Para el que lo quiera leer

Sin métrica

SOBRE LA EXPERIENCIA TOTALIZADORA EN LA METAFISICA

 

Un día desperté y no quería más que todo…

Santa Teresa de Jesús

 

Sin quitarle méritos a ninguna otra pregunta que alguna vez se hayan planteado los filósofos, creo que tal vez sí, la pregunta más importante de la filosofía, es la pregunta por el Ser, porque es la pregunta que busca responder por la totalidad. Pero uno se pregunta muchas veces, por qué razón buscar tal cosa como el Ser, o la totalidad. Y se facilita la respuesta: Uno busca lo que no tiene. Las esclusas de nuestro Ser han sido cerradas, y buscamos de todos los modos posibles abrirlas. Claro que ya hay a quienes no les interesa para nada tal pregunta, y se asombran de que aún se pregunten por ella, y además dicen ¿De qué importa la pregunta por el Ser, que utilidad tiene este? A estos quienes basta con responderles que el Ser no tiene ninguna utilidad, entendiendo utilidad como, el servirse de un objeto para un fin determinado, es decir, el Ser no es utilizable como un carro, o una vasija, o un par de zapatos. Y es que el Ser no es un objeto, por tal motivo, no tiene ninguna utilidad. Pero si alguien quisiese reducir el Ser a mero objeto caería inmediatamente en una contradicción, porque esto sería como decir, que una parte del todo es el todo, cuando en realidad la parte es solo una parte aunque participe del todo. Pero volvamos de nuevo a la búsqueda del Ser. Somos seres que buscan. Inmediatamente pegamos el ojo a observarnos, nos damos cuenta de que estamos deseando. Y nadie escapa al deseo, pues parce que este es el diseño de nuestra condición. Si estuviésemos abigarrados, completos, si el universo nos mostraras sus entrañas, además de lo que ya vemos, y se sostuviese  frente a nosotros cesaría nuestro deseo. Porque hay también quienes desean en menor medida, pero hay quienes no se resignan a poseer más que el Ser, o la totalidad, que son cifra de lo mismo. No obstante, tarde o temprano se dan cuenta que están bajo el cielo, que están pasando los días y las noches, y que la flor que nacio de madrugada esta marchita antes de que la cubra la luz pálida de las estrellas. Y gritan, nunca en este mundo transitorio, se calmará la sed que nos abraza[1]. ¿Hay alguna forma de acceder a nuestro Ser, un atajo que dependa de nuestra voluntad? ¿o la voluntad no ejerce en ninguna fuerza sobre la experiencia que abre las esclusas para encontrarnos con nuestro Ser?  La experiencia propia y los expertos parecen confirmar más bien lo segundo. En efecto, se pueden realizar diferentes prácticas: La ascética, la hipnosis, el sexo, el consumo de bebidas o de ciertas plantas alucinógenas, el sueño, la quietud, entre otras, pero ninguna de estas prácticas asegura la experiencia totalizadora. Recuerdo que hace dos años, bajo el efecto del MDMA, sentí como el mundo entero se movía sobre los rieles del tiempo con una rapidez vertiginosa, y que en esa rapidez cada objeto se precipitaba hacia su ruina. Escribía por esos días: ¿Qué es nuestra vida? Hasta ahora no hubo una pregunta que resonara tanto como esta. Nuestra vida no es más que el significado que cada quien le otorgue. Un salto a la corriente, que nos arrastra y nos destruye. Sin embargo, esta no es la otra cara de la experiencia totalizadora, es una de sus formas. Parece ser que no todas las experiencias de esta índole, se viven de igual manera, pues  los relatos de algunas de estas experiencias, muestran el haber visto la cara más horrorosa de la totalidad. Como se encuentran otras que muestran lo contrario, una experiencia de la misma naturaleza, pero, por decirlo así, más apacible. Muchos artistas nos han regalado imágenes hermosas de esta experiencia, Octavio Paz (1956) es uno:

Como un agua profunda brotando, como el mar cubriendo la playa, las presencias vuelven a la superficie. Todo se puede ver, tocar, palpar. Ser y apariencia son uno y lo mismo. Nada está escondido, todo está presente, radiante, henchido de sí mismo. Marea del ser. Y llevado por la ola de ser, me acerco, toco tus pechos, rozo tu piel, me adentro por tus ojos. El mundo desaparece. Ya no hay nada nadie: Las cosas y sus nombres y sus números y sus signos caen a nuestros pies. Ya estamos desnudos de palabras. Hemos olvidado nuestros nombres y nuestros pronombres se confunden y enlazan: yo es tú, tú es yo. (Pág.152)

