Incertidumbre, Amnesia Y Cobardía

Alexis Morales

Incertidumbre, Amnesia Y Cobardía 

La idea de que soy un cobarde siempre me acosa, a la par de los sentimientos de vergüenza y timidez que nunca me abandonan.

Recuerdo que esta mañana había salido del baño, luego de darme mi acostumbrado aseo matutino. Y en el interior del que se supone es mi cuarto, mientras me vestía, escuché la dulce voz de una mujer quien me llamaba ofreciéndome una taza de café. No sé si era mi madre, no lo recuerdo. También había olvidado mi nombre...

¡Estaba muy confundido! Allí nada me era familiar. No podía recordar absolutamente nada, ni siquiera quién era yo. 

Ya vestido, no quise salir hacia el comedor. Estaba muy asustado. No entendía nada. No reconocía ni recordaba absolutamente nada.

Luego, volví a escuchar la dulce voz de aquella mujer, llamándome por segunda vez para que fuera a tomar café. Pero al igual que la primera ocasión, tampoco le respondí. No la reconocía. Y mi temor aumentó a un nivel insospechado...

De repente, y no sé por qué, sentí la imperiosa necesidad de huir de allí cuanto antes. Mis instintos me guiaron hacia la puerta que conduce a la calle. Aproveché un descuido de aquella dulce mujer, y me fui de la casa, sin decir ni una sola palabra, y sin tomar el café ni desayunar...Solo sé que deseaba huir de allí, porque de todo mi ser se había apoderado una mezcla de miedo y vergüenza...

Siempre presentí que era muy pusilánime. Y la incertidumbre aumentaba a cada segundo.

En las calles empecé a deambular sin rumbo, porque no sabía a dónde ir. Allá afuera tampoco nada me era familiar. No podía reconocer a nada ni a nadie, y poco a poco, el pánico volvió a envolverme. Hasta que, de repente, una estruendosa palabra se estrelló en mi cerebro, como rayo que en día lluvioso impacta un árbol y lo destroza: ¡la agorafobia, otra vez!...Pero con aquella misma rapidez, esta frase dejó de tener algún significado para mí; y, sin embargo el miedo, cada vez más intenso, nunca me abandonaba.

Caminaba cabizbajo, sin levantar siquiera la mirada. Y a veces, por mi torpeza, tropezaba de bruces con algún traseúnte que venía en dirección contraria a la mía. 

Al rato, una mano se posa suavemente sobre mis hombros. Era un hombre, más o menos de mi edad, tenía aspecto cortés, de sonrisa franca, alegre y muy amable. Me saludó con mucho respeto y atención; y hasta me llamó por mi nombre. Pero yo no le reconocí, no sabía quién era, y lo miré con extrañeza, sorpresa, desconfiaza e indiferencia.

Me preguntó que si lo reconocía, que si me acordaba de él. Y le respondí con un trémulo, rotundo y frío no.

Me dijo que hacía varias semanas habíamos jugado una partida de ajedrez, y que él me había dado jaque mate en sólo seis movimientos; pero yo tampoco recordé aquello...

Y luego, sin mediar palabras, y sólo dibujando un hasta luego con mi rostro, le di la espalda, para proseguir mi viaje a ninguna parte, mientras aquel gentil hombre me miraba con lástima y cara de extrañeza. 

No sé cuánto tiempo estuve deambulando sin rumbo fijo, ni tampoco qué distancia había recorrido.  Sólo sé que ya me sentía muy cansado, y me dispuse a buscar algún lugar para sentar mi atormentada humanidad. 

En un pequeño parque, que ignoro si está cerca o lejos de la casa desde donde había huido unas horas, vi un banco que estaba desocupado. Corrí muy alegre hacia éste para sentarme y descansar, porque no sentía deseos de hablar con nadie. Y mientras reflexionaba, sentí un objeto en el interior de mi bolsillo derecho; y con mucha curiosidad lo extraje, y era una brújula envuelta en un papel con algunos trazos que parecían calles y números de edificios y casas. ¡No lo sé, ni mucho menos cómo habían ido a parar todas estas cosas allí!...Pero, de repente, me arropó la imperiosa necesidad de regresar a aquella casa, donde estaba la dulce mujer que unas horas antes me había ofrecido la taza de café, y que no recuerdo si era mi madre u otra persona. 

Una y otra vez me repetía a mí mismo y me reprochaba el haber salido huyendo de aquel apacible hogar. ¡¿Por qué lo hice?!, me preguntaba con justificado encono, mientras me ponía  de pie, sin pensarlo dos veces, para intentar regresar a aquellas cuatro paredes, como si estas fueran un útero materno, y yo su preciado contenido.

¡Debía regresar cuanto antes!

Pero ya no pude. No encontré el camino de regreso a aquella casa, donde sin lugar a dudas me espera una dulce mujer, con una fría taza de café y algo para comer. ¡No sé cómo volver a aquella casa! 

No encuentro el camino de regreso...

 

 

  • Autor: Alexis Morales (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de agosto de 2021 a las 00:04
  • Categoría: Triste
  • Lecturas: 18
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