**~Novela Corta - Cascada de Amor - Parte III Final~**

Zoraya M. Rodríguez

Cuando llegó el tan esperado sábado en donde se vé con Ramón del Monte, sí, allí, sobre la piedra al lado de la cascada de amor, cuando su mundo el de Rosa María, le queda poco para llegar en santo matrimonio y llegar a su destino como la más hermosa virgen al enlace nupcial con su amado Ramón del Monte. Si en el instante de todo se volcó la mala suerte en una sola buena suerte, como se llama la hacienda “La Suerte”, cuando en el interior se dió como el único desenlace final de creer que el santo matrimonio puede ser tan real. Y Rosa María, sólo sintió el gran desastre de creer en el alma devastada de dolores y de sufrimientos inconsecuentes y tan sólo por no ser amada. Y por no ser como la joven amada de Ramón del Monte, creyó en ser atemorizante de unos espantos nocturnos, en la cual, se dió lo más efímero de un todo y sin la nada del olvido. Cuando en el trance de lo imperfecto fue lo más recto de un todo cuando se ofreció lo más imprudente de un mal amor, sí, en el corazón. Si en el corazón, se debió de amarrar a la vida, y a la mala atracción de caer en el mismo coraje del solo corazón, y se intensificó más en saber que el destino era tan vil como tan cruel el camino de vivir en el solo pensamiento en querer ser amada como la rosa más hermosa del jardín del corazón de Ramón del Monte. Cuando en el artefacto del corazón de Rosa María se vió infructuoso y tan penoso como el haber sido como un desastre efímero y tan desvaneciente como poder ser en el alma un suburbio autónomo de creer en el alma una luz y tan opaca como no haber sido amada bajo la cascada de amor, y bajo aquella torrencial agua cristalina y tan transparente como el desastre de ver el reflejo del sol bajo aquellas sombras desérticas. Cuando en el instante se dedicó el paisaje en creer en el alma unificada de crueles espantos, cuando ella, se vió aferrada al amor verdadero, y tan dolida y tan hiriente por no ser amada bajo aquella cascada de amor como la misma historia en que se conoció en el pueblito de Drojuro. Y quedó atónita, estupefacta y su honra en desdoro, pero, ¿qué honra?. Si se debió de creer en el combate de los ojos abiertos al amor, cuando cayó en silencios autónomos de poder ver los celos de ese terrible amor en cada latido o corazonada. Cuando en el alma de Rosa María, se debate en una sola espera y tan inesperada de un sólo tormento en vez de ser tan y más amada que una hermosa diosa. Ese sábado por la tarde se vió automatizada en la espera de esperar por el tan inesperado amor en el mismo corazón. Cuando en el alma se vió aferrada al monte calvario de un solo vía crucis como el de Cristo. Cuando en la tarde se vió Rosa María, aferrada y horrorizada en el mal comienzo de creer en el alma suavemente y delicadamente como fue saber que poseía una luz aunque fuera opaca. Cuando en un sólo porqué triunfó desnuda y sin más que el combate de creer en el alma sin luz. Y ella, quería, pero, aunque no podía ser como el mismo instinto perfecto en que se dedicó en ser como la misma cobardía del mismo corazón, si sólo amando se fue el universo lleno de estrellas automatizando la espera de creer en el alma a cuestas de la sola razón. Cuando en el desenlace mayor y de una buena satisfacción se vió frente a la cascada de amor, cuando en el combate de ver y de sentir en el alma creó una sola presencia frente a esa cascada de amor. Y se dedicó fuertemente a ser como el mismo soslayo de creer en que su cuerpo y alma, vida y corazón no sería amado como tal. Y sintiendo el alma devastada se dió lo más fuerte de un mal triunfo y un buen fracaso en su alma sin luz, desatando una osada osadía en caer en ese cauce lleno de aguas cristalinas de la cascada de amor. Y se vió horrorizada de un dolor por ser amada bajo la ladera en la piedra, sí, era allí en la piedra. Cuando en el trance de lo real se vió con espantos nocturnos cuando llegó la noche fría a descender por el mismo cielo. Y quiso entregar cuerpo y alma, vida y corazón, a ése gran amor a Ramón del Monte, pero, se le olvidó a la joven Rosa María, esa misma noche en la habitación en la soledad. Cuando en el trance de lo perfecto se vió aterrada a la fantasía de creer en el mayor de las veces automatizando la espera inesperada de un sólo viento, en que el deseo se convierte en derredor, y en el mal trance de la pureza de una verdad de que estaba sola en esa habitación. Cuando por creer en el mal delirio socavado en un sólo mal delirio desafiando el funesto instante de percibir la noche fría en su piel, y se dedicó Rosa María, en ser como el nuevo desafiante electrizando la espera por ser amada. Y en el peor de los casos por amar y en ser más que amada se vió aterrada en la forma de ver el cielo como el eterno silencio en que se cree en la mayor espera de esperar por el susodicho a que si la amara realmente. Cuando en el suburbio automatizado por el gran e inmenso amor entre ambos, entre Ramón del Monte y Rosa María se entregó al santo matrimonio o al enlace nupcial en que se dilucide el amor en el evento más grande del mundo y más en el pueblito Drojuro. Cuando en el alma se electrizó en la mirada llena de una cruel verdad cuando ocurre el silencio en su alma llena de amor inconcluso desafiando al corazón lleno de amor. Cuando en el instinto de petrificar la espera y tan inesperada tramó lo que nunca cuando en el desenlace de ver y de sentir el delirio delirante de saber que el instinto y el capricho de ser como