FRONTERAS DE LA LUZ

Jose Honorio Martínez Ochoa

 

            I

 

Esa luz gravitatoria en el delgado júbilo de nuestra piel.

Arruga en el fondo de la luna y tal vez,

es anhelo o sustancia de la estrella astral que nos contempla,

página en el tiempo con el espejo y el amor;

gotas de la noche,

geografía de las rosas nos rebasan

desde el viento hasta los hombros

y el espanto nos desnuda y quema.

Gira la tierra sobre los muros del sol y el otoño líquido,

atadura del amor por todas partes,

vino entre sus llamas, luz y rosas por delante;

cambia la luz y se sacude

y sigue ahí, en el infinito y la distancia es un torrente.

Se bañan mis ojos en la rotación desplegada de las claridades

y se anidan en tus manos,

crepitan mis delirios bajo la desnudez del mismo aire;

radiación magnética del vértigo.

Alianza gravitatoria de un segundo al mirarte.

 

II

 

Mi visión sobre un peñasco es la armonía de sí misma.

Calor entre nosotros para perderme en el relámpago de peces,

dame el ímpetu que impone el florido acento de tu voz.

El viento Sur en la terraza es lluvia y canto de mis sueños,

llega con amor y es voluntad fugaz de los limones.

Me deslizo como la miel del fruto, solitario con nube y aire

y en la mano se derrama el tiempo con círculo de ser agua o imágenes del viento.

Ansia de mi alma y de un hilo de mis labios,

semilla roja de la luna, mirada envuelta con su aroma.

Pongo mi mano en el jazmín y se quema en el vergel con esa luz en la pared,

recuerdo ese amor en el espacio petrificado de los días,

un amor con esa luz en el corazón del aire y su jardín.

Tibieza del círculo consciente de la estrella;

pétalo tembloroso del espectro lúdico del mundo,

agilidad de la mirada,

remedio de la brisa y de la salvación marina en la penumbra,

natural pétalo de lágrimas,

prado de los días acechando los jardines de mis luces.

En este amor el viento de febrero me conmueve,

océano que uno respira y nos revela en su crepúsculo, su propia voz,

sombra en la mirada,

los pesados pétalos cargados de esperanza y aquí tu voz,

la emoción entre los frutos es tormenta; añadidura de las avaricias;

recuerdo del sentido que dibuja las palabras,

contorno de perlas y la belleza es tu descanso,

fuerza de los días, cultivo de mi interior contra tu sueño.

 

III

 

El naufragio sobrevive aquí y en todas partes,

el muelle moldea y se entrelaza a lo largo del mar y su blancura,

viene el amor de tus ojos y son llamas del crepúsculo;

pétalos en un follaje que respiro a tu lado, aroma que nos revela la paciencia.

Vuelvo a ti y tu corazón es río o trono de las hojas en agosto.

Puedo tropezar en una piedra y envolverme en tus abrazos,

arrojar las pasiones sobre el agua, ir tras las recias formas del recuerdo.

Hago brotar desde los vientos el trino del espectro

y gotea humedades con sed de almendra encarcelada,

roe en mí la luz de tu perfume;

acecho la carrera de tu ola y sin pedirlo regresa mi latido,

en mí se pierde un chopo de la brisa,

se precipita su objeto y es ciclo tembloroso de su ola;

sobrevivo a tu dulzura mientras dibujo en el suelo tu rodilla,

la esperanza de extender mis brazos a tus caricias instantáneas

y sobresalta al vaho de las telarañas de mis ojos.

 

IV

 

El viento Sur en la terraza es pie desde la noche,

es mar o fuerza de la roca reposada en la lentitud encendida de mi rostro;

atesora sencillamente su cimbrar, escena del cuerpo vegetal.

Las olas son las nuevas sombras que tocamos;

la risa a plenitud entre las hierbas va más allá desde mi fuerza,

los labios sobre el camino de tus manos encienden las esencias,

el aire humilde lo contemplo desde mi destino,

vuela llevando a mis ojos la marea azul desde sus garras.

Manantial repentino a orillas del naufragio.

La luz de la lejana estrella, sobrevive a mi tarde o fuego de ficción.

La luz musgosa, plural a la mitad de los capullos

es esbelta en la quietud invernal de los aromas.

Sin viento alguno, el atavío del espectro en mi región es uva y mar,

germen bajo la tierra cercano a mí, mística sombra en tu boca.

Mundo frente a mis ojos, vestigios del desvelo,

alas de la noche, silencio dulce que conozco en cada margen de tu risa.

Brisas, luz ultravioleta del rumor en una hora,

onda lúdica en la sonrisa, tierra un tanto aire inolvidable.

Luz en el universo leal del pensamiento,

reposo en el oleaje de  segundos, llaves en el origen de la ola,

plenitud del caudal entre las áridas ramas de las venas,

radiación a mi lado, moléculas de pétalos en plena diagonal del jardín de sueños,

espectro en la longitud del mar de nuestras vidas.

 

V

 

A plenitud la tarde poseída.

Reveladora entre conversaciones, la pena y el deseo.

La palabra me sostiene en apariencia entre las finitas yerbas,

las ramas sobre la casa emergen de otros sueños,

infinitas ondas revelan su misterio sin rechazar los minerales.

