Ganímedes, aquí estoy...

Alberto Escobar

 

Ganímedes, el copero de los dioses.

 

 

 

 

 

 


En todo soy Ganímedes —no sé si en la belleza que Zeus
quiere desde sus ojos— menos en copero —
soy de poco alcohol.

 

Yo, Ganímedes, recién en la efebía y pastor
de ovejas, me veo solo en el solaz de estas breñas.
El cielo resplandece de Apolo y yo reino sereno,
aquí, entre el balar constante de la grey. Aquí retozo
como un niño ignorante de peligros, entre el romero,
el espliego y cualesquiera florecillas de fragante aroma,
que destilan dulzura y miel. En lontananza una negrura...


desde hace unos días que el Dios de los dioses
me pretende, se ha enamorado como un chiquillo
que verdea reciente hormonas, me persigue sin cesar.
No me dejo, sé de sus trazas y malas artes, no me quiero
víctima de su rijosidad, ¿Se convertirá en caballo para
hacerme suyo o en toro blanco como con Europa?


No lo sé ni quiero parar mientes, quiero  vivir ignorante,
esa ignorancia madre de la felicidad, tal que si viene
del averno tormentas y el septentrión se enfada me meto
en la calidez de esta gruta —que parece preparada ya para
mí— y salgo nada más los meteoros me den tregua.


Mi padre dice que Zeus está en conversaciones con él,
que me pretende a cambio de un brioso caballo blanco
que sea la envidia de las llanuras de la Troade y haga temblar
sus hercúleas murallas —que ni caballos de madera ni engaños
odiséicos que valgan— y dice que la oferta es tan tentadora
que está sopesándolo seriamente, inexorable a mis ruegos.
Mi madre con ojos vidriosos adelantando luctuosa ausencia mía,
mis hermanas maliciando las pretensiones de un mentiroso de tal
calaña que arrastra de por siglos una trayectoria abyecta.


A veces, me dice, se le aparece representado de Hebe, madre
de la Juventud y de sílfide y seductora apostura, y le insta a que 
me traiga desde los campos a su presencia para que obre en mí
la llamada de la carne y la alarmas se me vayan al rojo —pero me 
niego en rotundo, no quiero cadenas, soy libre por definición. 


Tanta es la presión y el acoso que he decidido ascender al empíreo,
convertirme en constelación, catasterismo que será sonado y proclamado
en el monte de los montes, entre ambrosías y néctares de variada factura. 
Zeus se quedará sin copero ni aguador, y el cielo ganará mi estrella.

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 16 de enero de 2022 a las 09:33
  • Comentario del autor sobre el poema: Donde vivo ahora, en esa pecera celestial donde de cuando en cuando me sumerjo esencial.
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 24
  • Usuarios favoritos de este poema: .........................., Antonio Miguel Reyes, Alexandra L.
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