**~Novela Corta - Cascada de Amor - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Rosa María sólo le teme al amor y en ser amada, ella, aunque no sabe nada del amor sólo quería aprender, pero, le da miedo y temor y un pavor muy temeroso en ser amada. Y para ser amada sólo quería sentirse casada y no en traiciones, en profanar el techo de su hogar y no honrar a sus padres. Y eso era lo que no quería ni deseaba Rosa María. Si sólo posiblemente su amor Ramón del Monte la quiere amar, pero, no, no quería esperar más. Si el novio la desea y la quiere amar, pero, no quería esperar más para amar a Rosa María. Si Rosa María llega al lugar predestinado, en el momento exacto y en el preciso instante en que desea más amar a Rosa María, y ella con su vestido de rosas, y su olor de piel de rosas y claveles, y ella, sabía algo, en que sólo quería ser amada como otras muchachas bajo aquella cascada de amor esperando que el silencio y el eco de esas aguas torrenciales que bajaban por la ladera hasta el cauce, fuera el evento de amar bajo esas sombras del sol bajo la cascada de amor, aquella que tiene y que posee una sola historia de amor y del verdadero. Y así, la pareja de Ramón del Monte y de Rosa María, sólo querían amarse bajo aquella cascada de amor, bajo esas aguas clandestinas de lluvia y por un manantial que era como el cristal y translúcido y tan transparente como el mismo cristal en que casi se mira y se refleja su rostro en esas aguas cristalinas y tan torrenciales. Cuando en el alma de Rosa María, se elevó un torrente de sensaciones nuevas y de un hechizo perpetrando la osadía de querer amar y de entregar el dulce del néctar de su piel a Ramón del Monte, pero, algo sucede en el mismo instante en que las caricias se dan y lo besos iban y venían algo sucede en que no se pudieron amar bajo esas sombras de sol, bajo aquella aguas de un rico y un bello manantial, cuando a Ramón del Monte, le llega una terrible y vil noticia de que un amigo suyo, un peón de la hacienda “La Suerte” se había lastimado con un coz de un caballo. Y se dijo una vez más es buena o es mala la suerte cuando la quiere amar a Rosa María sólo le queda el mal recuerdo de haber acariciado y de haber besado en el alma, a Rosa María, sólo en la luz del alma tocar tan suave como en su propia piel, pero, sólo la amó inocentemente en el alma, nada más en el alma. Y Rosa María quedó en solitaria mala soledad cuando le ocurre el mal desastre de creer en el verdadero amor. Y ella, sólo ella Rosa María, quedó en soledad y quedó tan maltrecha y tan abandonada en el tiempo, y como una sola soledad derribar el mal tiempo era cuesta arriba. Cuando en el suburbio de lo acontecido y por lo que amerita el deseo fue como enredar el tiempo en una mala cosecha y saber que estaba dolida el alma. Cuando Rosa María, allí en la cascada de amor quedó observando las aguas cristalinas y tan bellas como el translúcido diamante de una joya, que perpetra sólo un acometido fugaz como el tormento venidero de creer en el alma a cuestas de la verdad y era ella Rosa María, la que en el alma sólo vió y sintió un desastre fugaz como que la estrella brilla en el mismo cielo. Cuando en el ocaso se vió atormentado y tan frío como el mismo desierto mágico en que la salvedad se electriza como el sol veraniego de todo un sol en esa cascada de amor, cuando en el delirio delirante se cuece una sola verdad y era que el sol le penetra hasta el alma con calores suaves y de extrema dureza y de salvedades con poder salvar el amor a toda costa. Y sí, quería ser amada por Ramón del Monte, el peón más fuerte y rudo y tosco de la hacienda “La Suerte”, si sólo quería en ser llevada entre sus brazos tosco y tan corpulento, como el haber sido el mejor peón de la hacienda. Cuando, de repente, lo pensó y lo imaginó que a la tercera será la verdad de entregar cuerpo y alma, vida y corazón hacia los brazos de Ramón del Monte. Cuando en el tiempo, y en el ocaso vivo se electrizó la forma de ver y de sentir el naufragio celeste de ver y de sentir en la piel el mismo amor en que casi naufraga el tiempo en pensar si se entrega a los brazos de Ramón del Monte o queda virgen para el matrimonio, si esperar no le cuesta nada, pero, ella sentía en su piel y en su cuerpo y en su mundo, lo que otro mundo no hace ni siente igual en ser amada como ninguna otra mujer. Cuando en el secreto de todo, y