Peut-être

Fátima Aranda

Llueve a mares. Las olas

se estrellan contra el cristal

opaco que amarillea en la junta

marrón de la escuadra 

del marco de madera.

La sal suena en cada impacto 

y arrastra con ella el polvo gris

adherido a cada dibujo geométrico

que va formando el vidrio. Chorrea

creando figuras grotescas,

circenses, que al abrir la boca,

enseñan sonrisas desdentadas

y lenguas marcadas por incisivos

hirientes. Se ríen a carcajadas

con cada ola de lluvia que se inmola

en los cristales. Señalan,

se mofan moviendo sus marcas

de esperpento acuoso reflejada 

en la superficie trémula de cada gota.

La ventana se abre forzada

por el viento, que arremete

contra cada ser que grita

al ser arrastrado 

hacia los canales de la calle. 

No queda ni sombra de ellos. 

Tan sólo permanecen

las ramas indomables de los arboles

que parpadean, incrédulas,

ante el azote impío del viento

que arrecia con la lluvia.

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