RAÍZ DE LA PALABRA

Jose Honorio Martínez Ochoa

RAÍZ DE LA PALABRA

 

I

 

Palabras en la página a través de la distancia

y la fisura en el secreto del calor del alto sol,

brazos y cintura hacia la visibilidad dorada de la pura desnudez

que moja la corriente de los días,

reposo dulce de la radiación de la yerba entre la sed de la garganta.

 

La atmósfera abre sus brazos al verano de los confinamientos

y lanza al viento el consuelo de sus ansias, el discurso del espíritu

moja las gotas del tiempo entre la sed de los anhelos.

 

La nube nos separa del espacio y de los sueños con un color apacible y tenso.

Las palabras en una partícula de sal, llevan las virtudes

de la frescura y su forma

que admiten las estrellas desde mi existencia.

 

Me llevo el aroma profundo del verano en la noche del aroma de tu pelo,

pensando durante el día, me importa el aire de la bella sombra,

la cantidad de partículas soñolientas de la luz se vuelven pesadas durante la jornada.

 

Inclinado en esa profundidad de la mirada, busco el paso silencioso que nos amarra,

el fuego atmosférico roba algunos pensamientos,

vapor del tiempo entre las cosas embelesadas como una expresión fértil,

sueño del deseo en la escritura,

densidad del alma, naturaleza del subsuelo en la memoria,

raíz al borde del cáliz en sus llamas, alas del espíritu en el mundo,

recuerdo del sonido tras la clara voluntad de vegetales.

 

II

 

Tan sólo ese momento de la imagen trivial orienta la identidad

al sembrarse la mirada en ese lugar del horizonte,

se fija en mi sollozo una reflexión de escamas

y se escapa o se aleja el suspiro entre lo impalpable.

 

Tan sólo ese suspiro que cae al borde de mi mano,

es misterio o desconcierto del río pensativo,

forma del acento y del aroma intacto de los labios,

travesía del abanico en sus olas, cabellera en las aguas blandas

y del mundo en medio de su alma como la ola que crece entre las formas.

 

Era el tiempo de una ola de humo entre el monte sin ser correspondido,

en la mirada, una concavidad como la ley de las potencias enlazadas con el sol,

creaban un recuerdo como un racimo entre el naufragio.

 

Y comencé a observar las pequeñas líneas transformadas en el horizonte.

La flor como si del subsuelo brotara con los incendios rojos,

nos aguarda exhausta y rezuma a través de sus pétalos en la ventana.

 

Los pájaros se esfuman en medio de la noche, fijan la mirada hacia el aroma de la fruta.

Sobre el valle, la memoria es alegría en los sentidos,

la búsqueda de la propia energía es como el aroma del monte, alienta la libertad

al querer sostener el suspiro engendrado en la harina de la sal,

el mismo acento del desmayo de la rosa.

Mi mano entre la almohada del coro, es placer de tus raíces,

el estoicismo sale de la luz de tus ojos, los corazones tienen el perfume del infinito,

las artes vivas de las olas nos esperan en el mar,

las calles vacías nos aguardan entre las cosas, refutan el confinamiento

y yo sigo aquí con la actitud lúcida y la sed de la liberación de los fantasmas.

 

III

 

Camino con la mirada hacia la puerta de los años,

luz y flor en el ascenso,

sueños recién germinados en la inocencia;

llevo en mis oídos el rumor callado de la roca,

la sed del canto de los pájaros engrandece la tarde

y los recuerdos se esparcen entre matorrales.

 

Por otra parte, el calor es agua entre los brazos,

la reconciliación de mi olfato salta de su lecho y se sitúa en la voluntad del musgo.

Los afiches de la vida tienen los ojos abiertos hacia las ansias de la luz.

Las cualidades excepcionales de las estrellas

ruedan en el lugar preciso de los horizontes al despertarse sorprendidas.

 

Hay necesidad de caminar y pasear entre la hojarasca

de soledad y estrella,

la montaña que se abre a la huella de los brazos se enciende y se alza,

veo por todas partes la pasión de todas las vidas,

se trata de abrirse a la realidad, a lo que nos asigna una memoria, una ficción;

amor preciso y extendido en las alturas.

Naturaleza del tiempo.

Jerarquías de las formas del fuego y la ternura.

Árboles, retablo del jardín hacia la mar, paralelo a nuestro tiempo.

 

IV

 

Disco galáctico en la gota tenaz del ojo que en ti crecía,

fuego del movimiento expansivo con su color de mar.

En el agua la yedra de lo nuestro se derrama y mi voz penetra corazones.

 

Descubro las gotas de la pureza infinita de las margaritas

en las incandescentes copas del sol que nos rodean

y en las cestas de las flores, el viento dibuja el fuego de los labios

en el invierno dulce en que subsisto.

 

Entre la nube azul enredaderas de nuestro nombre,

voluntad de la grandeza del pan y de la tierra al paso tal vez de nuestra piel,

en el lugar del cieno, la túnica del viento sin remisión del gesto de colores,

la hierba deja la rama de su sexo,

la sombra extendida del árbol deja en los labios la palabra con su tinta.

 

Como la sombra del bosque indócil, hoy es sombrío resplandor de aquella hora,

danza en la memoria de las aguas que nos dan sentido,

ella es la claridad del sol con el sueño deshojado en los jardines,

memoria que rezumba entre la raíz de la puerta del solsticio.

 

Sobre el círculo de la claridad cuadrante del sentido y del deseo,

los días están entre la deriva de los muros de la sal.

 

Cada nube en el insomnio que pasa se enciende el viento,

el aliento entre los espacios es sensibilidad en los almendros.

Sílabas de arena en mi garganta se pronuncian en voz baja y son fruto o estrella.

Luz del torbellino que derrama la frescura de su aroma.

 

 

 

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