en la nada del olvido, no se podía olvidar lo sucedido y lo que quería que sucediera, y con su eterno amor Ramón del Monte. Cuando, de repente, se vió amando nuevamente bajo la cascada y era la tercera vez, sí, se decía él, la miró fijamente a los ojos y la quería devorar con la mirada llena de amor y de una pasión muy ardiente, en la que el suburbio del corazón se manifestó de tal forma como la entrega del correr y de amar bajo aquellas sombras de la cascada y bajo aquellas aguas torrenciales de la cascada de amor. Y querían amarse más y más, pero, llegó un diluvio, el cual, fue muy fuerte destrozando a la piel con gotas de lluvia y muy fuertes que hasta le ardía en la misma piel la lluvia, y se marcharon del lugar y se despidieron con un beso muy húmedo por la lluvia que pasaba en la cascada de amor mojando de pasión a ese amor que era tan sagrado para el amor y más para ambos. Y Rosa María toda llena del olor y del aroma de las rosas, y todo porque le agrada mucho las rosas y se sentía como lo más delirante por su aroma. Y la esencia de la rosa automatizó la honra y la virtud de Rosa María, hacia el olfato de su amado Ramón del Monte. Y la lluvia llegó a desvanecerse perpetrando lo efímero y llegando hacia lo más perenne de un todo. Cuando en el albergue de la vida se electrizó la forma más evidente por amarse más y más, cuando del todo y de la nada por sentir el desastre de creer en el combate por amar tanto Rosa María y Ramón del Monte, se electrizó la forma de sentir el silencio y la paz de un buen comienzo hacia el renacer y el mirar hacia un porvenir. Si en el final de un todo se vió aterrada y aferrada al amor con amor. Y se vió pensativa e imaginativa pensando en un sólo amor. Cuando en el albergue de un todo, se vió Rosa María, consentida y sin herir a su corazón, se sintió como una virgen con amor, sí, con amor, y con celos del amor quería amar a su amado. Cuando en el destino y en el camino frío se aferró y se aterró más a la soledad y de su propia alma. Cuando ocurrió el mal desastre de ver y de sentir el silencio devastado de enfrentar el amor tan puro e inocente de su amor Ramón del Monte. Cuando en el alma se hirió profundamente en su propio destino frío y sin sentido y todo porque sólo quería amar a Ramón del Monte en la cascada de amor, y sin faltar un delirio delirante de creer en el rencor del alma como un torrente de desafíos y tan inherente al alma sola. Cuando en la posible posibilidad en amar sólo lo quería y lo requería en el corazón como en la imposibilidad de saber que en el alma está la luz misma por donde quería añadir el deseo y amar en cuerpo y alma, vida y corazón. Cuando sólo en la cascada de amor, sólo le hiere el combate de creer en el amor a toda costa de sentir el más terrible sentido. Cuando ocurre el desastre de creer en el delirio delirante de saber que el deseo se convierte en el alma como algo penetrante como la luz en un sólo corazón y por una luz que desea ver en el camino. Y una paz en el alma como una descendente luz como el ir y venir lejos de esa gran montaña Drijú, sí, en el pueblito de Drojuro, cuando en el conjuro por amar a Rosa María, sólo se obtuvo una conmiseración altiva de creer en el combate de dar y de entregar el amor en el mismo corazón, cuando en el inicio de creer en el alma se debió de automatizar la espera y tan inesperada. Cuando en el deseo efímero y tan perenne de todo y más de amor se vió aterrada y pavorosa del mismo amor de Ramón del Monte. Si cuando en el instante se debió de otorgar el comienzo de creer en el amor puro e inocente el de Ramón del Monte, cuando se dió lo más fuerte de un sólo evento el de amarse sí, como dos novios novatos en el amor bajo esa cascada de amor, bajo aquellas sombras del sol, y bajo aquellas aguas torrenciales de aguas cristalinas en la ladera y cayendo por el cauce. Cuando le dió por amar y enredar lo que por primera vez siente más y más en el alma llena de suaves y de petrificantes esperas en el alma y nada más que en el alma fría, devastada por el frío o por el torrente de desafíos inherentes. Cuando en el alma se aferró a la luz desafiante de de un sólo silente silencio de esos en que se desviste el corazón para amar más. Y entre besos y caricias y entre pieles y más pieles de deseos se aferró al suave delirante de entregar el cuerpo y alma, vida y corazón al amor y nada más que al amor. 

