auténtico oasis y por eso seguiré visitándolo siempre que tenga un hueco.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 26
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