el veneno y tan mortífero y tan letal como la misma verdad, y si se siente aquí como en el alma sucumbió en un sólo mal delirio de enfrentarse a la vida misma. Y fue ella, Rosa María, la que un día fue y será como la pureza innata de creer en el amor a toda costa entre la luz veraniega de creer en el alma descendente de saber que el destino era tan frío como el mismo hielo congelando la propia alma. Si posiblemente se dió alma como una terrible desarma terriblemente fuerte. Finalmente si en el alma se enfrío como el hielo, cuando en el rencor dictó en el alma cosechando lo que nunca en el corazón solo, sólo se petrificó la espera tan maldita. Cuando en aquella habitación se amó sí, en verdad sudó calurosamente un nuevo sudor pensando, sólo imaginando en su eterno amor como si fuera un torrente de salvación cuando en el alma le llegó su luz. Cuando en el ocaso se dió lo más efímero, pero, tan perenne en la misma alma desafortunadamente y con un infortunio desbaratado en el mismo corazón como el propio sol en sombras adyacentes de solas penumbras en el alma, sólo en el alma, destruyendo en el frío rencor, cuando en el alma sólo se ofreció un amor sin amar. Cuando en el alma se dió como la magia más fantasiosa del evento frío en el sólo corazón. Mientras en el alma fría como el puro hielo, y desafiar el camino y tan frío como el desafiar lo que todo comenzó, cuando en el alma de Rosa María, se debate una sola calma y tan inesperada. Cuando en el alma quedó como el torrente naufragando en el tiempo y más en esas aguas cristalinas de la montaña Drijú donde pertenece la cascada de amor y tan fría como el alma sin amor, pero, sí, con amor. Y ella, no sabe si en verdad amar, o dejar de amar o en el torrente de salvaguardar la esencia y la presencia de un alma en soledad. Cuando en el alma se enfrío de viento compasivo demostrando lo que viene y venía en el tiempo, sólo en el tiempo, cosechando una virtud en desdoro, pero, aunque no sabía, Rosa María no podía en dejar de ver el cielo de gris y de tempestad. Cuando en el tiempo, sólo en la noche fría se vió como el mismo empate de creer en su alma y en su corazón que era equitativa como el mismo tormento en que la cascada de amor se enfrió como las mismas aguas torrenciales de agua cristalina. Cuando en la fría noche se dió lo más fuerte de un sólo momento, cuando ocurrió el más fuerte desafío frío en la piel, sólo en la piel. Cuando en el imperio acometido se aferró el siniestro cálido, pero, tan helado como el frío invierno que se avecina. Y el santo matrimonio y el enlace nupcial, entre Rosa María y Ramón del Monte, vá en viento en popa, pero, ella, sólo ella, se electrizó la forma más vil, y tan sensacional por correr el deseo de embriagar el puro e innato deseo. Cuando su amor quedó como principio de un todo sin ser la nada atrevida de un sólo deseo, de amar bajo la cascada de amor, y de saber que el deseo se aviva la esperanza de creer en el alma desértica de amar bajo el imperio soslayando en el deseo efímero y tan real como aquella vez en que se advirtió que el amor avanzaba en el mismo latido del corazón. Cuando Rosa María y Ramón del Monte, acechó con penumbras soslayando en el mal deseo de sentir el silencio en su corazón amando, sí, como por vez primera. Cuando en el sentido de su propio mundo se vió aterrado en el alma el amor a primera vista, cuando se vió Rosa María entregada entre aquella cascada de amor y vió entre las aguas cristalinas de la ladera un espejismo de su rostro con una rosa en sus cabellos más hermosos, pero, quedó como princesa de un sólo cuento, cuando el final no llega lograr aparecer como el viento corre tan de prisa. Cuando corrió en ser como el deseo o como el aguacero de mayo floreciendo en el alma y disfrutando en el coraje de amar lo que quedó entre aquella piedra cerca de la cascada de amor, sucumbiendo en un sólo trance. Cuando en el albergue automatizado de la verdad creó un sólo tiempo en correr como el mismo deseo, logrando barrer dentro de su propio corazón un mal desenfreno. Cuando en el albergue de su instinto se dedicó en ser fuerte como el roble, desatando las fuerzas en penurias de soledades cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo caducó en el buen final en un sólo buen deseo de verse sí amada por el hombre que ella amó y que amaba con todo el alma. Cuando se dedicó con las mismas fuerzas y las mismas fortalezas de creer en el alma la luz y tan opaca por no ser amada por el hombre que ella amaba. Cuando se enfrentó en la alborada en poder creer que su enlace nupcial se acercaba más y más, cuando su esencia y su amor por el verdadero hombre, se aferró en el alma destrozando lo vil de un eterno desafío, cuando yá su amor se vá a entregar ante un altar. Cuando el alma, se identificó como el mar de torrentes desafiantes en navegar el ocaso frío, por donde se electrizó el delirio de naufragar como un perdido náufrago en el mismo fondo del mar abierto sin llegar a puerto seguro. Y quería ser amada y amar, pero, su orgullo y su honra no vá a quedar en desdoro, se decía ella, Rosa María. Cuando su esencia y su plenitud, calló y cayó bajo el cauce bañando su cuerpo y más su piel en aguas cristalinas en esa cascada de amor para dejar claro su presencia y más que eso su esencia, y vió como espejismos su rostro bajo aquella cascada de amor, cuando en el delirio delirante de creer en el alma a ciegas, cuando su alma petrificó la espera y tan inesperada de solventar lo nefasto del tiempo y del ocaso frío. 