 

Cuando en la alborada de ese viernes clandestino y de un sólo destino frío y de un sólo soslayo entre el amar y por aferrarse a las caricias dadas por su eterno amor, Ramón del Monte, ella, Rosa María, sólo quiso entregar cuerpo y alma, vida y corazón, y ella, sólo enredó el tiempo y el deseo de envenenar el sabor de su piel mortífera. Cuando en el delirio delirante de creer en el alma se edificó el más cruel delirio delirante de amar en cuerpo y alma, vida y corazón. Cuando en el alma y en la cruel bondad de saber que el destino es cruel como el saber de la impureza de un tacto intocable como el deseo efímero y perenne, y de saber que el destino es frío como el camino desértico. Y Rosa María se aferró al tiempo y más al deseo de saber que el amor se entrega en la piel letal llena de un veneno llamado calor como lo era el de sentir en la piel las caricias de su eterno amado. Cuando en la cascada de amor quedó petrificada perpetrando y tramando el vil amor, a consecuencias del amor lleno y tan profundo que siente por su eterno amado. Cuando en el alma se dió lo más petrificante de un todo si en el alma quedó como una luz y tan opaca, como el mismo desenlace en que se vió el torrente de aguas cristalinas. Si cuando se aferró el destino y el frío como comienzo de un nuevo instante se dió el nuevo delirio delirante de creer que el final se sintió como si fuera el último instante. Cuando en la fantasía de creer en ese final adyacente de ver el cielo como un sólo tormento, se aferró al cielo por una gris tormenta. Cuando en el deseo se dió lo más hermoso de creer en el efímero trance de ver el cielo de fantasía y por una cruel tempestad. Si seriamente se dedicó a ser como la misma fantasía en que se volcó el mismo instante en que se vió efímeramente cruel como sin real tormento. Y se fue Rosa María por donde salió el mismo final de creer en el alma una rica, pero, sensacional fantasía, cuando se dedicó en ser fuertemente como el más terrible los huesos amando sin pieles y con el amor a cuestas de la débil razón. Cuando se fue por el rumbo y sin dirección, automatizando la espera y tan inesperada de creer en el alma a ciegas y como una cruel tormenta. Cuando en el deseo se convirtió tan fantasioso de creer en el amor a toda costa, sin venerar la terrible razón de poder pensar en el alma sin la luz que emana de ella misma. 



Continuará……………………………………………………………………………………                                



  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de julio de 2021 a las 00:08
  • Comentario del autor sobre el poema: Ramón del Monte ama con locura a Rosa María, pero, cada vez que la va a amar en la cascada de amor, sólo le queda el recuerdo cuando ella siempre se marcha y, ¿llega virgen al matrimonio?, pues, sí....Mi 25ta novela corta del año 2021...
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 16
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