NADA QUE CONTAR

Nicolás FUENTE MONTANÉ

Desperté  de un mundo de sueños

haciéndolo con los ojos abiertos

en la humedad del aire al respirar.

 

Tranquilo el corazón sin sobresaltos

un hilo de saliva resbalando

en la comisura de los labios.

 

Que llegué al aseo cojeando 

pareciendo el Cristo de los Faroles

al verme reflejado en el cristal.

 

Esa cara bailaba sin cabeza,

entre la niebla de algún recuerdo,

la vaga sensación de si era mía. 

 

Solo el fresco del agua en mis manos

me devolvió al presente del olvido.

La gracia de mi faz y nada que contar.

 

 

 

 

 

 

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