CUENTA LA LEYENDA

Anagracia

Abrió sus ojos en  una noche de estrellas.  Cada una de ellas tintineaba en el cielo al oír su llanto niño. Y ella, hija de una regia estirpe,  jugaba entre los resplandores nocturnos.

 

Se levantó la mañana. Los rayos del sol acariciaban su tez morena. Y sus ojos asombrados y vivos saludaron la sinfonía de las hojas con el viento.

 

Se puso de pie y caminó hasta el agua original que baja desde el manantial. Lavó su rostro, refrescó su piel y empezó a andar.

 

Se  unió a los susurros naturales, al canto de los pájaros, a la tersura de las hojas, a la dureza de las piedras.

 

Alimentó su hambre con las semillas de la tierra y así creció, se hizo fuerte.

 

Su corazón ardía. Se plantó en ella una pregunta voraz: ¿Cómo seguiré viviendo?

 

Y desde el fondo de su espíritu una voz le dijo: “No tenses los arcos materiales. Tensa tu propio corazón para que se dilate como el horizonte infinito.  Tu flecha será tu pensamiento: ágil, cortante y dispuesto. Y con ambos, corazón y pensamiento, vete a la búsqueda de la Verdad.”

 

En la joven-niña creció entonces una fiereza interna, indomable, joven y femenina.

 

En ese momento las mujeres la llamaron:

 

“Acércate a la fogata. Te estamos esperando. En este círculo sagrado se mezclan los olores esenciales, los sabores agridulces, y mientras crepitan las leñas en el fuego queremos  iniciarte en un camino sabio, humilde, servidor.”

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Comentarios2

  • Martha patricia B

    Fabulosa fábula, llena de encanto y magia.
    Abrazo

    • Anagracia

      Muchas gracias por la valoración

    • alicia perez hernandez

      linduras y bellezas en bella prosa

      • Anagracia

        Agradezco de corazón



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