Casino

Alberto Escobar

 

No te interpongas en nuestra relación,
no te ocurra como a Tiresias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Eran los celos lo que la mataba. No aceptó lo que la vida dispuso,
el destino es un río que inexorable se deposita en un mar.
La relación era cuerpo conectado a un corazón artificial, sin vida 
propia, solo sostenida por la tierra quemada, al qué será de mí,
de ti, de nosotros. Fue una tarde, su ausencia oportunidad.
Amigos en una terraza preciosa, centro de Sevilla, luces y neones
que me llevaban a otro momento: la cena fin de carrera, allí estabas.
Te acercaste a hablar con Tere de cosas de mujeres, yo me quedé 
mirando, tú querías que yo mirara hacia Jose, lo hice y nos reímos
de mis cosas, me abrí como flor de mañana contando lo inconfesable. 
Tuvimos que irnos, llegó la hora en que la calabaza impuso su ley
y arrolló con toda la farfolla y la mentira del decorado, se apagaron
las luces...
Salimos afuera, continuamos la fiesta, te recordaba a tu novio, me
acordé de Ana porque ella se interesó por mí por el mismo motivo.
Fuimos a casa de uno de los amigos, echamos unas risas, tú conmigo
y con los demás —normal, eran ellos tus amigos, yo solo un acabado
de conocer—. Hablamos de muchas cosas aprovechando las idas y 
venidas de tu coche, siempre servicial hacia mí —me llevaste de la
fiesta a Sevilla Este y de este a mi casa. Te lo agradeceré siempre—.
Quizás te vi perdida en un laberinto de Minotauro, con el miedo
al abismo como única fiera amenazante y yo, con toda la buena 
voluntad de una amistad naciente insuflándote fuerzas para atreverte
—conozco un caso como el tuyo. Quise abrazarte pero no estabas
conectada, o no querías porque no te impulsé lo suficiente, vete 
a saber... Te dejé ir, tienes mi teléfono, detrás de él estoy, no te 
quiero para mí sino para ti, solo con tu aroma me basta, con tu palabra,
con tu sensualidad rondando la posibilidad, no quiero tu posesión,
quiero que tú seas la poseedora de tu poder como yo soy del mío.
Solo eso... y si me dejas, beber de tu agua fresca.

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Comentarios1

  • Miguel Ángel Miguélez

    Me gusta la prosa poética, tanto para escribir como para leer. La tuya está muy bien construida y mejor desarrollada, y en concreto me ha fascinado esa Ariadna pérdida en busca del hilo para encontrar una salida a esa, llámemosla, incomunicación expectante pues me resulta sugerente y, sin duda, deseable...

    ¡Salud y hasta la próxima lectura!

    • Alberto Escobar

      Me alegro de tu visita Miguel Ángel. Aquí te espero.



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