Yo que te bajaba las estrellas que tu no veías,
Preferías a los cerdos que tampoco las aprecian,
Ellos te decían lo que por ti nunca harían,
Solo a tu oído complacer querían
Para que tu hicieras lo mismo en la cama,
Y yo que te veía tan inteligente,
Tan elegante, toda una dama,
Gracias a ti quede lleno al tragar mis palabras,
Me dijiste: “Las piernas de una mujer nunca abras
Sin antes saber lo que guarda en su corazón”
Y que razón tenías, pero tu eres un cofre abierto,
Cualquier santo contigo puede pecar,
¿Para que probar lo que todo mundo?
Prefiero cometer mi propio error y el castigo aceptar,
Por eso de tu lado me tengo que marchar,
Ya me cansé de escuchar la misma excusa,
Ni tu me necesitas, ni yo se que hacer contigo.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.