Aquellos copos

J.R.Infante



Aquellos copos que antaño

fueron yugo para el buey

son hoy maná que

                            eleva

dos pisos más la buhardilla.

El pinsapo ya no crece

escondido en el roquedo,

ahora forma líneas

de bienvenida

en los tersos pueblos del valle.

No hay paredes

que olvidadas, esperen

                                   su último momento.

Brilla la pizarra y forma

—como lagarto ocelado—

cuerpo escamoso en la torre

y adorno en las entradas

luminosas de extensas casas

con ventanales tan amplios

que el zorzal charlo se pierde

buscando la avellana oculta.

Huele a esencia de vidrio

mientras la leña se consume

                                            en una urna dorada

y los esquís de espaldas

                                     a la pared

esperan el feliz instante

del contacto con la nieve.

La cajera va cantando

en catalán, francés e inglés

con un fondo de violines dormidos                                                          

y una danza de fideos.

Calles que adornan luciérnagas

sobre robustas farolas

y sostienen arcoíris

de armoniosas plantas ornamentales.

Y el agua

que ronronea por los caños

buscando unirse al verde,

allá en la paz

del remanso.

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