Y llegó Ramón del Monte a la cascada de amor, y ella, Rosa María, lo mira absorta y temerosa de espantos nocturnos, pero, era el sol veraniego, cuando ella se bañaba en cuerpo y alma, vida y corazón en la cascada de amor, dejando saber que su cuerpo le pertenece en saber que su mundo era igual al de Ramón del Monte. Cuando en el alma se dedicó en ser como aquella vez en que su alma se petrificó como el tormento de su corazón cuando hasta el alma se amaron sí bajo aquella cascada de amor, cuando en el trance perfecto de la vida quedó sí bañada de aguas cristalinas de esa cascada de amor cuando sus celos irrumpió en un sólo destino cuando llegó Ramón del Monte a la cascada de amor. Y sí, que la vé y la mira con ojos de hombre y tan enamorado, y se baña junto a ella, en la cascada de amor, y le ofrece y le conjura y le perjura su eterno amor. Cuando su mundo cayó en redención y pasó lo mejor en la vida, él sintió el desastre de ver el mejor conjuro en Drojuro y más en aquella montaña Drijú, donde se halla la cascada de amor donde se bañan Rosa María y Ramón del Monte. Cuando en el desenlace final de ese amor sólo se bañó como oro a una joya preciosa, cuando el enlace nupcial entre ambos, se daba en unos pocos días más. 

Y llegó el día de la boda y tan inesperada para ambos, sólo querían amarse bien, y mejor que nunca saber que su silente silencio se hacía un total amor. Y pasó por el pasillo de la iglesia con su velo como cascada de amor y como rico manantial dejando saber que su pureza innata y dejando escapar que los besos se dan de par en par cuando su amor quedó petrificado en la espera y tan inesperada de creer en el amor a ciegas y de un sólo tormento veraniego cuando el calor y el sudor de su cuerpo le amerita bañarse en la cascada de amor y sí, después de casarse, pues, amarse bajo aquella cascada de amor y sí que se amaron, bajo las sombras perdidas del sol veraniego, cuando se entregó Rosa María a Ramón del Monte, y su hilo virginal cayó como una rosa perdida sin poder marchitar jamás en la cascada de amor prometiendo que el amor sería para siempre y amando para siempre bajo el rico manantial en aquella cascada de amor, y ésta vez, ¿se marchó del lugar y de los brazos de Ramón del Monte?, pues, no. Y se amaron realmente en la cascada de amor.  




FIN      

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de julio de 2021 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: Ramón del Monte ama con locura a Rosa María, pero, cada vez que la vá a amar bajo la cascada de amor, sólo le queda el recuerdo, cuando ella siempre se marcha...y, ¿llega vírgen al matrimonio?, pues, sí…Mi 25ta novela corta del año 2021…Mi #63 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 12
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