Aunque después de la experiencia viene el yugo, volvemos a nosotros mismos, estupefactos, un nosotros mismos que por un instante se ha completado, se ha contemplado. Se puede decir, y estar de acuerdo con Borges, que hemos mirado lo que ningún hombre ha mirado el inconcebible universo[2]. Aunque en otro sentido, hemos perdido el paraíso y que no queda más que seguir haciéndonos y quizá algunos sigan buscando volver a él sabiendo que está en ellos. Puede que nunca nadie pueda responder porque las cosas suceden así y no de otro modo. Porque somos posibilidad de ser, pero son poquísimas las veces que lo somos. Porque nos estamos tejiendo con cada decisión que tomamos, y no llegamos a ver la imagen final. Son diferentes las propuestas que se encuentran en los libros de filosofía desde la edad antigua, para alcanzar la imagen final del mundo, un mundo uno, eterno, inmutable y estático. No es otra la conversación que Sócrates tiene con Diotíma en El banquete o del amor de Platón. La belleza es el atajo para vislumbrar el absoluto, pero antes debemos entregarnos a las bellezas particulares, a las bellezas del alma y de la ciencia, para después contemplar la belleza en cada una de las cosas que existe. María Zambrano escribe un libro titulado filosofía y poesía, en el que nos muestra como ha sufrido la filosofía con su búsqueda de absoluto, sufrido porque no encuentra el absoluto, o más bien, porque no puede asirlo. Schopenhauer en El amor, las mujeres y la muerte pero especialmente en el capítulo Resignación, renunciamiento, ascetismo, y liberación, el capítulo que mejor aborda este tema que tratamos, al menos para mí, pues describe de manera clara y concisa de qué manera llegamos a la liberación de nuestra voluntad de vivir. A diferencia de otras lecturas, Schopenhauer no recrea una imagen en la que salimos de nosotros mismos para volver a nuestro Ser, sino que a través de algo que aquí llamaré penitencia, logramos agotar todos los deseos que pujan en nuestra voluntad y que son causa de la mayoría de nuestros sufrimientos. Al agotar nuestros deseos, no solamente cambiamos nuestra manera de sentir el mundo, sino que nos reconciliamos con nosotros, volvemos al Ser. Schopenhauer, además de la penitencia, explica que el arte, el contemplar una obra de arte, también es una forma de reconciliarnos con nosotros. Falta agregar algo, una vez la voluntad se ha apartado de nosotros, también nosotros nos apartamos de nuestro antiguo aspecto físico, si alguien quiere comprobarlo que busque el rostro de Rafael Lechowski y compruebe esto que aquí digo. Aunque mi pretensión aquí no es llenar páginas con otros autores porque la literatura sobre el tema es abundante. Sí por otro lado, me parece que hay un caso particular en todos estos que me gustaría comentar, y es el caso de Heidegger. En el texto de Walter Schulz El dios de la metafísica moderna en el capítulo El “dios de los filósofos” en la metafísica moderna encontramos que Heidegger fue al fundamento de la tradición metafísica, y demostró que el fundamento de esta se apoyaba en un ente, pero el ente no equivale al ser, es más en el final del capítulo Schulz dice:

Mientras Dios sea puesto como un ente determinado y comprensible, sólo se experimentará el poder del pensamiento que en cuanto pensamiento se apodera también del ente divino y determinado, porque la esencia del pensamiento es justo el ir más allá de todo ente determinado y comprensible. Solo quien piense hasta sus últimas consecuencias el poder que el pensamiento tiene sobre este ente, está en condiciones de experimentar la impotencia que consiste en que el pensar mismo y en cuanto tal no podría existir sino estuviera condicionado y fuera hecho posible por el ser mismo  (pág.55)

Esto quiere decir que, nuestro pensamiento esta hambriento de desentrañarlo todo y va hasta las últimas consecuencias, pero al ir hasta las últimas consecuencias se da cuenta de su impotencia para reducir así a algo que los supera, como queda en el texto, el Dios de los filósofos. Pero Heidegger, y esto me parece lo más impresionante, al llegar y quitarle el sostén a la tradición metafísica, que ya no a de apoyarse en nada, llega por vías de razonamiento a la experiencia totalizadora. Ya no se llega por gracia o por don, o se espera a que suceda  por la constante en alguna práctica, sino que hay un método de análisis  para llegar a la experiencia. Pero he aquí lo inquietante, ¿se puede hablar de una experiencia totalizadora cuando se ha llegado al debajo del fundamento de la metafísica moderna por vías de razonamiento, o la experiencia totalizadora exige necesariamente una visión y un sentir la unidad, la totalidad, el absoluto o el Ser, o como se quiera llamar? Lo que sí se puede decir al respecto, y no se menciona en el texto de Schulz, es que de toda revelación del rostro total del universo, no se puede sistematizar, porque de esta no puede decir nada, o si se puede decir algo, no es mucho, un no sé que quedan balbuceando. Por lo que no sería extremado decir que el fundamento de la metafísica en sus aspectos, profano o sacro, sea en oriente u occidente, más que un Dios único o múltiples dioses, es la visión de un humano que ha pisado el umbral donde todo el universo está abierto, y aun siendo un molusco dentro del mar, participa en su vaivén. 

 

 

  • Autor: ... (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 9 de diciembre de 2021 a las 13:57
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 61
  • Usuario favorito de este poema: alicia perez hernandez.
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Comentarios1

  • Luis Donaldo

    jajajja no sé que tiene que ver con la poesía, peor muy interesante.

    • Sin métrica

      También podrías preguntárselo a los que publican cuentos por aquí jajajjajajajajaj



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