Melissa

Las hojas baten el ocaso atardecer, 

Una tenue y amarga sonrisa se dibuja en su cara 

“¿Melissa te encuentras bien?” preguntó el cabizbajo hombre.

La inexpresiva cara de la dama dejaba mucho que pensar…su sosa mirada y la seca brisa que emanaba, hacia difícil diferir lo que que sentía esta mujer.

 

Melissa no se inmutó en responder y el mustio silencio reino de nueva cuenta. 

“¿Ni siquiera me miraras?” Cuestionó de nuevo el hombre. 

Ella solo podía mirar a la nada mientras estaba sentada en una vieja banca de un añejo parque.

La mujer movió el rabillo de un ojo amoratado y lo miro por unos segundos para luego volver a mirar a la nada.

“Jajajaja” reía la mente de la dama.

 

“Perdón” enunció el sujeto mientras dejaba la banca. 

Melissa quedó sola en ese despoblado parque, era aterrador lo desolado que era la atmósfera, era pavoso saber que una persona se encontraba ahí y esa misma regía la mayor energía de ese lugar. 

 

De la magullada y morada cara de Melissa corría una delgada lágrima, 

No había alguna expresión por eso, era solo ella. Su moreteada cara muy apenas y era legible de entender, sus ojos solo goteaban y goteaban.

“Jajajaja” reía la mente de la dama.

Gruñó, ella gruñó.

 

El anochecer ya había caído, el lóbrego parque se quedó solo, Melissa ya no estaba, ni su vida.