Estrellas Fijas

blassky

PLENILUNIO…
Era junio,
y la noche parecía
casi clara como el día;
y era tibia y olorosa,
y era diáfana y tranquila y silenciosa.
De los cielos,
descendían sobre el parque solitario,
argentados,
opalinos, áureos velos,
que diríase impregnados
de humo blanco de incensario
que, recóndito en el éter soberano,
columpiase reverente la invisible sacra mano
de algún ángel… Ningún ruido
la infinita calma aquella
perturbaba;
---una calma suave y tierna, grave y bella,
de una extraña melodía sin sonido;---
y el ambiente
se embriagaba blandamente,
en un sueño
de delicias amorosas,
saturado del beleño
que las rosas
en el parque exhalaban voluptuosas…
Tú, de pronto, apareciste coronada
por los rayos de la luna,
y vestida de blancura toda, toda,
cual si fuera la noche de tu boda.

Luz perlada,
como una
lluvia diáfana caía
de ti en torno, y en las rosas se prendía,
y aleteaba como un alma
de la atmosfera en la calma,
cual si esa alma diluyera con encanto
en el éter sus suspiros y su llanto.
Toda hermosa, toda blanca,
---visión bella como nunca se forjaron los poetas---
te sentaste en una banca
que emergía sobre un fondo de jazmines y violetas.
En tus trenzas caudalosas
se enredaban los fulgores
de la luna, y planteaban a las rosas.
Y mis ojos fijos, fijos, contemplaban hondamente
tu figura, tu romántica figura,
la soñada
por mi mjente,
la adorada
por esta alma que está enferma y sin ventura!
Te miraba… y en oír ponía empeño;
ni un rumor, ni una pisada,
ni un aliento en la callada
noche clara!... Todo era
calma y sueño;
ni el susurro de las hojas, ni siquiera
algún soplo vagaroso
de una brisa pasajera
en la hora nocturnal de aquel reposo!
Y pensaba: ¿una hada buena,
o el demonio de mi sino temerario,
me condujo a aqueste parque solitario
esta noche de misterio y luna llena?...
De mis dudas los clamores
se perdieron
en lo mudo de las cosas,
y las rosas
sus olores
en aquel instante vago despidieron…
Mas ¿qué miro?... La fantástica y divina
noche clara cual ninguna,
queda en sombra repentina,
---una sombra que me asusta, que la siento más que verla---
y se apaga la luz perla
de la luna;
los senderos
florecidos de jazmines,
se obscurecen; los confines
de los cielos son abismos, sin luceros,
negros y hoscos cual mi suerte tenebrosa;
sin morir no queda rosa;
huye todo lo que es vida,
y se pierde, se aniquila, se anonada
en la nada,
sin que deje de su paso ni las huellas…
Encendida
sólo queda la mirada
penetrante de tus ojos; de tus ojos, dos estrellas
fijas, juntas, de fulgor haciendo alarde
de la noche pavorosa entre la calma;
de tus ojos, en que arde,
toda entera, palpitante y viva tu alma!

(¡Oh, cuán pura, cuán brillante
y extrahumana
tu mirada en las tinieblas! Se diría
ser de Diana
un destello que anda huérfano un destello que va errante,
o que alumbra ya a la noche el fulgor del nuevo día!)
Todo calla, todo muere! Tú y yo sólo de la vida
somos signo, en el profundo
gran silencio y en el sueño
de los cielos y del mundo.
Tú y yo sólo! ¡quién creyera que tú, unida
a mi suerte, te encontraras sin que sea yo tu dueño!
¡Ah, tus ojos que me miran,
de fijeza y de dulzura dos portentos,
que parece que me llaman,
que me aman
que me inspiran
misteriosos pensamientos,
destacándose en la sombra sus miradas
delatoras de esperanzas ignoradas
y de sueños amorosos de una trunca,
dulce historia que no ha sido, ni será jamás ni nunca!...
Vaporosa
como nube, y toda blanca;
luminosa
en la noche, ya te alejas,
y en la banca
de jazmines y violetas como un lampo de luz dejas;
y caminas por la senda solitaria,
cual fantasma funeraria…
Pero siempre tu mirada escrutadora
en el aire tenebroso se dilata
con su clara luz de luna, ópalo y plata,
y al espacio y a la sombra los devora.
¡Ah, tus ojos!... me contemplan hondamente
y penetran en la tumba de mi duelo,
do reviven esperanzas ya difuntas!
Los admiro extasiado y reverente,
como dos estrellas fijas, como dos estrellas juntas,
que fulguran titilantes en el cielo.
Me persigue, no me deja la solemne,
la perenne
luz que irradia tu mirada, que me envuelve
como en tules, y me absuelve
de mis yerros, y que lanza
en el yermo de mi vida de dolores,
sus fulgores
como un iris de consuelo y esperanza.
El destello de tus ojos ni en el día
abandona al alma mía.
De tus ojos las miradas,
hondas, tristes y calladas
desde lejos me contemplan… Tú me arrancas
del tormento de mis noches, de mis fúnebres enojos,
con la magia de tus ojos,
como dos estrellas blancas,
siempre fijas, siempre juntas, siempre hermosas,
que me miran amorosas,
silenciosas,
desde el cielo de tu alma, claras siempre sobre el cielo
de mi duelo,
en mis días de nublados y en mis noches borrascosas!

(ROMAN MAYORGA RIVAS, ORIGINAL DE EDGAR ALAN POE)

  • Autor: blassky (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de agosto de 2010 a las 14:13
  • Comentario del autor sobre el poema: Es un poema Original de Edgar Alan Poe y traducido por el poeta Nicaragüense Román Mayorga Rivas
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 29
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