Las aguas pensativas se alejan y los pájaros reposan entre las transparencias

que espejean el azul extenso entre las manos.

La galaxia como esfinge es idéntica a la luz inmóvil,

el aire oscuro recoge el aliento del río y se desplaza en la corriente,

se mueven las ramas de los árboles con la marca de la luz furtiva,

la memoria se sacia con la quietud de mariposas.

Entre la sombra del ayer y el aroma del ahora, flota la alegría pescadora;

se desnuda el árbol y nos convence su bondad,

cierro los ojos

y la emoción viene desde las divinidades soterradas

y el silencio en alguna parte de tu piel

es la luz que otorga el beso de mis aguas.

Los árboles lucen sus últimos retoños,

hacen frente al silencio acogiendo a la palabra,

y el aire se ondula amamantando el vientre en su rodilla;

mana de la ola su curva que desuella, encarna en la bruma

y por el cielo visceral es serpiente entre la sonrisa.

Se alborota y atraviesa mi ventana más allá de mi crepúsculo,

donde se halla la llamarada de su estrella.

 

VI

 

Crecen las horas, las palomas exclaman su buena voluntad a solas,

vuelan al borde de un atardecer de la paciencia,

sustancia del sonido o papel acechando la mirada mercurial de un telar

que revela una contraseña al destello.

El viento bosteza en el corazón y se pierde en la fuente de la idea.

Giran las nubes y son azucenas afiladas,

puñal, ansiedad hacia los húmedos lirios del exilio.

Lo que ha de venir al alma

será la pasión de los dominios de la luz,

la que se rompe con su aroma

y piensa en los años que se guardan en la permanencia y el orgullo,

con las formas de la prudencia que alcanza el horizonte.

Se abre el ayer entre los cálidos torbellinos de los polvos

cuando la alegría justifica el aliento y su crepúsculo

y nos hunde con las rocas del mar y su auténtica humildad.

La esperanza crece y los jazmines abren en los aires,

el ojo del crepúsculo ilumina el camino de la marea y los silencios.

La tarde es un ensueño, una llama desvanecida en la inocencia,

una palabra se disuelve y llena el corazón y trae tempestades,

una sortija de la luna en el dedo, es garza en el espejo cada día a la espera de conversar.

Por el espacio dormido un rayo cósmico me llama,

figuras de un cuerpo, nubes, torbellino, aire tibio, formas del silencio.

Material de las nubes en el cielo de abril, carga positiva en los ojos de la mar,

grandes cosas en mi vida. Amor, fuerza es tu palabra,

afortunado tu lenguaje en esta época, tal vez indispensable.

 

VII

 

Qué alegría afilada en el hondo silencio,

qué paisaje,

qué labios floridos se adhieren al paisaje de mi boca.

Qué silencio de una guitarra.

Silencio que posterga el callado discurso de los rayos gamma,

luna similar a tu sonrisa.

Escribo con los sabores del pasado y me sacudo los años y los días,

dejo sobre el mantel la pulpa del recuerdo,

corteza de los acontecimientos, dulce respiración de mi existencia.

En el mar, la luna solitaria deshoja el otoño con su rayo,

tiene un punto de partida

en el pétalo labial de su palabra y transparencia de mi sed;

se extiende el silencio en la carne y en los huesos,

el frío entre las hojas;

la lluvia de partículas labiales, son ritos

que prosigue en los propios sentimientos de su propio germen.

 

VIII

 

 

Florece la marea en el monólogo de la simulación,

las alas de las garzas crecen con su identidad cifrada en su blancura;

aumentan y crean órbitas de ruego y centellas pensativas,

geranios de poesía a la espera del neutral espacio en su disfraz;

llevan la forma de la luz lunar

y otra vez esa luz cósmica crea una radiación de aire y fuerza de la vida

y aparecen los peldaños que cavan las arenas.

 

 

IX

 

Al pie de la luz,

se postula la fuerza del rocío y se impone a la intensidad

del zafiro de las venas. Agua

o radiación intensa de los astros en las manos,

ojos profundos en el poblado de las flores;

lleva un puñal de magnetismo al labio surtidor de la palabra.

Lleva el rango de energía el esplendor. Tus ojos,

la superficie del tono de la dicha,

la energía de una lágrima de nobles primaveras. Burbuja en los cabellos,

tempestades de un fantasma, desmesura del crepúsculo en su contento,

frutos, fuego, espíritu de luz, pasajes de lágrimas celestes.

Cerrar los ojos encima de todos los abismos,

sustancia de la voz deliberadamente tierna.

Reposo de los días sobre un follaje de pensamiento y retrocede,

estimulación de las palabras para los trasplantes de colores,

noble brizna de las yedras, follajes de los árboles en los discursos anhelados.

Pienso en la artesanía que atraviesa la selva con una reflexión,

tus brazos cada vez se abren a la espuma,

astilla en las congregaciones de la sombra,

ventanas con las imágenes de una delicia de la luz en tu cintura.

Te enciendes con la voluntad de mis ojos murmurando,

existencia en el pensamiento que pronuncia un discurso, aliento de la arena,

ventura del mar en mi corazón, belleza de las constelaciones

quien golpea esta soledad inalterable.

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