ZOZOBRA

oscar perdomo marin

ZOZOBRA

 

Te busco en el vacío.

Te encuentro en el silencio.

Eres tú mi zozobra:

la inquietud permanente de no ser,

el eterno pensar que somos algo.

 

 

En el estómago de un gigante invertebrado

soy una mancha de aserrín.

Vivo entre la humedad de los maderos

de una goleta que jamás existió.

 

 

Los payasos sordomudos cantan

y nunca se les oye.

Como abejas ciegas se van muriendo

los bufones de los sueños rotos.

 

Silenciosos, canto de tortugas

en los ojos congelados de arena

se disuelven solos

los nunca nacidos,

la carne de cañón

que paren las mujeres del olvido.

 

 

¡Escuchad este cuento para niños probetas!:

“Simbad el Marino estuvo ayer en la taberna

donde suelo acudir.

Bebió cerveza egipcia de los tiempos de Ramsés,

secuestró a Napoleón

lo lleva de pirata por los siete mares

y es el capitán Garfio

de una nueva era llamada globalización”.

 

 

La aldea global es la arteria aorta

de una utopía irrealizable:

El bostezo locuaz de un mudo gritando

que tiene hambre, sed , frío.

 

 

¡Mirad! helos allí:

el amor en una mesa vacía,

el orgasmo agonizante entre olvidos,

la esperanza hueca de un día tras otro,

el transgénico vacío de los desplazados.

 

 

Uno tiene demasiadas ideas sobre sí mismo.

La carga es tan pesada

que el hombre se queda huérfano

antes de que el padre de su prepotencia

rompa el cordón umbilical del ego fanfarrón

y permanezca sin palabras, abrumado

por la fatiga de no encontrar leche en el abasto

ni azúcar ni café.

y -además- descubrir de pronto

que lo hicieron igual a los iguales,

con una Biblia profana en la cabeza

para que nunca proteste.

 

 

¡Es la hora de secta no de la siesta!

Hay que cantar el mismo canto;

decir las mismas palabras

bailar el mismo canturreo de abejas borrachas

en huelga de hambre,

porque todos los zánganos se cansaron de la rutina

de la copula y morir como San lucas, decidieron.

 

 

Dice el refrán popular que el Santo pereció de hambre

y harto de vulvas de ostras del Mar Rojo.

Finalmente, todos mueren:

San Lucas y la Madre de los Tomates.

 

 

Cuentan que la madre de los tomates

fue una calabaza sin útero que se auto fecundó.

La Historia aguanta cualquier cosa

desde que el hombre creó la palabra.

 

 

Hay quienes dicen que Napoleón

ganó más batallas con sus discursos

que con la espada.

Cuando se le acabaron las palabras

falleció como un idiota en el infierno de Elba.

 

 

Después de tantos disparates, más o menos engranados,

toca guardar silencio y dar gracias a todos los dioses

por esta baraúnda de idioteces

que lleva al hombre a morir en Afganistán

o en cualquier parte donde la gloria tiene el precio

de una bomba inteligente o de un ataúd

que regresa a casa con la medalla de héroe.

 

 

La guerra siempre ha sido la peor estupidez humana;

mueve la economía en muchas partes

y agita los mercados.

los valores se disparan en la bolsa

con el precio de un misil en bancarrota,

que se pone a valer,

matando a huérfanos terroristas.

 

 

Gracias a Su Santa Guerra,

el oropel brilla en algunos escenarios de la vida

cuando una madre se muere

antes de parir la esperanza de un niño con hambre.

 

 

Recemos, por favor, que ya olvidé

por quién doblan las campanas!

 

 

Derechos reservados

 

 

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